viernes, 31 de mayo de 2013

Ep. 16 - El relato del Tío Víctor

Hola, soy Víctor y soy un suitlover. Me han pedido mi ahijado y su amigo que les cuente algo sobre mí, aunque muchas cosas seguramente ya las saben, aquí va algo que no les he platicado aún.

Para mí todo empezó cuando apenas era un adolescente. Eran días diferentes a los de hoy, no se hablaba en lo absoluto de sexo con la libertad que tenemos hoy, todo lo que sabía, lo había aprendido escuchando entre mis amigos, leyendo mensajes grotescos en las paredes de los baños de la escuela, y hojeando revistas pornográficas que alguien contrabandeaba en la escuela.

Sin embargo, había algo que no cuadraba con mi perfil, y era que desde siempre, me había fascinado la ropa formal, algo había en un traje, una camisa y una corbata que me dejaba como hipnotizado. En mis tiempos todas las familias solían ir a misa los domingos; mis padres, mis 4 hermanos y yo no éramos la excepción. Ir a misa en familia, implicaba tener que levantarse temprano y vestirse con la ropa de domingo, que aunque a mí me encantaba, me hacía sentir muy apenado, pues imaginaba que todos a mi alrededor se iban a dar cuenta de que traer el cuello apretado y corbata me hacía disfrutar enormemente, y creía que por el hecho de tener que ocultarlo, era algo malo. 

Fue así que siempre que íbamos a salir, yo era el último en ponerse la chaqueta y la corbata y el primero en quitarse todo al regresar a casa. A mis hermanos parecía darles lo mismo, cierto es que no era su ropa favorita pero no manifestaban la franca y abierta hostilidad que yo sí mostraba como una forma de ocultarlo y negarlo. Pocas fueron las veces que pude quedarme solo en casa, y eran las que aprovechaba para sacar esa ropa y vestirme con lentitud, disfrutando con cada prenda que me ponía. Por lo general no era por mucho tiempo que me quedaba solo, a lo mucho una hora, pero me era suficiente para pasearme por mi casa vestido así, sentarme en cada sillón y mirarme en cada espejo que se me atravesaba, ajustándome la corbata por cada torcedura imaginaria que veía y remataba masturbándome en el lavamanos del baño, frente al espejo, después a guardarlo todo de nuevo.

Estas cosas que hacía no se las platiqué ni a mi mejor amigo, Marco,  que vivía cruzando la calle. Con mis hermanos siempre tuve cierta rivalidad que creo permanece incluso hasta estos días, así que no me llevaba particularmente bien con ellos, y mucho menos les iba a contar de mis cosas.

Marco iba a un colegio para varones, de esos del Opus Dei aunque no porque en su familia fueran muy creyentes, de hecho creo que su padre era algo entre ateo y masón; él iba a esa escuela porque era la que el señor consideraba como la mejor de la ciudad. A mí lo que me fascinaba era el uniforme. 

Cada vez que lo veía por las mañanas sentía como la envidia me carcomía por dentro, verlo vestido con sus pantalones grises, su camisa blanca de vestir de manga larga, un chaleco gris de cuello en ‘V’ con vivos en color guinda al igual que la corbata que era del mismo color, un blazer azul marino y por supuesto, zapatos de vestir, causaba en mí una excitación que la mayoría de las veces se traducía en una potente erección, que yo siempre tenía que disimular poniéndome la mochila a la altura de la cintura.

En algunas ocasión que llegué a ir a su casa y lo encontraba todavía con el uniforme puesto, simplemente se me cerraba la garganta y se me quebraba la voz porque no alcanzaba a hilar un solo pensamiento coherente, por suerte él estaba casi siempre entretenido haciendo los deberes y no me prestaba demasiada atención. 

Yo lo observaba con todo detalle, imaginando qué estaría sintiendo él al vestir ese uniforme. Esas noches, esperaba a que se durmiera mi hermano con quien compartía la habitación, y en cuanto escuchaba el primer ronquido, comenzaba a masturbarme recordando la imagen de Marco sentado en ese escritorio, con la camisa arremangada, su chaleco gris, la corbata floja y sus zapatos lustrosos que asomaban por debajo del escritorio me daban los mejores orgasmos que recuerdo de mi adolescencia.

En alguna otra ocasión que fui a visitar a Marco y que de nuevo lo encontré con el uniforme puesto, me atreví a preguntarle porqué aún no se había cambiado.

-No sé, no me había dado cuenta y ahorita ya estoy ocupado con la tarea.
-Pero debe ser muy incómodo no?
-Hmmm no realmente, te acostumbras – me contestó él sin levantar la vista de los libros.
-No sé, a mi me parece que si ha de ser incómodo.
-De verdad que no eh-
-Sí, yo creo que sí, no me imagino el horror de tenerse que vestir así todos los días y pasar 7 horas en la escuela.
-Vale, que no, es como traer cualquier otra cosa.
-Pero cuando traes el saco, no te impide mover los brazos libremente y no te aprieta la corbata?
-Pues un poco, pero no me pongo a hacer gimnasia con el uniforme tampoco verdad?
-No sé, insisto en que es muy incómodo.
-Porqué no te lo pruebas?

Yo me quedé en shock, me esperaba cualquier respuesta menos esa, de hecho yo soñaba con que Marco admitiera que le gustaba usar ese uniforme, y no solo eso, también deseaba con toda mi alma que me confesara que le fascinaban todos los trajes y corbatas del mundo, que era como yo, pero no, no me dijo eso, me dijo algo mejor, me ofreció su uniforme.

Yo traté de disimular la emoción que sentía, y le dije que estaba bien, que me lo probaría por curiosidad.
Marco comenzó a desvestirse delante de mí como tantas otras veces, nos conocíamos de toda la vida y por supuesto que nos habíamos visto desnudos en más ocasiones de las que podía recordar, pero esa vez para mí era diferente, era demasiada la expectación y la emoción que sentía, y por supuesto, mi cuerpo me traicionó con una tremenda erección que no tenía manera de disimular. Cuando terminó de desvestirse, Marco, se dio la vuelta para sacar otra ropa de su closet, y ahí aproveché yo para desvestirme lo más rápido posible, aunque sea para alcanzar a ponerme los pantalones. Apenas y lo logré.

Marco y yo éramos de la misma talla en todo, así que su uniforme me quedó como un guante. A pesar de que él ya lo había sudado durante el día, pude sentir que el cuello de la camisa seguía tan duro como siempre, sin duda estaba almidonado, bien almidonado. Me puse la corbata, el chaleco y el blazer y me miré al espejo, no me veía nada mal, nada mal.

-Oye, hasta pareces gente decente!- bromeó Marco
-Tienes razón, quien pensaría que esta ropa tan incómoda lo hace verse tan bien a uno?
-Con ese uniforme las vas a traer muertas a todas cabrón – me dijo guiñándome un ojo.
-Ah sí? Lo crees?
-Recuerdas que cruzando la calle de mi escuela está el colegio de mujeres?
-Sí?
-Bueno, pues a veces alguna te hace ojitos, y tu le sonríes y vas con ella a invitarle un helado o algo, a un par de cuadras está una nevería y bueno, no hace falta que te lo diga pero siempre termina uno dándose de besos, dependiendo de qué tan atrevida sea, a veces hasta para un faje alcanza- me dijo con una sonrisa culpable.
-Hombre, que yo debería ir a tu escuela!- le dije, aunque lo que más me interesaba en realidad era el uniforme.
-Por qué no se lo sugieres a tu papá? Ya el próximo año entramos a la preparatoria, no debería ser un problema cambiarte.
-No, cómo crees? con la cantidad de hermanos que tengo tú crees que mi papá se pueda permitir pagarme la colegiatura ahí?
-Vamos, no es tan caro, yo estoy ahí y mi papá no gana particularmente más que el tuyo.
-Sí, pero ten en cuenta que tu solo tienes un hermano, yo tengo 4.
-Siempre puedes pedir una beca.

Me lo planteé seriamente, no tenía malas calificaciones en la escuela, pero tampoco eran excelentes, y si pensaba pasar por la vergüenza de solicitar una beca (eran otros tiempos y otras costumbres), por lo menos tenía que asegurarme de que no me fueran a rechazar por ‘no cumplir los requerimientos mínimos que pide el colegio para una beca’. Casi iba empezando el ciclo escolar, así que tenía tiempo para aplicarme en las clases, y vaya si lo hice. En apenas dos semanas que llegaron los exámenes, comencé a sacar diez en todo. Tuve que dejar de ver la televisión por las tardes y de leer comics para estudiar más duro, pero no me importó, siempre fui una persona que se fijaba un objetivo y lo cumplía.

Para cuando llegó el momento de decirle a mi papá que si porqué no me solicitaba una beca en el colegio de Marco, mi promedio era lo suficientemente bueno como para ir a solicitarla y estar seguro de que no se negarían.


En septiembre de ese año, entré al Colegio y estrené de manera oficial mi uniforme.

Ep. 15 - Me lo presentarías?

Su tío todavía estuvo empujando por cerca de minuto y medio antes de que le pidiera que se levantara. Para ese entonces, la leche de su tío ya se empezaba a escurrir dentro del condón, así que rápidamente se lo quitó y le hizo un nudo para echarlo por el retrete.

-Ahijado, muchas gracias por esta magnífica experiencia, creo que tú y yo nos volveremos más unidos que nunca.
-Me agrada la idea!
-Solo recuerda, esto que acaba de pasar es algo que debe quedar estrictamente entre tú y yo.
-La verdad es que no creo que me atrevería a contárselo a alguien.
-Tal vez no con pelos y señales, pero yo también tuve tu edad y sé que uno puede sentirse tentado a presumir que hizo ‘cosas’, sin decir con quién ni qué exactamente, pero si tus padres o algún maestro te llegan a oír, pueden tomárselo muy en serio y nos meteríamos en problemas ambos.
-Bueno, tengo un amigo, mi mejor amigo, con él es con quien platico de estas cosas.
-Y tu amigo ‘entiende’?
-Cómo que ‘entiende’?
-Que si tú crees que a tu amigo le gusten los chicos.
-Ahh, no creo, a veces he intentado llevar la conversación mas allá, pero nunca capta las indirectas, así que yo creo que no.
-Ok, solo trata de no mencionarle nada, ya sabes que los chicos hablan y bueno…
-Eso sí es cierto, suele ser algo ‘comunicativo’.
-Bien, entonces mucho cuidado.

Ahí entendí que fue a partir de ese entonces que el Rojo se volvió más reservado y receloso conmigo, había ocasiones en que se mostraba muy hostil y huraño, y otros días en los que parecía que todo era tan normal como siempre, hasta que finalmente me dejó de hablar al final de ese año.

-Y esa fue mi primera vez– me dijo el Rojo.

Yo seguía con la cabeza recostada sobre su pecho, escuchando atentamente cada una de sus palabras, y solo musitaba un sí o un no cuando me preguntaba si me acordaba de tal o cual cosa.

-Rojo, me gustaría conocer mejor a tu padrino- le dije mientras le ajustaba su corbata.
-Y creo que él también querría conocerte, y más ahora que sé que eres uno de nosotros – me dijo- pero creo que eso será posible solo hasta la próxima semana, tendría que hablar con él primero para ponernos de acuerdo.
-Bueno, arreglalo, yo estaré encantado de la vida de conocer a otro suitlover y con más razón ahora que me contaste lo bien que te trató en tu primera vez.
-Oye cabrón, pero tú ya vas dispuesto a todo verdad?- me dijo con una sonrisa pícara
-Te estaría mintiendo si te dijera que no- le dije y terminé de ajustarle el nudo de la corbata y componerle el cuello, lo hice que se incorporara y le jalé la camisa por debajo del chaleco para que se pusiera todo en su lugar.

-No te preocupes, ya habrá tiempo para eso. Me dijo mientras me empujaba hacia atrás y se sentó a horcajadas sobre mí  al tiempo que me besaba apasionadamente.

sábado, 18 de mayo de 2013

La primera vez del Rojo - Ep. 14


Su tío le puso los brazos alrededor y lo acercó a él, y con mucha delicadeza lo besó en los labios.

-Vaya, mi primer beso- pensó el Rojo, y aunque no era como él lo había imaginado sino infinitamente mejor, trató de hacer lo mejor que pudo para estar a la altura de las circunstancias. Como cualquier adolescente calenturiento haría, le devolvió el beso a su tío con una pasión y unas ganas que más bien parecía un chacal tratando de devorar el último pedazo de carne en el desierto.

-Tranquilo ahijado, tranquilo! Que tenemos tiempo de sobra!- le dijo su tío divertido.

Fue en esa tarde que su tío le enseñó que para un buen beso, hay que tomarse su tiempo, no se trata de abalanzarse y querer tragarse a la otra persona, no, hay que disfrutarlo, despacito, recorrer los labios con calma, que la lengua vaya reconociendo todos los espacios que están esperando para ser acariciados, y ya para cuando los dos están en sincronía, es como si se desconectaran del mundo porque todos los demás sentidos están sometidos al sentido del gusto.

Después de casi una hora, que al Rojo le parecieron apenas unos segundos, su tío le pidió que se sentara a horcajadas frente a él, y entonces pudo tener acceso completo al traje de su tío, recorrió con placer el cuello de su camisa que estaba durísimo, su corbata de seda lustrosa y resbaladiza, su pecho por sobre el chaleco y cuando le metió las manos por dentro del saco sintió volverse loco al poder sentir el forro de satén en su espalda. Su tío por su parte no perdía el tiempo, le acariciaba con ganas su redondo trasero a manos llenas, ocasionalmente le ponía las manos en la espalda y lo apretaba contra sí, en un afán de sentir que estaban aún mas cerca.

-Ahijado, es tu primera vez?
-Sí- le dijo el Rojo un poco apenado- lo siento.
-Pero porqué lo sientes? Si apenas tienes 14 años caramba!-
-Pues sí pero me da pena con usted, esperará que sepa hacer cosas y la verdad es que no sé mucho.
-No te preocupes ahijado, estoy aquí para enseñarte, y capaz que eres tú quien termina enseñándome algo a mí!

Su tío hizo que se pusiera de pie delante de él, y con una mirada y una sonrisa pícaras, con una mano ágil le abrió la bragueta y le sacó rápidamente el pene.

-Vaya, en vivo es mucho más grande de lo que se ve en el video- pensó su tío.

Sin dar tiempo en que pensar, se lo metió todo en la boca de una vez. El Rojo inmediatamente arqueó la espalda ante el inmenso placer que sentía.

Su tío ya se imaginaba que por ser la primera vez, su ahijado no aguantaría mucho, y tal y como pensó, a los 5 minutos, el muchacho se retorcía entre gemidos de placer al tiempo que se apretaba el nudo de la corbata y se frotaba el pecho. Su tío se tragó cada gota de esa leche virginal porque hubiera sido una pena que se se desperdiciara pensó.

El Rojo cayó exhausto a su lado en el sofá, y a pesar de la enorme cantidad de semen que había eyaculado (su tío contó por lo menos 5 trallazos), seguía tan excitado como al principio.

-Ahijado! Eres insaciable! – bromeó su tío.
-Lo siento, no puedo evitarlo- le contestó el Rojo un poco apenado.
-No te preocupes, a tu edad lo que sobra son energía y ganas.

Volvieron a abrazarse y a besarse, el Rojo pudo sentir su propio sabor en los labios de su tío y le gustó. Poco a poco sintió como su pene despertaba nuevamente, ya estaba a punto de pedirle a su tío que se lo chupara cuando este le dijo:

-Ahijado, bájate los pantalones
-Que vamos a hacer? – le preguntó el Rojo un poco curioso.
-Algo que te va a encantar!

Mientras el rojo se quitaba los zapatos y los pantalones, su tío abrió un cajón cercano y sacó un pequeño tubo azul que dejó sobre el buró junto al sofá, tenía unas palabras en un idioma que no identificó, alemán u holandés quizá, y no tenía ni puñetera idea de qué demonios era eso.

Su tío se recostó en el sofá y se abrió la bragueta, fue la primera vez que el Rojo pudo ver de cerca el enorme pene de su tío, venoso, palpitante, casi morado por la excitación, y claro, rebosante de líquido seminal. Su tío no tuvo ni que decirle que quería que hiciera, él lo sabía, y lo deseaba con todas sus fuerzas.

Con todas las ganas que recorrían su joven cuerpo, el Rojo comenzó a succionar aquél pedazo de carne que su tío le ofrecía. Nunca antes había probado un pene, y el sabor le sorprendió, era un poco salado al principio, y después pudo percibir el tenue olor del detergente y el suavizante de telas en el pubis de su tío, finalmente la carne tomó un sabor dulce, que le fascinó y comenzó a mamar como si la vida se le fuera en ello.

-Así ahijado, así, muy bien, tienes un talento innato para esto!- le dijo su tío, mientras el Rojo, halagado por el comentario, hacía su mejor esfuerzo para no quedarle mal.

De pronto sintió como la mano de su tío lo jalaba hacia un lado para tenerlo más cerca, y después le separó las piernas y sintió como un objeto extraño y resbaloso se le metía entre las nalgas, el objeto no era tal, era el dedo experto de su tío que comenzaba a palpar su ano, se sentía extraño, pero no era algo que le molestara. Con verdadera maestría, su tío lo estaba calentando, ya se imaginaba lo que pasaría y la verdad es que sentía un poco de miedo de que le fuera a doler, sobre todo por semejante pedazo de hombría que tenía en la boca en ese momento.

De pronto su tío delicadamente lo apartó de él y sintió un poco de tristeza, realmente le gustaba mamar la enorme tranca de su tío.
Éste le pidió que se quitara el saco y después le dijo que se echara sobre el descansa brazos del sofá, quedando en mangas de camisa y con el culo al aire.

Su tío se arrodilló detrás de él, y con sus dedos expertos comenzó a darle un masaje en el ano, círculos lentos y firmes que lo pusieron cachondísimo.

El Rojo sintió que su hora se acercaba, solo esperaba que la experiencia fuera tan fantástica como lo había sido todo hasta ese momento.

Con lo excitado que estaba, dilató muy rápido, pronto no fue un dedo sino dos los que su tío le metía hasta el fondo y el solamente alcanzaba a empujar hacia atrás para sentir cómo esos dedos juguetones le entraban hasta el fondo.

-Hmmm que rico culito tienes ahijado, parece que ya estás listo le dijo su tío mientras se quitaba un guante de látex que él ni siquiera se había dado cuenta que su tío se había puesto.

-Y ese guante porqué?
-Me gusta manejarme con toda la higiene posible ahijado, esa es la primera lección que tienes que aprender.
-No se preocupe por eso.
-Cuento con ello– le dijo su tío guiñándole un ojo- Solamente te voy a preguntar una vez mas, estás seguro de que quieres hacer esto?
-Tengo mis dudas, pero tarde que temprano tiene que pasar y no me imagino un mejor momento ni una mejor persona para hacerlo.
-Para mí será un honor- le contestó su tío con una sonrisa.

Se sacó un condón del bolsillo del traje, abrió el paquetito y rápidamente se lo puso en aquél magnífico ejemplar de pene que tenía.

El Rojo temblaba de la expectación mezclada con un poco de miedo, pero definitivamente quería sentirse poseído por el hombre que había sido su mayor fantasía desde que supo que existía algo tan fantástico como el sexo.

Su tío lo tomó firmemente de las caderas y entonces el Rojo lo sintió, recordó aquél verso de una de sus canciones preferidas ‘Knock knock knocking on heaven’s door!’ y se sonrió un poco, aunque la sonrisa se le borró instantáneamente en cuanto sintió apenas la cabeza entrándole.

-Aaaargh!!
-Tranquilo sobrino, vas muy bien, es normal que te duela al principio, pero vas a ver que en unos momentos vas a rogarme por más.

El Rojo no se imaginaba ni de chiste cómo es que alguien podía pedir más de aquélla tortura, pero  si su tío se lo decía, sería por algo. Lentamente sintió como aquélla enorme verga lo iba penetrando centímetro a centímetro. Era una sensación rara, dejen ustedes lo doloroso, lo raro; sintió en sus entrañas varias partes de su cuerpo que ni siquiera sabía que estaban ahí, especialmente algo parecido a una pelota pequeña que le apretaba los conductos urinarios, cada vez que su tío se movía dentro de él, sentía como esa parte de él se contraía como cuando estaba orinando y cortaba el chorro. Era una sensación totalmente nueva y desconocida y lo tenía totalmente intrigado.

Su tío pasó más o menos unos cinco minutos dentro de él, para que se acostumbrara al tamaño y su ano terminara de dilatarse. El Rojo aún sentía un poco de dolor pero su tío lo calmaba.

-Es que me duele tío!-
-Tranquilo mi niño, ya está toda adentro, ya va a pasar- lo calmó su tío.

Fue entonces que la verdadera experiencia empezó. Su tío le sacó todo de un solo jalón y sintió como el alma le volvía al cuerpo, aunque la sensación no duró mucho, pues casi en cuanto salió, volvió a entrar hasta el fondo, despacito, pero aún así fue TODO.

Le sorprendió que esta vez casi no le dolió, amén de que su ano se tragó todo sin la menor dificultad, así que su tío comenzó a hacer eso varias veces, sacársela toda de un golpe y luego volvérsela a meter toda. Después de unas 50 veces que te lo hacen, la verdad es que ya no molesta, al contrario, comienzas a sentir como tu cuerpo coopera con la causa, en cuanto su tío notó que en vez de un ‘aaarghh’ le salía un ‘aahhhhh’, comenzó a darle velocidad.

Y ahí estaba el Rojo, boca abajo y con el culo al aire mientras su tío se lo follaba con verdadero arte y maestría, ya el miedo se le había pasado y se concentraba en esa sensación totalmente nueva que se apoderaba de sus entrañas. Su tío siguió duro y dale por más o menos otros diez minutos, se notaba que él también estaba disfrutando muchísimo pero sabía controlarse, no como él que se había venido cuando apenas empezaba lo bueno.

Su tío se la sacó nuevamente y se bajó los pantalones, después se recostó en el sillón y le pidió que se sentara sobre él, cosa que hizo sin preguntar. Podía verse en el reflejo de la televisión apagada como saltaba sobre el pene de su tío y esa imagen lo enloquecía de placer. De improviso, una sensación totalmente inesperada se apoderó de él, sin tocarse ni nada, sintió como tenía un orgasmo, aunque el semen no salió disparado con la misma fuerza que solía salir sino que más bien se le escurrió del pene, la sensación fue totalmente similar.

-Tío! Tío! que me pasó?!!- le preguntó el Rojo genuinamente desconcertado.

Su tío se echó a reír y le dijo que no era nada malo, era semen igual que las otras veces, pero que era probable que por estar tan excitado y con una verga metida en el culo, se hubiera estimulado su punto G, y por lo mismo tuvo un orgasmo sin buscarlo conscientemente.

-Bueno, puesto que tú ya terminaste, creo que yo voy también por el mío- le dijo su tío y le pidió que se levantara, se diera la vuelta y se sentara nuevamente frente él para verlo a los ojos.

El Rojo obedeció y su tío comenzó a penetrarlo con mayor fuerza. Lo tenía bien agarrado de los costados, y se la metía sin piedad; por su parte, él se sentía orgulloso y empoderado de saber que le estaba causando semejante placer a ese hombre y verlo poseído por verdadera lujuria.

Finalmente observó como su tío apretaba los dientes y la quijada, entonces pasó. Soltó un gemido de placer, sintió como sus dedos se hundían con fuerza en su espalda y como el pene de su tío se tornaba cálido dentro de él.

viernes, 17 de mayo de 2013

Busted! - Ep. 13


En la pantalla se podía ver a sí mismo, en la recámara de su tío, abriendo el closet, recorriendo las camisas, las corbatas y sobre todo, como descolgaba la camisa azul y como se la ponía con los gemelos y la corbata, finalmente cuando se sacaba el pene y comenzaba a masturbarse.

-Tío, le juro que le puedo explicar…
-No te preocupes- le dijo su tío divertido- desde hace tiempo había empezado a notar que las cosas no aparecían tal y como yo las había dejado, pensé que era yo mismo y que no me fijaba bien, pero un día apareció una camisa blanca con el cuello y los puños sucios, y yo estaba seguro de que no me la había puesto. Y como no creo en duendes ni cosas de esas, pensé que alguien más se estaba escabullendo aquí. Tenía la duda de que fueras tú o tu hermano, pero él casi nunca viene para acá, así que se me ocurrió esconder esta cámara, para averiguar de una vez por todas quién se estaba poniendo mi ropa-

El Rojo a punto de echarse a llorar solo alcanzó a decir:

-Tío, por favor no le vaya a decir a mis papás!
-Tranquilo, cálmate, por supuesto que no les voy a decir nada, créeme, a mi no me molesta para nada que utilices mis cosas.
-Ah no?
-Mira ahijado, la verdad es que tú y yo tenemos más cosas en común de lo que te imaginas – le dijo su tío apagando la televisión.
-A qué se refiere?
-Dime, con esto que haces? Qué sientes?
-No sabría explicárselo muy bien con palabras, pero me hace sentir diferente, como si no fuera yo cuando traigo esta ropa, mas adulto, más poderoso, todo un hombre.
-Ya también te excita vestirte así?
-Sí, la verdad sí, se acuerda de aquél traje que usé para mi primera comunión?
-Trajecito gris oscuro, camisa blanca, y corbata azul marino?
-Ese mismo, en verdad se acuerda?
-Claro que me acuerdo!
-Bueno, desde esa vez empecé a sentir estas cosas.
-Me imagino.
-Y entonces usted sabía?
-Me imaginaba, pero quería que tú me lo dijeras personalmente.
-Entonces no le va a decir nada a nadie?
-No, y es más, creo que ya no será necesario que te escondas, puedes venir cuando quieras y probarte lo que quieras de aquí del closet.
-Es en serio?
-Totalmente en serio.
-Oiga tío, y a que se refería cuando me dijo que teníamos mucho en común?
-Puedes prometerme que no vas a decir nada de lo que te platique?
-No se lo prometo, se lo juro.
-Mira, quiero que entiendas que esto no es una promesa como cualquier otra que hayas hecho en tu vida, lo que tú y yo platiquemos aquí JAMÁS puede salir de esta casa, así como yo te prometo que no le diré nada a tus padres, tú tienes que prometerme lo mismo.
-Es un trato – le dijo el Rojo ahora con verdadera curiosidad acerca de qué es lo que tendría para platicarle su tío.
-Ahijado, la verdad es que esto que compartimos tu y yo se llama fetichismo, quizá alguna vez lo hayas escuchado el término.
-No, no me es familiar.
-Bueno, el fetichismo es una de las muchas manifestaciones de la sexualidad humana, en nuestro caso particular, nosotros nos excitamos con la ropa formal, ya sabes, trajes, corbatas, camisas, todo eso. Te suena conocido? – le dijo su tío mientras se sentaba en el sofá frente a él.
-Pues muchas veces me pregunté si yo sería el único, a mis amigos de la secundaria solo parece interesarles las tetas y las nalgas de las mujeres, cuando la verdad es que a mí no me provocan ni curiosidad.
-Así me pasaba a mí, solo pensaba en corbatas, corbatas y mas corbatas.
-Entonces usted se ponía la ropa de su papá?
-Sí, tú también lo haces?
-Sí, aunque le tengo que confesar que la ropa de usted me gusta muchísimo más- le dijo el Rojo mientras esbozaba una sonrisa.
-Mi compadre es muy práctico, él no es muy de prestar atención a los detalles, compra lo que le queda y ya, no le gusta llamar la atención ni un poquito, él se pone traje para cumplir.
-Bueno, pues yo me tengo que conformar con lo que hay.
-Y de mis cosas que es lo que más te gusta?
-Quiere la verdad? Me gusta TODO, si yo pudiera tener su closet en mi casa no saldría de mi cuarto!
-Bueno, no creo que sea muy sencillo de explicar que hace toda mi ropa en tu closet si te la llevas verdad? pero puedes ponerte lo que quieras.
-Es que no sé, me da pena…
-Cabrón, que pena te va dar? Si ya vi que no te da ni tantita pena!
-Jajaja si, pero no sabía que me estaban grabando.
-Bueno, en este caso si ya nos sinceramos no veo porqué te tenga que dar pena. Es más, te quieres poner algo ahora?
-Le estaría mintiendo si le dijera que no.
-Bueno, vamos- le dijo tomándolo de la mano y llevándolo a la recámara.
-Tío, le puedo decir algo más?
-Claro, dime.
-La verdad es que me gustaría mucho, muchísimo ponerme lo que usted está usando justo ahora.
-Faltaba más! – dijo su tío, que se empezó a desvestir.



El Rojo sintió como se le paraba inmediatamente, de tan solo imaginarse que en unos momentos estaría vistiendo el traje que traía su tío, era como un sueño hecho realidad.
Su tío fue dejando la ropa cuidadosamente sobre la cama, el saco, el chaleco, la camisa, la corbata, el cinturón y los pantalones hasta quedar solamente en calcetines y calzoncillos.

-Oiga tío, espero no ser un aprovechado, pero me gustaría ponérmelo TODO.
-Todo?
-Sí, me gustan sus calcetines- le dijo señalándoselos, negros de punta dorada con su broche y liga.
-Bueno, te los presto con gusto- le dijo guiñándole el ojo.
-Y sus bóxers.
-Ah caray, y esos para qué?
-Me gustaría sentir TODO lo que siente usted cuando termina de vestirse por la mañana.
-Ok, pero seguro que no prefieres unos del cajón?
-No, quiero los que trae puestos- le dijo el Rojo con la voz ya mas temblorosa- me gustaría la experiencia completa.

Su tío finalmente se quitó los bóxers y se envolvió en una toalla. A pesar de lo rápido del movimiento, el Rojo tuvo tiempo de alcanzar a verle un magnífico pene y unas pelotas grandes y lampiñas, amén de un muy bien formado trasero.

Entonces no perdió más tiempo, se puso los calcetines, le tomó un par de segundos deducir como se ponían las ligas porque nunca había usado unos de ese tipo, después tomó el bóxer y disimuladamente lo olfateó, olía a jabón, a sexo y el pulso se le aceleró sabiendo lo que en unos momentos probablemente pasaría y se lo puso. Después se metió en los pantalones, que le quedaban un poquito flojos; la camisa de la cual no supo que le gustaba más, si el hecho de que estuviera rígida y muy bien almidonada de los puños y el cuello, o el olor del perfume de su tío que lo embriagaba, su tío se acercó con los gemelos:

-Permíteme ayudarte-

El Rojo le extendió los brazos para que se los colocara. Después su tío tomó esa corbata roja con franjas y se colocó detrás de él, le levantó el cuello y comenzó a anudársela.

-Pude notar que te hiciste un nudo sencillo la última vez que estuviste aquí, te gustaría que te hiciera el mismo nudo que me hago yo?-

El Rojo sentía como le temblaban las rodillas, no podía creer que esto estuviera pasando, apenas alcanzó a balbucear un sí.

Su tío le hizo el mejor nudo de corbata que había visto en su cuello, realmente le daba un aspecto enteramente diferente, pasaba de ser ‘un simple oficinista’ a ‘un alto ejecutivo’ simplemente por agregar una vuelta más.

Su tío le fajó la camisa en los pantalones y le puso el cinturón, después le trajo el chaleco y notó que le dejó sin abrochar el botón de abajo.

-Porqué éste último no?
-Te agrega un detalle de distinción, es como un código entre la gente que sí sabe cómo vestir un traje para diferenciarse de aquéllos que lo usan automáticamente como una obligación.
-Eso no lo sabía.
-Ya tendré tiempo de irte enseñando muchas cosas ahijado- le dijo mientras le sostenía el saco para que metiera los brazos.

Cuando terminó de ponerse los zapatos, se paró frente al espejo, se veía muy bien, a pesar de que el traje era una talla más grande que el suyo.

-Ya para el próximo año creo que te quedarán como hechos a tu medida muchacho- le dijo su tío mientras le sacudía una pelusa del hombro.
-Tío, podría pedirle algo más?
-Claro, lo que quieras.
-Me dejaría que lo vistiera?
-Pensé que no lo dirías nunca.

El Rojo se dio unos pasos hasta el closet y pudo sentir en cada centímetro cuadrado de su cuerpo la ropa de su tío, vaya que se sentía bien, el cuello apretado y delicioso; la camisa almidonada sobre su torso; su pene dentro de aquéllos bóxers; el vello de sus piernas sintiendo el forro del pantalón con cada movimiento que hacía; sus pantorrillas sintiendo la novedad de las ligas y los calcetines, y sobre todo, el olor tan rico que emanaba aquélla ropa.

No le tomó mucho tiempo decidirse, hacía tiempo que anhelaba jugar a vestir a su tío como si fuera un muñeco y ahora finalmente tenía la oportunidad.

Descolgó un traje gris oscuro de raya diplomática, de tres piezas por supuesto, una camisa blanca de gemelos (su tío no parecía tener de otras), y una corbata rosa oscuro, casi morada, con un patrón de puntitos blancos muy pequeños.



Su tío ya se había puesto unos calcetines, y el Rojo le alcanzó los pantalones para que se los pusiera. Después se acercó con la camisa blanca y su tío le extendió los brazos para que se la pusiera, le abrochó los botones lentamente, disfrutando del momento y aspirando el riquísimo olor de la camisa recién salida de la tintorería. Le puso unos gemelos y su tío tomó la corbata y le dijo:

-Sabes hacer el cuatro en mano?
-No
-Es un nudo que le va muy bien a este tipo de camisas – le dijo señalando el cuello que estaba un poco mas separado- es de cuello italiano.

El Rojo vio como su tío hacía ese nudo con una facilidad tal que se quedó asombrado, él solo conocía un modo de anudarse las corbatas y no siempre le quedaban muy bien.

Finalmente le puso el saco a su tío, y se quedó prendado de lo que vio frente a él, su tío sí que sabía sacarle provecho a sus trajes, no solo los compraba porque estaban caros y darse una cierta imagen, no, sabía qué era lo que le quedaba bien y vaya que sabía lucirlo.
-Solo el último toque - dijo su tío tomando un pañuelo de seda blanca con puntos rojos y se lo puso en el bolsillo. A él nunca se le habría ocurrido esa combinación, pero su tío tenía un don para esas cosas.

-Y ahora qué hacemos? – le dijo el Rojo
-Solo se me ocurre una cosa ahijado.

jueves, 16 de mayo de 2013

Y así pasó - Ep. 12


-Tío, voy a pasar a su baño-
-Claro, ya sabes que no ocupas avisarme cada vez que vayas.

El Rojo ya sabía que a sus catorce años no necesitaba avisar que quería ir al baño, pero tampoco se atrevía a andar husmeando así como así, por lo menos el ir al baño le daba una excusa para entrar al dormitorio de su tío. 
Hacía tiempo que su trajecito de la primera comunión le había dejado de quedar, y tampoco había salido alguna excusa para comprarle uno de su talla, así que con toda regularidad asaltaba el closet de su papá y se ponía su ropa, pero la verdad era que su tío tenía muchísimo mejor surtido y variado el suyo, y jamás desperdiciaba una oportunidad para ir a su casa y por lo menos oler y tocar la ropa.

Como siempre, entró al baño pero solo a lavarse las manos, para lo que le gustaba hacer, era mejor traerlas limpias. Se asomó al pasillo para ver si no había alguien y después con mucho cuidado para que no rechinaran abrió las puertas del closet y allí estaba, toda la colección de camisas, trajes, sacos sport, pantalones, corbatas, zapatos y accesorios que tenía su tío Víctor.

Su papá y su tío se habían quedado afuera bebiendo unas cervezas y platicando de sus viejos tiempos, así que podría decirse que tenía tiempo.

Buscó entre las camisas de su tío a ver si encontraba alguna nueva y sí, había una azul celeste de puños dobles, de solo verla sintió como se le ponía duro allá abajo y no pudo resistirse, la descolgó y se la puso. Se miró al espejo y vio que ya no le quedaba tan grande, la ventaja de la adolescencia era que en poco tiempo había aumentado de estatura y de talla y ahora la ropa de su tío le quedaba mucho mejor que hacía tan solo un año pensó mientras se ponía unos gemelos plateados. Buscó una corbata a juego y se encontró una de franjas azul metálico y azul acero, separadas por franjas mas delgadas de color blanco y negro. Se volteó a ver en el espejo y se hizo el nudo lo más rápido que pudo, ya tenía práctica así que lo podía hacer hasta con los ojos cerrados.



Con mucho cuidado se asomó por la ventana y vio a su papá y a su tío que ya iban por la cuarta cerveza, así que se dio prisa, no pasaría mucho tiempo antes que a alguno de los dos le dieran ganas de orinar y de pasar al baño.

Se bajó los pantalones y dejó salir aquél pedazo de carne de su prisión, la tenía durísima y palpitante, ya se dejaban sentir las primeras gotas de líquido seminal, y supo que no le tomaría mucho tiempo venirse.

Se puso frente al espejo y comenzó a masturbarse, con la mano que le quedaba libre se acariciaba el cuello, se llevaba la corbata a los labios y la acariciaba con ellos, se ponía el puño de la camisa en la nariz y aspiraba su olor que le encantaba.

No pasaron más de cinco minutos cuando eyaculó, sendos trallazos de semen volaron por los aires. El Rojo arqueó la espalda mientras se frotaba el cuello de la camisa y el nudo de la corbata frenéticamente.
Cuando la sensación pasó, se quitó todo y lo volvió a colocar cuidadosamente en la misma posición que lo había encontrado. Limpió el reguero que había en el piso y botó los kleenex en el sanitario, después salió de ahí como si nada hubiera pasado.

Pasó poco más de una semana, y los papás del Rojo iban a salir de la ciudad, por lo que le dijeron que esa tarde al salir de la escuela su tío Víctor lo recogería.

Efectivamente, a la salida de la escuela, su tío lo estaba esperando, tan bien vestido como siempre, traía una camisa azul de rayas muy finas, de cuello y puños blancos (de gemelos por supuesto), una corbata roja con franjas delgadas grises y azul marino; el traje era de un color gris Oxford, aunque el saco no lo traía puesto para que no se arrugara, sin embargo el chaleco le daba un toque distinguido y el Rojo solo sintió un nudo en el estómago como siempre.

Su tío le preguntó cómo había estado su día, que había hecho y demás.

-Nada nuevo, hoy tuve el último examen del bimestre, así que ya podré descansar.

Al Rojo le pareció un poco raro que no estuvieran tomando el camino a su casa, sino mas bien parecía que iban a casa de su tío, pensó que tal vez tendría que recoger algo y ya. Sin embargo, al llegar y aparcar, su tío le dijo que bajara por favor, que no tardarían pero no quería dejarlo afuera.

Entraron a la casa y su tío se fue a la cocina a hablar por teléfono, el Rojo se sentó en la sala a esperar.
Su tío regresó de la cocina y le dijo:

-Ahijado, tengo algo que quiero que veas, podrías poner la VCR?

El Rojo le cambió al canal 3 y le dio 'PLAY', como tantas otras veces.

Lo que vio lo dejó HELADO, sintió como un sudor frío le empapaba el cuerpo en un abrir y cerrar de ojos y que una intensa picazón lo recorría de arriba abajo.

miércoles, 15 de mayo de 2013

Bueno ya, cuéntame de una vez! - Ep. 11


-Vaya, así que la primera vez que tuviste un sueño húmedo estabas todavía de corbata?
-Sí, fue una coincidencia, pero ahí me quedó claro que ese tipo de ropa me hacía sentir diferente.
-Y ahí te empezó el fetiche?
-Es lo más probable, antes de eso no recuerdo que los trajes me parecieran la gran cosa, mi papá los usaba para trabajar y para mi simplemente eran ‘la ropa de mi papá’.
-Y luego?
-Pues pasó como un mes, y a cada rato pensaba en ese traje que estaba en mi closet, en las ganas que tenía de usarlo, pero no me atrevía, pensaba que me iban a regañar por ponérmelo, y por lo mismo me detenía.
-Y hasta cuando lo volviste a usar?
-Un día mis padres salieron a cenar, y nos dejaron solos a mi hermano y a mí, en ese entonces mi hermano estaba traumado con su Super Nintendo así que sabía que ni por enterado se daría de que yo no estaba ahí.

Cerré la puerta de mi habitación y saqué todo del closet y me lo volví a poner. No sé si era por el hecho de estarlo haciendo a escondidas o por el traje, o a la mejor por las dos cosas, pero estaba muy excitado, sentía como un escalofrío me recorría todo el cuerpo, y en cuanto me puse la camisa, se me puso duro. Me puse el pantalón, el chaleco, el saco, la corbata no sabía cómo se anudaba así que fue un desastre.

-Y te masturbaste?
-No, tenía 10 años, no sabía nada de sexo todavía, solo sabía que lo que sentía era diferente a todo.
-Y entonces de ahí se te hizo costumbre?
-Sí, cada vez que me dejaban solo, aunque fuera por un momento, me metía al closet y me ponía por lo menos el chaleco y la camisa, la corbata no la aprendí a anudar sino hasta varios meses después, así que por lo general tomaba la que dejaba mi papá sobre la silla cuando regresaba del trabajo, yo sabía que no se iba a poner la misma corbata dos días seguidos, así que la escondía y la regresaba después de haberla usado.
-Y cuando fue que aprendiste a masturbarte?
-Yo creo al año siguiente, en la escuela ya ves que todos se la llevan hablando de eso y me decían ‘hazte así y así’, pero yo no lo entendía, hasta que una vez encontré a mi hermano viendo una porno en su cuarto y lo vi masturbándose.
-En serio?
-Sí, fue un sábado en la mañana, mis padres siempre salían, el cabrón pensó que no había nadie, pero yo me había quedado dormido, y cuando lo fui a buscar para ver que íbamos a desayunar lo encontré con la verga en la mano.
-Y que hizo?
-Lo único que podía hacer, me amenazó para que no le dijera nada a mis papás y ya.
-Y nunca lo echaste de cabeza?
-No, para empezar ni siquiera entendía muy bien qué era lo que estaba haciendo y aparte yo nunca fui chismoso.
-Y entonces?
-Pues me entró la curiosidad, a pocos días me atreví a intentarlo yo solo, me estaba bañando cuando se me paró, y pensé en hacer lo mismo que había visto hacer a mi hermano.
-Y que pasó?
-Pues ahí estaba duro y dale, al principio no sentía nada, pero de pronto empecé a sentir esas cosquillitas que sentía cuando me ponía traje, y seguí y seguí hasta que me salió el chorro de aquélla cosa blanca, no sabía ni qué era, pero me asusté, estuve a punto de decirle a mi papá, pero no me atreví. Lo que había sentido fue algo muy muy rico, y no me tomó mucho tiempo el combinar eso con los trajes, y pues desde entonces me hice adicto.
-Vaya, buena historia, y tu tío? Cómo fue que te sorprendió husmeando en su closet?
-Ah bueno, eso fue otra vez que…

martes, 14 de mayo de 2013

El relato del Rojo, tal y como me lo contó a mí - Ep. 10


Todo había comenzado unos años atrás, cuando el Rojo tenía unos 10 años y le llegó el tiempo de hacer la primera comunión. Sus padres no eran particularmente devotos de la religión, pero había cosas que socialmente no se podían evitar, y la primera comunión era una de esas cosas, y ya por lo menos era una excusa para hacer una fiesta.

Naturalmente, su tío se ofreció de nueva cuenta para ser su padrino, ahora ya no solo sería de bautizo sino de primera comunión.

Y así empezaron los 3 meses obligatorios de ir al catecismo los sábados en la mañana, bastante aburrido la verdad pero era algo inevitable.

Conforme se acercó la fecha, su mamá comentó que tenían que ir buscándole el traje para ese día. Al Rojo no le agradó la idea en lo más mínimo, decía que todos le iban a hacer burla y que no quería usar traje, sus padres obviamente, le dijeron que era una tontería, y que el fin de semana siguiente se irían de compras.

-Porqué no lo llevas con Víctor?- le dijo su mamá a su papá.

El tío Víctor, hace algunos años había tenido la idea de abrir una tienda de trajes en un centro comercial bastante pijo, donde le iba muy bien. Con el tiempo se hizo de una base de clientes muy fieles, y se le ocurrió entonces abrir una tintorería, el resultado había sido un negocio redondo porque después a sus clientes les lavaba la misma ropa que les vendía.

Fue así como un jueves después de salir de la escuela, su papá lo llevó a la tienda de su tío a buscar su primer traje.

El Rojo me dijo que en esos tiempos no sentía ningún tipo de atracción por los trajes, se le figuraban ropa para gente grande; en realidad su mayor preocupación era que sus amigos le fueran a hacer burla por andar tan formal, ya saben cómo los niños son crueles a veces.

Su papá pensaba que el típico trajecito blanco de primera comunión no le serviría más que para esa ocasión, así que mejor optaron por uno de color gris carbón de tres piezas, una camisa blanca y una corbata discreta en azul marino. Hubo que hacerle algunos ajustes en el largo del pantalón y de las mangas, pero en la tienda se encargarían de hacer los arreglos, de modo que lo único que se llevó ese día fueron la camisa, la corbata, unos calcetines y los zapatos.



Pasaron todavía otras dos semanas y el Rojo terminó de aprenderse el Credo, el Salve y un montón de oraciones que en la vida volvería a utilizar, en su casa ni siquiera iban a misa los domingos.

Finalmente fue su primera confesión, aunque seguía sin entender muy bien porqué tenía que decirle sus pecados a un completo extraño para recibir un perdón que hasta hacía 3 meses ni siquiera sabía que necesitaba.

El gran día por fin llegó, y a la hora de ponerse el traje, lo hizo sin mucho entusiasmo, le parecía que sería algo muy incómodo y que le daría calor, pero no había manera de evitarlo, era ahora o tener que volver al catecismo otros 3 meses.
Se puso el pantalón, los calcetines, los zapatos, la camisa, el chaleco y el saco; la corbata no sabía anudársela, así que fue con su papá para que le hiciera el nudo.

Su papá estaba también terminando de vestirse, el Rojo había visto muchas veces de traje a su papá, pero ésta vez cuando se vio al espejo junto a él, comenzó a tener una sensación extraña en la boca del estómago, como si trajera mariposas revoloteándole por dentro, se sentía de repente mas grande, mas crecido, mas adulto pese a tener apenas 10 años. Cuando su papá le terminó de anudar la corbata, se sentía como todo un señor, y esa sensación le gustó.

Llegaron a la iglesia y su tío Víctor los estaba esperando allí, y vaya que iba elegante también, un traje gris oscuro como el suyo, de tres piezas por supuesto, una corbata azul metálico, una camisa blanca de gemelos  y sus zapatos muy bien lustrados, además, cuando lo abrazó, notó el olor de su loción, que olía entre limón o pomelo, no supo qué pero le encantó.

Su tío iba acompañado de ‘una amiga’; ahora que lo recordaba, su tío había tenido muchas ‘amigas’ a lo largo de los años, aunque nunca hubo nada serio con ninguna de ellas. Se había casado muy joven, se divorció también muy pronto y jamás se volvió a casar. Alguna vez le había preguntado a su tío porqué y éste le había contestado que el matrimonio era una piedra con la que no se volvería a tropezar. Candidatas no le faltaban, pero su tío simplemente no daba su brazo a torcer.

Cuando terminó el circo de la ceremonia, se tomaron fotos y se quitó el moño que le habían puesto en el brazo y la vela, bueno, no recordaba ni donde la había dejado.

Su tío en su calidad de padrino, había insistido en organizar una pequeña fiesta para la familia en su casa, ya que tenía el jardín un poco más amplio. Algo sencillo, con algunas carpas, servicio de catering y buen vino para los grandes; pizzas y hamburguesas para los más chicos.

El Rojo se entretuvo jugando y correteando con sus primos, que tal y como lo había temido, se pasaron buena parte de la tarde bromeándole por su atuendo tan formal, aunque la mera verdad, no le importaba tanto, le había gustado sentirse parte de los mayores y más junto a su papá y su tío que iban tan bien arreglados. Conforme fue avanzando la noche, los invitados se fueron yendo, sus papás se quedaron hasta más tarde platicando con su tío y su ‘amiga’ entre que los del servicio recogían las sillas, los manteles, las mesas, etc. Al Rojo le dio sueño y pensó en echar una siesta a la recámara de su tío.

Había entrado a esa habitación muchas veces, pero un olor flotaba en el aire, el de la loción que su tío traía y que le había gustado tanto. Se fue siguiendo el olor hasta que llegó a los cajones del closet y ahí se encontró con varios frascos con nombres que no conocía, A-R-M-A-N-I,   B-U-R-B-E-R-R-Y,   D-I-O-R  y varios más que no recordaba cuando me contó. Después se vio en el espejo de cuerpo entero que tenía su tío en la habitación, sí, se veía muy guapo, todo un galán. 

Hizo el intento de ajustarse su corbata cuando sintió que su cosita se le ponía dura. La sensación la conocía bien, le pasaba todas las mañanas cuando tenía ganas de orinar, pero esta vez era diferente, sentía como cosquillitas. No le dio mucha importancia, aunque no se le bajaba. Sobre el respaldo de una silla, vio el saco del traje que su tío traía puesto esa tarde, seguramente había entrado antes y lo había dejado ahí. No pudo contener las ganas y se lo puso, le quedaba ENORME, pero el saco olía delicioso y el forro que tenía era muy resbaloso y calientito. Sin quitárselo, siguió curioseando por el closet de su tío, y se encontró con la colección de gemelos de todos tipos, colores, formas, trató de ponerse unos, pero su camisa no era para mancuernillas y mejor los regresó a su lugar.

De ahí su vista se posó en una de las orillas del closet donde su tío tenía las corbatas, eran muchísimas! Las veces que había visto en el closet de su papá a lo mucho había 20; su tío por otro lado, tenía por lo menos 200, todas acomodadas por color y todas olían muy rico, seguramente de pasar todo el día pegadas a su pecho con esa loción tan rica.

De repente escuchó pasos acercándose, y rápidamente se quitó el saco de su tío.

-Ah, aquí estás- le dijo su papá
-Es que vine al baño-
-Pero no debes entrar aquí, para eso está el baño de visitas -
-Es que estaba ocupado.
-Bueno, ya vámonos.

El trayecto de regreso a su casa fue silencioso, ya todos traían sueño y cuando llegaron le dijeron que se fuera directamente a la cama porque era muy tarde.

El Rojo llegó a su cuarto, pero no se quitó el traje, su cosita seguía dura y le gustaba la comezoncita que sentía, y sabía que era por la ropa que traía puesta.

Se echó en cama y en lo único que pensaba era en acariciar el cuello de su camisa, de su corbata que no se había aflojado desde la tarde que se la puso su papá y en oler su saco al que le había puesto un poquito del perfume de su tío, sí, era un momento muy agradable el que estaba pasando, y fue así como se quedó dormido.

A la mañana siguiente se despertó en medio de una sensación totalmente desconocida pero muy placentera, traía todavía su pene duro, pero ahora sentía como si le palpitara, y la comezón y las cosquillas que sentía el día de ayer las seguía sintiendo pero multiplicadas por mil. No supo que era lo que pasaba, pero sin duda no le molestaba. Esperó quiero hasta que la sensación pasó, deseaba con todas sus fuerzas que volviera a repetirse, pero ya no volvió.

Se levantó al baño todavía con la corbata puesta, y vio que en su bóxer estaba mojado, como si se hubiera orinado un poco, por suerte el pantalón no se le había mojado, y se quitó todo y lo arrojó sobre la cama, después se puso a ver las caricaturas del domingo.

Yo quería un tercero pero ya qué...


-Vaya, es una de las cosas que más temí que me pasaran alguna vez, y mira que estuve cerca de que me pescaran vestido y alborotado.
-Bueno, pues a mí sí me pasó.
-Pero sácame de una duda, es tu tío o es tu padrino?
-Mi padrino, pero mi papá y él se conocen desde la primaria y son mejores amigos desde entonces, lo más lógico era que terminaran siendo compadres. Mi papá le dice ‘hermano’, así que yo le digo tío.
-Y cómo se llama tu tío?- le pregunté mientras aspiraba el exquisito olor de su cuello y lo acariciaba con los labios listo para un tercer round.
-Victor.
-Y entonces? Cómo te atrapó en su closet?
-Mejor te cuento como empezó todo.

viernes, 3 de mayo de 2013

Y el segundo de la noche - Ep. 9


Una lengua retorciéndose dentro de mi boca fue lo que me despertó. Muchísimas veces había soñado con coger con el Rojo, mas de las que me atrevo a admitir, pero al parecer esto no había sido un sueño, había sido real, más real que las ganas de orinar que sentía en ese momento.

Le devolví un beso resbaloso y cochinón al Rojo, y después corrí por mi vida a orinar.

Él quería reiniciar la acción otra vez, y aunque yo también quería,  tenía otros planes, y para eso me apetecía primero tomar una ducha, así que le aflojé la corbata y se la quité, después el chaleco, le desabotoné la camisa, le quité los gemelos y solo le faltaban los calcetines con su liguero, se apoyó en mi hombro en lo que se los quitaba.

Después él me desvistió a mi y sentí escalofríos que me recorrían de arriba a abajo.

Cuando estuvimos desnudos, lo tomé de la mano y nos metimos bajo la regadera. Tantas veces le había dedicado las pajas en la ducha al Rojo que ahora que lo tenía aquí conmigo no sabía qué hacer. Me limité a enjabonarlo y tallarlo, sintiendo su bien formado cuerpo en el proceso. El Rojo hacía lo mismo conmigo, y lo hacía con tal habilidad que yo sentía que flotaba simplemente de sentir como sus manos me iban recorriendo el cuerpo ayudadas por lo resbaloso del jabón. En una de esas se le cayó el jabón y no pude evitar salir con el cliché de:

-Uuuhh se te cayó el jabón putito!
-Lástima que no sea jabón de polvo...

Los dos soltamos la risa, aunque ya sabíamos que al que le iba a tocar agacharse por el jabón sería a mí.

Salimos de la regadera y nos secamos con una de sus toallas. Antes de meternos a la ducha, yo había tenido el cuidado de dejar la ropa extendida sobre la cama, por lo que cuando le hice la seña que se acercara, le dije que si le apetecía un segundo round.

-Esa pregunta ni se pregunta cabrón!
-Ok, aunque ahora quiero que cambiemos, yo me pongo lo que tu traías y tú te pones lo mío, va?

Al Rojo le brillaron los ojitos y no pudo contener una sonrisa, era obvio que le agradaba la idea.

-Es una de mis fantasías más recurrentes sabes?- le dije.
-Coger de traje?
-Bueno, eso y después intercambiar la ropa con el otro
-Sí, es una sensación bastante peculiar, lo vuelve todo un poquito mas kinky verdad?

Y pues procedimos, el Rojo tomó esa preciosa camisa blanca de rayas finas negras y me la puso, con mucho cuidado fue abrochándome cada uno de los botones y me puso los gemelos. Después tomó la corbata roja de seda y me la anudó en el cuello, muy apretada; se puso detrás de mí y me colocó el chaleco al tiempo que me besaba el cuello y detrás de las orejas. El pulso me volvió a latir a mil otra vez y mi pene despertó para la segunda vuelta. Luego me pidió que me sentara para ponerme los calcetines el mismo. Me colocó las ligas sobre las pantorrillas y después me ajustó los calcetines y los abrochó. Yo estaba extrañado de que me hubiera puesto el chaleco sin haberme colocado los tirantes y pensé que se había equivocado, pero cuando se lo señalé, me dijo que tenía otros planes para mí, yo sonreí.

Luego tuve el gusto de volver a vestirlo, esta vez con esa camisa blanca de gemelos y esa hermosa corbata, aunque debo decir que lo que más me ponía de ese atuendo que se iba a poner, era el chaleco, ese color azul del forro me volvía loco. Cuando estuvo listo, nos paramos frente al espejo. En verdad que parecía una escena de Menatplay, claro, nosotros no teníamos cuerpo de físico culturista, ni tatuajes, ni piercings en las cejas, y lo que sea de cada quien, no parecía que estuviéramos disfrazados como esos tipos, nosotros nos veíamos mas como un típico par de jóvenes que van a una boda y que les gana la calentura y se meten al baño a coger sin aflojarse la corbata, y lo que sea de cada quien, al fetichista promedio, le pone más algo que sea real y no actuado.

Y comenzamos, de nuevo éramos como un par de perros hambrientos queriendo devorar un filete, hasta los dientes llegamos a chocar del frenesí con que parecíamos querer tragarnos el uno al otro.

A estas alturas ya no hacía falta que me trabajaran para dilatar, desde la ducha anticipaba lo que iba a pasar, y mi agujerito solito había empezado a aflojar, sentía cosquillas, ansias de tener la verga del Rojo dentro de mí.

Tomé un preservativo del paquete que había dejado el rojo sobre el buró y se lo puse, después me unté suficiente lubricante y sin más me puse en 4 patas sobre la orilla de la cama y le pedí que me penetrara YA.

No necesitó que se lo dijera dos veces, con una sonrisa malévola se acercó a mí, me tomó por las caderas y me dijo:

-Te voy a romper el culo cabrón! Me las vas a pagar por todas esas veces en la secundaria que te tiré con el calzón y siempre me ignoraste.
-Cuándo me tiraste el calzón?-
-Varias veces, te acuerdas de cuando fuiste a mi casa a hacer ese mural en papel pellón que nos encargaron en la clase de artística?
-Sí pero no recuerdo que tú me hayas tirado alguna indirecta…
-No te hagas pendejo, a poco crees que había alguna razón para empezar a hacerlo un mes antes, un fin de semana y sobre todo que te dije VARIAS veces que mis padres habían salido y que llegarían hasta la noche?
-Pues si pero yo como iba a saber?
-Y ni porque te dije que eran los mejores momentos para jalársela porque podías hacerlo en la sala sin interrupciones y demás.
-Pues hubieras sido más claro cabrón!
-Más claro ni el agua puto! Ahora si me la pagas!
-Ay si y que me vas a haceeeeeer!!!!!

Y así fue como el Rojo me la dejó ir toda de un solo golpe. Yo andaba caliente pero no era para tanto. Sentí que me partía en dos del dolor y el otro me puso la mano sobre la boca para ahogar el grito que di.

-Pinche cabrón! Qué crees que estás haciendo?- le grité
-No te hagas que bien que te gusta-
-Sácamela pendejo! Me duele un chingo!
-No, ya te dije que me la vas a pagar- me dijo

Yo trataba de zafarme pero el cabrón me tenía bien agarrado de las caderas y no me soltaba, y lo peor es que al tratar de zafarme, lo único que conseguía era sentir como esa vergota me taladraba las entrañas.

Tantas veces que había fantaseado con ser forzado y ahora que me estaba pasando, no era tan agradable como había imaginado. El Rojo no se detenía, seguía dándome duro y a mí no me quedó de otra que aguantar, aunque honestamente, después de un momento, el dolor dio paso a una incomodidad soportable y después me empezó a gustar; digo, le di vueltas en la cabeza, me estaba forzando un tipo que había sido mi mayor fantasía desde el despertar de mi sexualidad, y no solo eso, lo estaba haciendo impecablemente vestido de traje y yo mismo estaba usando su ropa, una camisa hermosa, una corbata que de verla me hacía salivar y finalmente aquél chaleco de forro plateado que se sentía riquísimo porque el cabrón estaba recargado en mi espalda y sentía su roce contra mi cuerpo. Amén de eso, la corbata me la había dejado súper apretada y hasta el cuello me dolía si trataba de girar la cabeza.

Al final, fui yo quien terminó pidiéndole que me diera todavía más duro.

Me la sacó y yo sentí un alivio tremendo, aunque no me duró mucho el gusto, me puso de espaldas y me arrastró hasta la orilla de la cama, y sin decir agua va, me la volvió a meter hasta el fondo.

Ahora que estaba boca arriba pude ver que mi pene estaba hinchadísimo, con las venas saltadas y de un color que pocas veces había visto. De pronto el Rojo me la sacó toda y me la volvió a meter, y así estuvo, mete y saca, mete y saca. Con cada empellón que me daba, yo me sentía un paso más cerca del cielo, lo único que hacía era estar tocándome con las dos manos, sintiendo esa riquísima corbata, la camisa almidonada que me apretaba el cuello tan deliciosamente. De pronto y sin siquiera tocarme, sentí que me venía.

Era algo que nunca me había pasado, aunque tal vez tenía que ver esa cosa que sentía cuando el rojo me la sacaba toda y me la volvía a meter, era como un botón dentro de mí, que hacía que se me arqueara la espalda cada vez que lo hacía, pero fue algo delicioso, el Rojo notó esto y con su mano comenzó a menearme el pene, no les miento, fue como tener tres orgasmos seguidos en cámara lenta. De no haber tenido 21 años en ese entonces, sin duda me habría dado un infarto.

Lo único malo de todo esto es que el primer trallazo de semen salió sin control y fue a caer sobre el chaleco del Rojo. Cuando me señaló este detalle, me dijo:

-Pinche putito, ya ves? Manchaste mi chaleco favorito, así que te voy a castigar. Dicho esto se quitó el condón y acercó su pene a mi cara. Fue casi instantáneo, sentí un chorro de semen caliente que me caía en el rostro, CALIENTE, pero no quería que se detuviera, me cayó un segundo, un tercero, un cuarto, un quinto, para el sexto pensé que esto ya parecía una broma, es que acaso alguien puede eyacular tanto en tan poco tiempo?

Después el Rojo comenzó a restregar su pene por mi cara y en una de esas me lo metí a la boca y comencé a chuparlo, no lo dejé ir hasta que estuvo totalmente flácido…y limpio.

De alguna parte sacó una toallita y me limpió la cara, y después se acostó y quedamos frente a frente y nos abrazamos. Así estuvimos un buen rato, acariciándonos uno al otro la espalda, la verdad es que con ese forro tan rico que tenían los chalecos no se prestaban para otra cosa.

De cuando en cuando nos encontrábamos la mirada y nos besábamos así, espontáneamente, eran unos besos apasionados, húmedos y con mucha, mucha lengua. Luego nos separábamos un momento y de nuevo, nos besábamos.

Finalmente el se acostó boca arriba y yo apoyé mi cabeza sobre su pecho.

-Rojo, desde cuando te gustan los trajes?
-Desde los 10 años
-Y alguna vez le has contado a alguien?
-Si
-A quien?
-A mi tío.
-Tu patrón?
-Si
-Pero es tu padrino o es tu tío?
-Es mi padrino, pero yo le digo tío desde siempre.
-Y hace cuanto que lo sabe?
-Cuando yo tenía 13 le conté.
-Y porqué a él?
-Porque un día me atrapó husmeando en su closet.