El sábado transcurría de manera
normal, mis padres salieron temprano a desayunar y yo sabía que no volverían
hasta mediodía; mi hermano había regresado muy tarde anoche, así que también
estaba seguro que no se levantaría por lo menos hasta las 11. Esto me dejaba
tiempo de sobra para lavar la camisa, después de las correrías que
había hecho con ella puesta, si meritaba una lavada.
Me metí al baño como
cualquier otro día y puse a llenar la bañera, saqué el jabón de tintorería de
su escondite y la lavé cuidadosamente, sobre todo del cuello y los puños, que
era donde más suele marcarse el sudor. Gracias a Dios que el semen no suele
aferrarse a la tela de algodón, porque menudo problema en que me hubiera
metido.
Después de tomar yo mismo un
baño, salí rápidamente al cuarto de lavado y puse la camisa en la secadora, y
unos momentos después ya estaba seca. Ahora solo faltaba plancharla, y a estas
alturas yo ya era todo un experto. Con cuidado le eché el almidón en aerosol, y
le puse un trapito de algodón por encima, después solo fue cuestión de pasarle
la plancha muy caliente y quedó como nueva. Ahora solo era cuestión de esperar
a que mi hermano saliera y volver a deslizarla en su clóset, y listo, el crimen
perfecto.
Claro, la corbata del Rojo era el
verdadero problema a resolver. Busqué y busqué en internet sobre como quitar
manchas de la seda, específicamente manchas de semen, pero una y otra vez, el
consejo era el mismo, -TÍRALA A LA BASURA-.
Para mí esa no era ninguna opción, pero por lo menos me convencí de que
no había nada que yo pudiera hacer en casa y mucho menos a escondidas, para
limpiar esa mancha. Busqué en la guía telefónica y apunté los datos de algunas
tintorerías que me quedaban por el rumbo, quizá me daría la vuelta por alguna
de ellas y en donde tuvieran un dependiente hombre, llegaría a preguntar. No sé
por qué, pero me daba más confianza hacerlo así, los hombres suelen ser más
empáticos con otros hombres, sobre todo en cuestiones como estas, además si me
hacían preguntas sobre de qué era la mancha, bastaría con decirles –es que fui
al cine con mi novia y usted sabe…-
Pasó casi una semana, el Rojo me
dijo desde el martes que la corbata estaba lista, que pasara por ella cuando
quisiera. Yo que mas hubiera querido que verlo, pero ni modo que fuera sin
llevarle su corbata!. La había llevado a 4 lugares distintos y en todos lados
nomás de verla me dijeron categóricamente:
–Esa mancha no sale-
Así que ni caso tenía dejarla,
puesto que aunque se lavara con todos los recursos que tenían, siempre iba a
quedar rastro de la mancha y por si fuera poco, la corbata podría desteñirse.
Así que toda la semana le estuve dando excusas para no ir, que tenía exámenes,
tareas pendientes, etc, etc.
El viernes de esa semana me lo
encontré en el Messenger, estábamos hablando de la inmortalidad del cangrejo y
esas cosas, cuando me dice:
-Oye, y no has venido por tu
corbata, no te ha preguntado tu papá por ella?-
-No, la verdad es que ni siquiera
creo que se haya dado cuenta de que le hace falta, y en dado caso de que lo
notara, lo más seguro es que piense que mi hermano se la tomó prestada.
-Ah entonces no hay problema si
no la regresas?
-Pues tanto como un problema no,
por qué? –
-Nada en particular, hasta estaba
pensando en comprártela, me gustó mucho sabes? El otro día que la traías no la
vi muy bien porque estaba oscuro, pero después de traerla a la tintorería y que
quedó como nueva, pues deja te cuento que está muy muy linda, tenía tiempo
buscando una así parecida pero sin suerte.
-Ah, supongo que mi papá la
compró en alguno de sus viajes, pero no te sabría decir – mentí.
Recordaba
perfectamente dónde, cuándo y cuánto había costado esa corbata, y no era de mi
papá, era mía, la había comprado a hurtadillas hacía unos dos años en el aeropuerto
del D.F cuando regresaba de unas vacaciones. De pronto se me ocurrió una idea
no tan mala.
-Te la cambio- le dije
-Qué cosa?
-Tu corbata que me dejaste en
prenda por esa de mi papá. Apuesto a que le encantaría esta que me dejaste, es
muy del tipo de las que él usa.
-Seguro?
-Claro, por mi no hay problema –
(cuál problema si era mía!)
-Bueno, pues entonces si te la
cambio- me dijo y sentí que me volvía el alma al cuerpo.
Seguimos platicando otro rato,
que la escuela, que su trabajo, que la
familia y me preguntó que planes tenía para la tarde.
Hasta ese momento yo solo tenía
planeado continuar evadiéndolo, pero como ya se había resuelto el asunto de la
corbata manchada, le dije que estaba libre como el viento.
-Bajé unas películas, que tal que
vienes y pedimos una pizza?-
-Me agrada la idea, dónde nos
vemos?
-A qué hora es tu última clase?
-A las 6 salgo-
-Bueno, te parece si paso por ti
a la escuela a las 6:30?
-Claro, mándame un mensaje y
salgo.
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