Un viernes que salí temprano de
la universidad, me fui a un cibercafé, tenía un par de horas que matar antes de
llegar a mi casa y cada hora que pudiera pasar en internet era preciosa desde
que había descubierto que no era el único al que lo excitaba vestir de traje y
corbata. Había hecho de los ‘Yahoo! Groups’ mi nuevo hogar y buscaba ansiosamente nuevas
fotos y videos de hombres teniendo actividad sexual en traje y corbata.
Fue uno
de esos viernes cuando me llega un mensaje instantáneo por el extinto MSN
Messenger, pero no conocía la dirección y el ‘nickname’ no me era familiar
tampoco. Era una persona que me preguntaba por mis años de la secundaria, y por
mis opiniones de antaño acerca de grupos como Nirvana y Metallica. Cuando le
dije que si no me decía quien era iba a cortar, me dijo que era ‘el Rojo’.
El semblante me cambió
inmediatamente, pues de todas las personas que esperaba volver a encontrarme
alguna vez, probablemente la que estaba en el último lugar de la fila era el
Rojo.
Le pregunté que si como había
conseguido mi e-mail, ya que hacía por lo menos 5 años que no nos veíamos. Me
dijo que se había encontrado a una ex compañera de la secundaria en un antro, y
que le había preguntado por mí. Casualmente yo llevaba una clase en la
universidad con esta chica y por lo mismo tenía mi dirección.
Fue así como el Rojo y yo nos
reencontramos.
5 años son suficientes años como para
que pasen muchas cosas, y le pregunté al Rojo si su teléfono seguía siendo el
mismo (aún me lo sabía de memoria) y me dijo que sí. Al día siguiente lo llamé
por primera vez en casi 6 años (nos habíamos dejado de hablar antes de salir de
la secundaria). El corazón me latía a mil y las manos me sudaban esperando que
me contestaran del otro lado, de pronto, la misma voz que recordaba
–Diga?-
Platicamos, sin exagerar, 5 horas
seguidas, desde las 11 de la mañana hasta las 4 de la tarde, sin hacer pausas
para comer o ir al baño; nos pusimos al corriente de todo lo que nos había
pasado en esos años.
Fue así como me enteré que había estado estudiando fuera
dos años pero que no le gustó la carrera y se salió; ahora estudiaba Leyes en
una universidad de ahí mismo en la ciudad y ya iba por su segundo semestre.
Para ayudarse un poco, trabajaba en una tintorería, propiedad de un tío suyo, aunque no necesitaba trabajar en realidad, sus papás le pagaban todo, pero le
gustaba ganarse un dinerito extra y como el horario era flexible, no interfería
con la escuela. Quedamos de vernos algún día para ir a tomar un café.
Ese día llegó unas tres semanas
después, era un viernes y yo había salido temprano de la escuela, el Rojo me
dijo que ese día el salía temprano de trabajar, y que podíamos vernos en un
café que estaba cerca del lugar donde trabajaba.
Cuando entré en ese café y lo vi
después de 6 años, volví a sentir lo mismo que la primera vez que nos
conocimos; la respiración agitada, la boca seca, las rodillas flaqueando y unas
cosquillas en la verga. El Rojo todavía tenía ese ‘no sé qué’ que había hecho
que me enamorara perdidamente de él en la secundaria.
Lo único diferente era su
estatura, de ahí en fuera seguía igualito, la misma cara, los mismos ojos, y el
mismo color rojizo de su cabello.
Tampoco pude dejar de notar que
la fase de vestir formal del Rojo no había sido pasajera. Ahí estaba en ese
café, un viernes por la tarde vistiendo unos pantalones negros, una camisa
blanca muy bien planchada y almidonada que le ajustaba fabulosamente a su bien
formado torso, y una corbata azul metálica de franjas, con un nudo muy bien hecho, pude ver una
chaqueta negra del traje sobre el respaldo de la silla, así que sin duda el Rojo sabía
elegir sus colores.
Yo ya sabía que venía de su
trabajo en la tintorería, pero la verdad es que no podía dejar de preguntarle
de dónde venía, me contestó que ese día había tenido una exposición en una
clase y por eso se había esmerado un poco más en su presentación personal, y
como no era cosa de todos los días para él usar un traje, pues quería desquitar
la puesta.
El Rojo notó que ese tema me
interesaba, así que como no queriendo la cosa se puso a platicarme de cómo y
cuándo había comprado ese traje, que la corbata se la había tomado prestada a
su papá y que le gustaba tanto que era probable que no se la fuera a regresar, etc, etc.
Yo no pude evitar ponerme
colorado de la excitación y hasta calor me dio. Salimos del café y el Rojo me
dio un aventón hasta mi casa. Nos quedamos afuera platicando todavía otro rato
más, hasta que llegaron mis padres, nos despedimos y quedamos de salir otro
día.
No hay comentarios:
Publicar un comentario