Una lengua retorciéndose dentro
de mi boca fue lo que me despertó. Muchísimas veces había soñado con coger con
el Rojo, mas de las que me atrevo a admitir, pero al parecer esto no había sido
un sueño, había sido real, más real que las ganas de orinar que sentía en ese
momento.
Le devolví un beso resbaloso y
cochinón al Rojo, y después corrí por mi vida a orinar.
Él quería reiniciar la acción
otra vez, y aunque yo también quería, tenía otros planes, y para eso me apetecía primero
tomar una ducha, así que le aflojé la corbata y se la quité, después el
chaleco, le desabotoné la camisa, le quité los gemelos y solo le faltaban los
calcetines con su liguero, se apoyó en mi hombro en lo que se los quitaba.
Después él me desvistió a mi y sentí
escalofríos que me recorrían de arriba a abajo.
Cuando estuvimos desnudos, lo
tomé de la mano y nos metimos bajo la regadera. Tantas veces le había dedicado
las pajas en la ducha al Rojo que ahora que lo tenía aquí conmigo no sabía qué
hacer. Me limité a enjabonarlo y tallarlo, sintiendo su bien formado cuerpo en
el proceso. El Rojo hacía lo mismo conmigo, y lo hacía con tal habilidad que yo
sentía que flotaba simplemente de sentir como sus manos me iban recorriendo el
cuerpo ayudadas por lo resbaloso del jabón. En una de esas se le cayó el jabón
y no pude evitar salir con el cliché de:
-Uuuhh se te cayó el jabón
putito!
-Lástima que no sea jabón de polvo...
Los dos soltamos la risa,
aunque ya sabíamos que al que le iba a tocar agacharse por el jabón sería a mí.
Salimos de la regadera y nos
secamos con una de sus toallas. Antes de meternos a la ducha, yo había tenido
el cuidado de dejar la ropa extendida sobre la cama, por lo que cuando le hice
la seña que se acercara, le dije que si le apetecía un segundo round.
-Esa pregunta ni se pregunta
cabrón!
-Ok, aunque ahora quiero que
cambiemos, yo me pongo lo que tu traías y tú te pones lo mío, va?
Al Rojo le brillaron los ojitos y
no pudo contener una sonrisa, era obvio que le agradaba la idea.
-Es una de mis fantasías más
recurrentes sabes?- le dije.
-Coger de traje?
-Bueno, eso y después
intercambiar la ropa con el otro
-Sí, es una sensación bastante
peculiar, lo vuelve todo un poquito mas kinky verdad?
Y pues procedimos, el Rojo tomó
esa preciosa camisa blanca de rayas finas negras y me la puso, con mucho
cuidado fue abrochándome cada uno de los botones y me puso los gemelos. Después
tomó la corbata roja de seda y me la anudó en el cuello, muy apretada; se puso detrás de mí y me colocó el chaleco al tiempo que me besaba el cuello y
detrás de las orejas. El pulso me volvió a latir a mil otra vez y mi pene
despertó para la segunda vuelta. Luego me pidió que me sentara para ponerme los
calcetines el mismo. Me colocó las ligas sobre las pantorrillas y después me
ajustó los calcetines y los abrochó. Yo estaba extrañado de que me hubiera
puesto el chaleco sin haberme colocado los tirantes y pensé que se había
equivocado, pero cuando se lo señalé, me dijo que tenía otros planes para mí,
yo sonreí.
Luego tuve el gusto de volver a
vestirlo, esta vez con esa camisa blanca de gemelos y esa hermosa corbata,
aunque debo decir que lo que más me ponía de ese atuendo que se iba a poner,
era el chaleco, ese color azul del forro me volvía loco. Cuando estuvo listo,
nos paramos frente al espejo. En verdad que parecía una escena de Menatplay,
claro, nosotros no teníamos cuerpo de físico culturista, ni tatuajes, ni
piercings en las cejas, y lo que sea de cada quien, no parecía que estuviéramos
disfrazados como esos tipos, nosotros nos veíamos mas como un típico par de
jóvenes que van a una boda y que les gana la calentura y se meten al baño a
coger sin aflojarse la corbata, y lo que sea de cada quien, al fetichista
promedio, le pone más algo que sea real y no actuado.
Y comenzamos, de nuevo éramos como un par de perros hambrientos
queriendo devorar un filete, hasta los
dientes llegamos a chocar del frenesí con que parecíamos querer tragarnos el
uno al otro.
A estas alturas ya no hacía falta
que me trabajaran para dilatar, desde la ducha anticipaba lo que iba a pasar, y
mi agujerito solito había empezado a aflojar, sentía cosquillas, ansias de
tener la verga del Rojo dentro de mí.
Tomé un preservativo del paquete
que había dejado el rojo sobre el buró y se lo puse, después me unté suficiente
lubricante y sin más me puse en 4 patas sobre la orilla de la cama y le pedí
que me penetrara YA.
No necesitó que se lo dijera dos
veces, con una sonrisa malévola se acercó a mí, me tomó por las caderas y me
dijo:
-Te voy a romper el culo cabrón!
Me las vas a pagar por todas esas veces en la secundaria que te tiré con el
calzón y siempre me ignoraste.
-Cuándo me tiraste el calzón?-
-Varias veces, te acuerdas de
cuando fuiste a mi casa a hacer ese mural en papel pellón que nos encargaron en
la clase de artística?
-Sí pero no recuerdo que tú me
hayas tirado alguna indirecta…
-No te hagas pendejo, a poco
crees que había alguna razón para empezar a hacerlo un mes antes, un fin de
semana y sobre todo que te dije VARIAS veces que mis padres habían salido y que
llegarían hasta la noche?
-Pues si pero yo como iba a
saber?
-Y ni porque te dije que eran los
mejores momentos para jalársela porque podías hacerlo en la sala sin
interrupciones y demás.
-Pues hubieras sido más claro
cabrón!
-Más claro ni el agua puto! Ahora
si me la pagas!
-Ay si y que me vas a haceeeeeer!!!!!
Y así fue como el Rojo me la dejó
ir toda de un solo golpe. Yo andaba caliente pero no era para tanto. Sentí que
me partía en dos del dolor y el otro me puso la mano sobre la boca para ahogar
el grito que di.
-Pinche cabrón! Qué crees que estás
haciendo?- le grité
-No te hagas que bien que te
gusta-
-Sácamela pendejo! Me duele un
chingo!
-No, ya te dije que me la vas a
pagar- me dijo
Yo trataba de zafarme pero el
cabrón me tenía bien agarrado de las caderas y no me soltaba, y lo peor es que
al tratar de zafarme, lo único que conseguía era sentir como esa vergota me
taladraba las entrañas.
Tantas veces que había fantaseado
con ser forzado y ahora que me estaba pasando, no era tan agradable
como había imaginado. El Rojo no se detenía, seguía dándome duro y a mí no
me quedó de otra que aguantar, aunque honestamente, después de un momento, el
dolor dio paso a una incomodidad soportable y después me empezó a gustar; digo,
le di vueltas en la cabeza, me estaba forzando un tipo que había sido mi mayor
fantasía desde el despertar de mi sexualidad, y no solo eso, lo estaba haciendo
impecablemente vestido de traje y yo mismo estaba usando su ropa, una camisa
hermosa, una corbata que de verla me hacía salivar y finalmente aquél chaleco
de forro plateado que se sentía riquísimo porque el cabrón estaba recargado en
mi espalda y sentía su roce contra mi cuerpo. Amén de eso, la corbata me la
había dejado súper apretada y hasta el cuello me dolía si trataba de girar la
cabeza.
Al final, fui yo quien terminó
pidiéndole que me diera todavía más duro.
Me la sacó y yo sentí un alivio
tremendo, aunque no me duró mucho el gusto, me puso de espaldas y me arrastró
hasta la orilla de la cama, y sin decir agua va, me la volvió a meter hasta el
fondo.
Ahora que estaba boca arriba pude
ver que mi pene estaba hinchadísimo, con las venas saltadas y de un color que
pocas veces había visto. De pronto el Rojo me la sacó toda y me la volvió a
meter, y así estuvo, mete y saca, mete y saca. Con cada empellón que me daba, yo
me sentía un paso más cerca del cielo, lo único que hacía era estar tocándome
con las dos manos, sintiendo esa riquísima corbata, la camisa almidonada que me
apretaba el cuello tan deliciosamente. De pronto y sin siquiera tocarme,
sentí que me venía.
Era algo que nunca me había
pasado, aunque tal vez tenía que ver esa cosa que sentía cuando el rojo me la
sacaba toda y me la volvía a meter, era como un botón dentro de mí, que hacía
que se me arqueara la espalda cada vez que lo hacía, pero fue algo delicioso,
el Rojo notó esto y con su mano comenzó a menearme el pene, no les miento, fue
como tener tres orgasmos seguidos en cámara lenta. De no haber tenido 21 años
en ese entonces, sin duda me habría dado un infarto.
Lo único malo de todo esto es que
el primer trallazo de semen salió sin control y fue a caer sobre el chaleco del
Rojo. Cuando me señaló este detalle, me dijo:
-Pinche putito, ya ves? Manchaste
mi chaleco favorito, así que te voy a castigar. Dicho esto se quitó el condón y
acercó su pene a mi cara. Fue casi instantáneo, sentí un chorro de semen
caliente que me caía en el rostro, CALIENTE, pero no
quería que se detuviera, me cayó un segundo, un tercero, un cuarto, un quinto,
para el sexto pensé que esto ya parecía una broma, es que acaso alguien puede
eyacular tanto en tan poco tiempo?
Después el Rojo comenzó a
restregar su pene por mi cara y en una de esas me lo metí a la boca y comencé a
chuparlo, no lo dejé ir hasta que estuvo totalmente flácido…y limpio.
De alguna parte sacó una toallita
y me limpió la cara, y después se acostó y quedamos frente a frente y nos
abrazamos. Así estuvimos un buen rato, acariciándonos uno al otro la espalda,
la verdad es que con ese forro tan rico que tenían los chalecos no se prestaban
para otra cosa.
De cuando en cuando nos
encontrábamos la mirada y nos besábamos así, espontáneamente, eran unos besos
apasionados, húmedos y con mucha, mucha lengua. Luego nos separábamos un
momento y de nuevo, nos besábamos.
Finalmente el se acostó boca
arriba y yo apoyé mi cabeza sobre su pecho.
-Rojo, desde cuando te gustan los
trajes?
-Desde los 10 años
-Y alguna vez le has contado a
alguien?
-Si
-A quien?
-A mi tío.
-Tu patrón?
-Si
-Pero es tu padrino o es tu tío?
-Es mi padrino, pero yo le digo tío desde siempre.
-Y hace cuanto que lo sabe?
-Cuando yo tenía 13 le conté.
-Y porqué a él?
-Porque un día me atrapó husmeando en su
closet.
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