-Tío, voy a pasar a su baño-
-Claro, ya sabes que no ocupas avisarme
cada vez que vayas.
El Rojo ya sabía que a sus
catorce años no necesitaba avisar que quería ir al baño, pero tampoco se
atrevía a andar husmeando así como así, por lo menos el ir al baño le daba una
excusa para entrar al dormitorio de su tío.
Hacía tiempo que su trajecito de la
primera comunión le había dejado de quedar, y tampoco había salido alguna
excusa para comprarle uno de su talla, así que con toda regularidad asaltaba el
closet de su papá y se ponía su ropa, pero la verdad era que su tío tenía
muchísimo mejor surtido y variado el suyo, y jamás desperdiciaba una
oportunidad para ir a su casa y por lo menos oler y tocar la ropa.
Como siempre, entró al baño pero
solo a lavarse las manos, para lo que le gustaba hacer, era mejor traerlas
limpias. Se asomó al pasillo para ver si no había alguien y después con mucho
cuidado para que no rechinaran abrió las puertas del closet y allí estaba, toda
la colección de camisas, trajes, sacos sport, pantalones, corbatas, zapatos y
accesorios que tenía su tío Víctor.
Su papá y su tío se habían
quedado afuera bebiendo unas cervezas y platicando de sus viejos tiempos, así
que podría decirse que tenía tiempo.
Buscó entre las camisas de su tío
a ver si encontraba alguna nueva y sí, había una azul celeste de puños dobles,
de solo verla sintió como se le ponía duro allá abajo y no pudo resistirse, la
descolgó y se la puso. Se miró al espejo y vio que ya no le quedaba tan grande,
la ventaja de la adolescencia era que en poco tiempo había aumentado de
estatura y de talla y ahora la ropa de su tío le quedaba mucho mejor que hacía
tan solo un año pensó mientras se ponía unos gemelos plateados. Buscó una
corbata a juego y se encontró una de franjas azul metálico y azul acero,
separadas por franjas mas delgadas de color blanco y negro. Se volteó a ver en
el espejo y se hizo el nudo lo más rápido que pudo, ya tenía práctica así que
lo podía hacer hasta con los ojos cerrados.
Con mucho cuidado se asomó por la
ventana y vio a su papá y a su tío que ya iban por la cuarta cerveza, así que
se dio prisa, no pasaría mucho tiempo antes que a alguno de los dos le dieran
ganas de orinar y de pasar al baño.
Se bajó los pantalones y dejó
salir aquél pedazo de carne de su prisión, la tenía durísima y palpitante, ya
se dejaban sentir las primeras gotas de líquido seminal, y supo que no le
tomaría mucho tiempo venirse.
Se puso frente al espejo y
comenzó a masturbarse, con la mano que le quedaba libre se acariciaba el
cuello, se llevaba la corbata a los labios y la acariciaba con ellos, se ponía
el puño de la camisa en la nariz y aspiraba su olor que le encantaba.
No pasaron más de cinco minutos
cuando eyaculó, sendos trallazos de semen volaron por los aires. El Rojo arqueó
la espalda mientras se frotaba el cuello de la camisa y el nudo de la corbata
frenéticamente.
Cuando la sensación pasó, se
quitó todo y lo volvió a colocar cuidadosamente en la misma posición que lo
había encontrado. Limpió el reguero que había en el piso y botó los kleenex en
el sanitario, después salió de ahí como si nada hubiera pasado.
Pasó poco más de una semana, y
los papás del Rojo iban a salir de la ciudad, por lo que le dijeron que esa
tarde al salir de la escuela su tío Víctor lo recogería.
Efectivamente, a la salida de la
escuela, su tío lo estaba esperando, tan bien vestido como siempre, traía una
camisa azul de rayas muy finas, de cuello y puños blancos (de gemelos por
supuesto), una corbata roja con franjas delgadas grises y azul marino; el traje
era de un color gris Oxford, aunque el saco no lo traía puesto para que no se
arrugara, sin embargo el chaleco le daba un toque distinguido y el Rojo solo
sintió un nudo en el estómago como siempre.
Su tío le preguntó cómo había
estado su día, que había hecho y demás.
-Nada nuevo, hoy tuve el último
examen del bimestre, así que ya podré descansar.
Al Rojo le pareció un poco raro
que no estuvieran tomando el camino a su casa, sino mas bien parecía que iban a
casa de su tío, pensó que tal vez tendría que recoger algo y ya. Sin embargo,
al llegar y aparcar, su tío le dijo que bajara por favor, que no tardarían pero
no quería dejarlo afuera.
Entraron a la casa y su tío se
fue a la cocina a hablar por teléfono, el Rojo se sentó en la sala a esperar.
Su tío regresó de la cocina y le
dijo:
-Ahijado, tengo algo que quiero
que veas, podrías poner la VCR?
El Rojo le cambió al canal 3 y le
dio 'PLAY', como tantas otras veces.
Lo que vio lo dejó HELADO, sintió
como un sudor frío le empapaba el cuerpo en un abrir y cerrar de ojos y que una
intensa picazón lo recorría de arriba abajo.
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