viernes, 3 de mayo de 2013

Y el segundo de la noche - Ep. 9


Una lengua retorciéndose dentro de mi boca fue lo que me despertó. Muchísimas veces había soñado con coger con el Rojo, mas de las que me atrevo a admitir, pero al parecer esto no había sido un sueño, había sido real, más real que las ganas de orinar que sentía en ese momento.

Le devolví un beso resbaloso y cochinón al Rojo, y después corrí por mi vida a orinar.

Él quería reiniciar la acción otra vez, y aunque yo también quería,  tenía otros planes, y para eso me apetecía primero tomar una ducha, así que le aflojé la corbata y se la quité, después el chaleco, le desabotoné la camisa, le quité los gemelos y solo le faltaban los calcetines con su liguero, se apoyó en mi hombro en lo que se los quitaba.

Después él me desvistió a mi y sentí escalofríos que me recorrían de arriba a abajo.

Cuando estuvimos desnudos, lo tomé de la mano y nos metimos bajo la regadera. Tantas veces le había dedicado las pajas en la ducha al Rojo que ahora que lo tenía aquí conmigo no sabía qué hacer. Me limité a enjabonarlo y tallarlo, sintiendo su bien formado cuerpo en el proceso. El Rojo hacía lo mismo conmigo, y lo hacía con tal habilidad que yo sentía que flotaba simplemente de sentir como sus manos me iban recorriendo el cuerpo ayudadas por lo resbaloso del jabón. En una de esas se le cayó el jabón y no pude evitar salir con el cliché de:

-Uuuhh se te cayó el jabón putito!
-Lástima que no sea jabón de polvo...

Los dos soltamos la risa, aunque ya sabíamos que al que le iba a tocar agacharse por el jabón sería a mí.

Salimos de la regadera y nos secamos con una de sus toallas. Antes de meternos a la ducha, yo había tenido el cuidado de dejar la ropa extendida sobre la cama, por lo que cuando le hice la seña que se acercara, le dije que si le apetecía un segundo round.

-Esa pregunta ni se pregunta cabrón!
-Ok, aunque ahora quiero que cambiemos, yo me pongo lo que tu traías y tú te pones lo mío, va?

Al Rojo le brillaron los ojitos y no pudo contener una sonrisa, era obvio que le agradaba la idea.

-Es una de mis fantasías más recurrentes sabes?- le dije.
-Coger de traje?
-Bueno, eso y después intercambiar la ropa con el otro
-Sí, es una sensación bastante peculiar, lo vuelve todo un poquito mas kinky verdad?

Y pues procedimos, el Rojo tomó esa preciosa camisa blanca de rayas finas negras y me la puso, con mucho cuidado fue abrochándome cada uno de los botones y me puso los gemelos. Después tomó la corbata roja de seda y me la anudó en el cuello, muy apretada; se puso detrás de mí y me colocó el chaleco al tiempo que me besaba el cuello y detrás de las orejas. El pulso me volvió a latir a mil otra vez y mi pene despertó para la segunda vuelta. Luego me pidió que me sentara para ponerme los calcetines el mismo. Me colocó las ligas sobre las pantorrillas y después me ajustó los calcetines y los abrochó. Yo estaba extrañado de que me hubiera puesto el chaleco sin haberme colocado los tirantes y pensé que se había equivocado, pero cuando se lo señalé, me dijo que tenía otros planes para mí, yo sonreí.

Luego tuve el gusto de volver a vestirlo, esta vez con esa camisa blanca de gemelos y esa hermosa corbata, aunque debo decir que lo que más me ponía de ese atuendo que se iba a poner, era el chaleco, ese color azul del forro me volvía loco. Cuando estuvo listo, nos paramos frente al espejo. En verdad que parecía una escena de Menatplay, claro, nosotros no teníamos cuerpo de físico culturista, ni tatuajes, ni piercings en las cejas, y lo que sea de cada quien, no parecía que estuviéramos disfrazados como esos tipos, nosotros nos veíamos mas como un típico par de jóvenes que van a una boda y que les gana la calentura y se meten al baño a coger sin aflojarse la corbata, y lo que sea de cada quien, al fetichista promedio, le pone más algo que sea real y no actuado.

Y comenzamos, de nuevo éramos como un par de perros hambrientos queriendo devorar un filete, hasta los dientes llegamos a chocar del frenesí con que parecíamos querer tragarnos el uno al otro.

A estas alturas ya no hacía falta que me trabajaran para dilatar, desde la ducha anticipaba lo que iba a pasar, y mi agujerito solito había empezado a aflojar, sentía cosquillas, ansias de tener la verga del Rojo dentro de mí.

Tomé un preservativo del paquete que había dejado el rojo sobre el buró y se lo puse, después me unté suficiente lubricante y sin más me puse en 4 patas sobre la orilla de la cama y le pedí que me penetrara YA.

No necesitó que se lo dijera dos veces, con una sonrisa malévola se acercó a mí, me tomó por las caderas y me dijo:

-Te voy a romper el culo cabrón! Me las vas a pagar por todas esas veces en la secundaria que te tiré con el calzón y siempre me ignoraste.
-Cuándo me tiraste el calzón?-
-Varias veces, te acuerdas de cuando fuiste a mi casa a hacer ese mural en papel pellón que nos encargaron en la clase de artística?
-Sí pero no recuerdo que tú me hayas tirado alguna indirecta…
-No te hagas pendejo, a poco crees que había alguna razón para empezar a hacerlo un mes antes, un fin de semana y sobre todo que te dije VARIAS veces que mis padres habían salido y que llegarían hasta la noche?
-Pues si pero yo como iba a saber?
-Y ni porque te dije que eran los mejores momentos para jalársela porque podías hacerlo en la sala sin interrupciones y demás.
-Pues hubieras sido más claro cabrón!
-Más claro ni el agua puto! Ahora si me la pagas!
-Ay si y que me vas a haceeeeeer!!!!!

Y así fue como el Rojo me la dejó ir toda de un solo golpe. Yo andaba caliente pero no era para tanto. Sentí que me partía en dos del dolor y el otro me puso la mano sobre la boca para ahogar el grito que di.

-Pinche cabrón! Qué crees que estás haciendo?- le grité
-No te hagas que bien que te gusta-
-Sácamela pendejo! Me duele un chingo!
-No, ya te dije que me la vas a pagar- me dijo

Yo trataba de zafarme pero el cabrón me tenía bien agarrado de las caderas y no me soltaba, y lo peor es que al tratar de zafarme, lo único que conseguía era sentir como esa vergota me taladraba las entrañas.

Tantas veces que había fantaseado con ser forzado y ahora que me estaba pasando, no era tan agradable como había imaginado. El Rojo no se detenía, seguía dándome duro y a mí no me quedó de otra que aguantar, aunque honestamente, después de un momento, el dolor dio paso a una incomodidad soportable y después me empezó a gustar; digo, le di vueltas en la cabeza, me estaba forzando un tipo que había sido mi mayor fantasía desde el despertar de mi sexualidad, y no solo eso, lo estaba haciendo impecablemente vestido de traje y yo mismo estaba usando su ropa, una camisa hermosa, una corbata que de verla me hacía salivar y finalmente aquél chaleco de forro plateado que se sentía riquísimo porque el cabrón estaba recargado en mi espalda y sentía su roce contra mi cuerpo. Amén de eso, la corbata me la había dejado súper apretada y hasta el cuello me dolía si trataba de girar la cabeza.

Al final, fui yo quien terminó pidiéndole que me diera todavía más duro.

Me la sacó y yo sentí un alivio tremendo, aunque no me duró mucho el gusto, me puso de espaldas y me arrastró hasta la orilla de la cama, y sin decir agua va, me la volvió a meter hasta el fondo.

Ahora que estaba boca arriba pude ver que mi pene estaba hinchadísimo, con las venas saltadas y de un color que pocas veces había visto. De pronto el Rojo me la sacó toda y me la volvió a meter, y así estuvo, mete y saca, mete y saca. Con cada empellón que me daba, yo me sentía un paso más cerca del cielo, lo único que hacía era estar tocándome con las dos manos, sintiendo esa riquísima corbata, la camisa almidonada que me apretaba el cuello tan deliciosamente. De pronto y sin siquiera tocarme, sentí que me venía.

Era algo que nunca me había pasado, aunque tal vez tenía que ver esa cosa que sentía cuando el rojo me la sacaba toda y me la volvía a meter, era como un botón dentro de mí, que hacía que se me arqueara la espalda cada vez que lo hacía, pero fue algo delicioso, el Rojo notó esto y con su mano comenzó a menearme el pene, no les miento, fue como tener tres orgasmos seguidos en cámara lenta. De no haber tenido 21 años en ese entonces, sin duda me habría dado un infarto.

Lo único malo de todo esto es que el primer trallazo de semen salió sin control y fue a caer sobre el chaleco del Rojo. Cuando me señaló este detalle, me dijo:

-Pinche putito, ya ves? Manchaste mi chaleco favorito, así que te voy a castigar. Dicho esto se quitó el condón y acercó su pene a mi cara. Fue casi instantáneo, sentí un chorro de semen caliente que me caía en el rostro, CALIENTE, pero no quería que se detuviera, me cayó un segundo, un tercero, un cuarto, un quinto, para el sexto pensé que esto ya parecía una broma, es que acaso alguien puede eyacular tanto en tan poco tiempo?

Después el Rojo comenzó a restregar su pene por mi cara y en una de esas me lo metí a la boca y comencé a chuparlo, no lo dejé ir hasta que estuvo totalmente flácido…y limpio.

De alguna parte sacó una toallita y me limpió la cara, y después se acostó y quedamos frente a frente y nos abrazamos. Así estuvimos un buen rato, acariciándonos uno al otro la espalda, la verdad es que con ese forro tan rico que tenían los chalecos no se prestaban para otra cosa.

De cuando en cuando nos encontrábamos la mirada y nos besábamos así, espontáneamente, eran unos besos apasionados, húmedos y con mucha, mucha lengua. Luego nos separábamos un momento y de nuevo, nos besábamos.

Finalmente el se acostó boca arriba y yo apoyé mi cabeza sobre su pecho.

-Rojo, desde cuando te gustan los trajes?
-Desde los 10 años
-Y alguna vez le has contado a alguien?
-Si
-A quien?
-A mi tío.
-Tu patrón?
-Si
-Pero es tu padrino o es tu tío?
-Es mi padrino, pero yo le digo tío desde siempre.
-Y hace cuanto que lo sabe?
-Cuando yo tenía 13 le conté.
-Y porqué a él?
-Porque un día me atrapó husmeando en su closet.

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