viernes, 31 de mayo de 2013

Ep. 16 - El relato del Tío Víctor

Hola, soy Víctor y soy un suitlover. Me han pedido mi ahijado y su amigo que les cuente algo sobre mí, aunque muchas cosas seguramente ya las saben, aquí va algo que no les he platicado aún.

Para mí todo empezó cuando apenas era un adolescente. Eran días diferentes a los de hoy, no se hablaba en lo absoluto de sexo con la libertad que tenemos hoy, todo lo que sabía, lo había aprendido escuchando entre mis amigos, leyendo mensajes grotescos en las paredes de los baños de la escuela, y hojeando revistas pornográficas que alguien contrabandeaba en la escuela.

Sin embargo, había algo que no cuadraba con mi perfil, y era que desde siempre, me había fascinado la ropa formal, algo había en un traje, una camisa y una corbata que me dejaba como hipnotizado. En mis tiempos todas las familias solían ir a misa los domingos; mis padres, mis 4 hermanos y yo no éramos la excepción. Ir a misa en familia, implicaba tener que levantarse temprano y vestirse con la ropa de domingo, que aunque a mí me encantaba, me hacía sentir muy apenado, pues imaginaba que todos a mi alrededor se iban a dar cuenta de que traer el cuello apretado y corbata me hacía disfrutar enormemente, y creía que por el hecho de tener que ocultarlo, era algo malo. 

Fue así que siempre que íbamos a salir, yo era el último en ponerse la chaqueta y la corbata y el primero en quitarse todo al regresar a casa. A mis hermanos parecía darles lo mismo, cierto es que no era su ropa favorita pero no manifestaban la franca y abierta hostilidad que yo sí mostraba como una forma de ocultarlo y negarlo. Pocas fueron las veces que pude quedarme solo en casa, y eran las que aprovechaba para sacar esa ropa y vestirme con lentitud, disfrutando con cada prenda que me ponía. Por lo general no era por mucho tiempo que me quedaba solo, a lo mucho una hora, pero me era suficiente para pasearme por mi casa vestido así, sentarme en cada sillón y mirarme en cada espejo que se me atravesaba, ajustándome la corbata por cada torcedura imaginaria que veía y remataba masturbándome en el lavamanos del baño, frente al espejo, después a guardarlo todo de nuevo.

Estas cosas que hacía no se las platiqué ni a mi mejor amigo, Marco,  que vivía cruzando la calle. Con mis hermanos siempre tuve cierta rivalidad que creo permanece incluso hasta estos días, así que no me llevaba particularmente bien con ellos, y mucho menos les iba a contar de mis cosas.

Marco iba a un colegio para varones, de esos del Opus Dei aunque no porque en su familia fueran muy creyentes, de hecho creo que su padre era algo entre ateo y masón; él iba a esa escuela porque era la que el señor consideraba como la mejor de la ciudad. A mí lo que me fascinaba era el uniforme. 

Cada vez que lo veía por las mañanas sentía como la envidia me carcomía por dentro, verlo vestido con sus pantalones grises, su camisa blanca de vestir de manga larga, un chaleco gris de cuello en ‘V’ con vivos en color guinda al igual que la corbata que era del mismo color, un blazer azul marino y por supuesto, zapatos de vestir, causaba en mí una excitación que la mayoría de las veces se traducía en una potente erección, que yo siempre tenía que disimular poniéndome la mochila a la altura de la cintura.

En algunas ocasión que llegué a ir a su casa y lo encontraba todavía con el uniforme puesto, simplemente se me cerraba la garganta y se me quebraba la voz porque no alcanzaba a hilar un solo pensamiento coherente, por suerte él estaba casi siempre entretenido haciendo los deberes y no me prestaba demasiada atención. 

Yo lo observaba con todo detalle, imaginando qué estaría sintiendo él al vestir ese uniforme. Esas noches, esperaba a que se durmiera mi hermano con quien compartía la habitación, y en cuanto escuchaba el primer ronquido, comenzaba a masturbarme recordando la imagen de Marco sentado en ese escritorio, con la camisa arremangada, su chaleco gris, la corbata floja y sus zapatos lustrosos que asomaban por debajo del escritorio me daban los mejores orgasmos que recuerdo de mi adolescencia.

En alguna otra ocasión que fui a visitar a Marco y que de nuevo lo encontré con el uniforme puesto, me atreví a preguntarle porqué aún no se había cambiado.

-No sé, no me había dado cuenta y ahorita ya estoy ocupado con la tarea.
-Pero debe ser muy incómodo no?
-Hmmm no realmente, te acostumbras – me contestó él sin levantar la vista de los libros.
-No sé, a mi me parece que si ha de ser incómodo.
-De verdad que no eh-
-Sí, yo creo que sí, no me imagino el horror de tenerse que vestir así todos los días y pasar 7 horas en la escuela.
-Vale, que no, es como traer cualquier otra cosa.
-Pero cuando traes el saco, no te impide mover los brazos libremente y no te aprieta la corbata?
-Pues un poco, pero no me pongo a hacer gimnasia con el uniforme tampoco verdad?
-No sé, insisto en que es muy incómodo.
-Porqué no te lo pruebas?

Yo me quedé en shock, me esperaba cualquier respuesta menos esa, de hecho yo soñaba con que Marco admitiera que le gustaba usar ese uniforme, y no solo eso, también deseaba con toda mi alma que me confesara que le fascinaban todos los trajes y corbatas del mundo, que era como yo, pero no, no me dijo eso, me dijo algo mejor, me ofreció su uniforme.

Yo traté de disimular la emoción que sentía, y le dije que estaba bien, que me lo probaría por curiosidad.
Marco comenzó a desvestirse delante de mí como tantas otras veces, nos conocíamos de toda la vida y por supuesto que nos habíamos visto desnudos en más ocasiones de las que podía recordar, pero esa vez para mí era diferente, era demasiada la expectación y la emoción que sentía, y por supuesto, mi cuerpo me traicionó con una tremenda erección que no tenía manera de disimular. Cuando terminó de desvestirse, Marco, se dio la vuelta para sacar otra ropa de su closet, y ahí aproveché yo para desvestirme lo más rápido posible, aunque sea para alcanzar a ponerme los pantalones. Apenas y lo logré.

Marco y yo éramos de la misma talla en todo, así que su uniforme me quedó como un guante. A pesar de que él ya lo había sudado durante el día, pude sentir que el cuello de la camisa seguía tan duro como siempre, sin duda estaba almidonado, bien almidonado. Me puse la corbata, el chaleco y el blazer y me miré al espejo, no me veía nada mal, nada mal.

-Oye, hasta pareces gente decente!- bromeó Marco
-Tienes razón, quien pensaría que esta ropa tan incómoda lo hace verse tan bien a uno?
-Con ese uniforme las vas a traer muertas a todas cabrón – me dijo guiñándome un ojo.
-Ah sí? Lo crees?
-Recuerdas que cruzando la calle de mi escuela está el colegio de mujeres?
-Sí?
-Bueno, pues a veces alguna te hace ojitos, y tu le sonríes y vas con ella a invitarle un helado o algo, a un par de cuadras está una nevería y bueno, no hace falta que te lo diga pero siempre termina uno dándose de besos, dependiendo de qué tan atrevida sea, a veces hasta para un faje alcanza- me dijo con una sonrisa culpable.
-Hombre, que yo debería ir a tu escuela!- le dije, aunque lo que más me interesaba en realidad era el uniforme.
-Por qué no se lo sugieres a tu papá? Ya el próximo año entramos a la preparatoria, no debería ser un problema cambiarte.
-No, cómo crees? con la cantidad de hermanos que tengo tú crees que mi papá se pueda permitir pagarme la colegiatura ahí?
-Vamos, no es tan caro, yo estoy ahí y mi papá no gana particularmente más que el tuyo.
-Sí, pero ten en cuenta que tu solo tienes un hermano, yo tengo 4.
-Siempre puedes pedir una beca.

Me lo planteé seriamente, no tenía malas calificaciones en la escuela, pero tampoco eran excelentes, y si pensaba pasar por la vergüenza de solicitar una beca (eran otros tiempos y otras costumbres), por lo menos tenía que asegurarme de que no me fueran a rechazar por ‘no cumplir los requerimientos mínimos que pide el colegio para una beca’. Casi iba empezando el ciclo escolar, así que tenía tiempo para aplicarme en las clases, y vaya si lo hice. En apenas dos semanas que llegaron los exámenes, comencé a sacar diez en todo. Tuve que dejar de ver la televisión por las tardes y de leer comics para estudiar más duro, pero no me importó, siempre fui una persona que se fijaba un objetivo y lo cumplía.

Para cuando llegó el momento de decirle a mi papá que si porqué no me solicitaba una beca en el colegio de Marco, mi promedio era lo suficientemente bueno como para ir a solicitarla y estar seguro de que no se negarían.


En septiembre de ese año, entré al Colegio y estrené de manera oficial mi uniforme.

3 comentarios:

  1. Hola me gustaron mucho tus relatos porque en algunas partes de los relatos me identifico cuando era niño. Espero que sigas escribiendo más los voy a esperar con ansias. Por cierto es una historia verídica o la inventaste desde cero

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    1. Hola que tal! Muchas gracias por tu comentario, es bueno saber que alguien se toma el tiempo de leer mis tonterías! :-)

      Las historias se puede decir que son mitad reales y mitad fantasía, estaría genial que todo hubiera sucedido tal cual lo escribí, pero no tengo tanta suerte!

      Un abrazo trajeado!

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    2. pues esas tonterias me tienen bien excitado jajajaja. Espero que puedas seguir con esta serie de relatos que me esta fascinando.
      por cierto ya habiamos hablado hace rato en suitandtiefetishnetwork.com

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