lunes, 29 de abril de 2013

Shhh!!! No digas nada - Ep. 7


Poco antes de las 6:30 me sonó el celular y era el Rojo, que ya iba de camino, así que me fui a la entrada del campus y lo esperé allí. A los pocos minutos llegó y me subí a su coche. Me decepcionó un poco ver que no iba guapo como otras veces, hoy parecía que había sido su día de flojera y traía jeans y una camiseta. En el camino me venía platicando que había salido más temprano de la tintorería y que quería aprovechar que el sábado estaría en el turno de la tarde para desvelarse viendo películas y jugando con la Playstation.

Llegamos a su casa y entramos, lo escuché pedir una pizza y conectó su laptop a la tele de la sala, se había bajado Zero Dark Thirty y Django Unchained. Para esas horas yo estaba que rabiaba de hambre, pues no había ido a mi casa a comer, y la pizza de pepperoni me supo a gloria.

Terminamos de ver la primera película, Django Unchained, el Rojo parecía tener cierto gusto por la violencia porque las 3 horas que duró la película se la pasó partido de la risa. A mí no me molestaba, me encantaba verlo reírse, carcajearse, de por sí hubiera hecho lo que fuera por este cabrón y con esa risa tan limpia y auténtica que tenía, había terminado de caer como un idiota otra vez por él.

Eran poco mas de las 10 cuando se acabó la película, ya lo veía más que dispuesto a seguir con la segunda, pero le dije que se hacía tarde para mí, y que no creía que me fuera a aguantar el sueño.

-Oh no seas chocante, qué tienes que hacer mañana?
-No, nada, pero me cae que si me voy a quedar dormido.
-Pues te duermes y ya-
-Uuuh no, yo no puedo dormir en otra cama que no sea la mía!-
-Bah, eso dicen todos-
-Y quienes son todos?- le pregunté yo despertando instantáneamente del letargo que traía, porque nadie confunde ‘TodAs’ con ‘TodOs’ nomás porque sí.
-Toda la gente pues, todo mundo dice que solo duerme bien en su cama, pero caen donde sea-
-Seguro? No me quieres contar algo?- le dije en broma
-Tal vez algún día te lo cuente- me dijo y me quedé con la boca abierta.

Yo no era tan despistado como para no intuir que eso solo podía significar dos cosas, la primera  que el Rojo era gay; o la segunda, que era hetero pero le gustaba hacer cosas muy pero MUY raras (y probablemente ilegales) al estilo Christian Grey, y la verdad es que ambas posibilidades me intrigaban.

-Rojo, cuéntame.
-Que te cuente qué?
-Lo que me tienes que contar algún día.
-Algún día TAL VEZ te lo cuente.
-Porqué no hoy?
-Porque no es el día correcto.
-Cómo lo sabes?
- Porque no es el día que te lo quiero contar.
-Rojo, cuéntame, soy tu amigo, no me va a hacer diferencia entre un día y otro.
-No, no te quiero contar hoy- me dijo tratando de reírse como para restarle importancia.
-Rojo, si no me cuentas me voy a enojar contigo.
-Uy sí, que miedo, me vas a dejar de hablar?
-Tú me dejabas de hablar en la secundaria cuando te daba la gana y por cosas que nunca me quedó muy claro por qué, que te hace pensar que yo no podría hacer lo mismo?
-Porque yo tenía 13 años, y tú ahora tienes 21, se supone que eres más razonable.
-El que sea más razonable no significa que no me pueda molestar contigo, en serio, dime, que me puedes contar que me sorprenda?
-Esto es diferente, no es algo que te vaya a sorprender creo, pero aún así es algo que no quiero contarte hoy-
-Bueno, entonces me voy, me llamas cuando tengas algo que decirme- le dije tomando mis cosas con el ánimo de presionarlo.
-Pues que te vaya bien- me dijo soltando una risita.

Lo que el Rojo no sabía era que yo estaba dispuesto a seguir con este juego hasta que fuera necesario, de todas maneras, todos estos meses que teníamos de haber reconectado me habían bastado para saber que algo raro pasaba con él, por ejemplo los sábados nunca podíamos quedar, a veces que le llamaba en la noche me decía que aún seguía en el trabajo aún que todas las tintorerías cierran a mas tardar a las 7 de la tarde, y todavía más raro, siempre cambiaba el tema cuando le preguntaba por qué había cortado la amistad en la secundaria.

Cuando me vio caminar decididamente hasta la puerta, me dijo:

-Ok, espera.
-No que no cabrón?-
-Te voy a decir, pero a mi modo, y no quiero que hagas preguntas, si lo entiendes bien y si no, no te lo voy a explicar, conforme?
-Conforme.

Apagó la televisión y las luces de la sala, me hizo el ademán para que lo acompañara y me llevó a su habitación que estaba más ordenada de lo que esperaba.

Abrió su closet y pude ver que tenía por lo menos unas 20 camisas de vestir, blancas, azules de varios tonos, algunas rosadas, rayadas, unos 9 ó 10 trajes, varios pantalones de vestir cuidadosamente colgados y bueno, nada anormal para alguien que estudia leyes. Lo raro fue cuando señaló a una cajonera que estaba debajo de todo eso que se cerraba con llave. Ahí fue cuando me temí que fuera a sacar cosas como esposas, una de esas máscaras con cremallera, un látigo de 7 colas y un dildo de 12 pulgadas; ya lo menos que imaginaba era una bolsita con marihuana, una pipa y un bong.

Lo que en verdad no esperaba era ver, era que en ese cajón guardaba cosas como tirantes, ligueros para calcetines, moños/pajaritas, pisacorbatas, cuellos desprendibles, chalecos de novio, corbatones, plastrones, un reloj de cadena, una camisa para frac con su chaleco de seda en color marfil con su corbata de lazo a juego, guantes, y en el último cajón y el más alto, un sombrero de copa Y UNA CAPA.

Cuando lo volteé a ver, el Rojo le hacía honor a su apodo, estaba colorado como nunca y tenía una mirada que parecía suplicar:

-Por favor no preguntes, por favor no me hagas que te explique, por favor solo entiéndelo y ya-

Como les había mencionado, yo tenía tiempo frecuentando los ‘Yahoo! Groups’, justo el suficiente para saber que si a un hombre le atraen estas cosas, o es gay o bisexual, y para lo que yo quería hacer ahora, cualquiera de las dos opciones me venía bien.

Aunque el pulso me latía a mil por hora y tenía la boca y la garganta secas y que temblaba visiblemente, me las arreglé para mantener la calma. El Rojo ya me había dicho que no me iba a explicar nada, así que de ahí en adelante todo tendría que ser por mi cuenta.

Tomé uno de sus trajes que estaban ahí colgados, uno color azul marino casi negro de 3 piezas; la tela era de una textura muy suave y era de raya diplomática, el traje tenía un forro color azul metálico que estaba para volverse loco tan solo de tocarlo. Con todo el aplomo que me fue posible lo puse sobre la cama, busqué una camisa blanca de puños dobles y una corbata azul de rayas, tenía un patrón de una franja azul marino, después una color azul cielo brillante, después una línea delgada azul marino, línea azul cielo delgada, línea azul marino delgada otra vez y una franja más ancha en azul cielo antes de volver a repetirse; de su cajoncito de accesorios tomé unos gemelos que me pareció harían juego; del otro cajón con llave, tomé unas ligas para calcetines, y unos calcetines oscuros. Finalmente un cinturón negro de vestir.

Después me quité la ropa que traía, y me vestí con el traje del Rojo, por suerte éramos casi la misma talla. Calcetines, pantalón, camisa, gemelos, cinturón, corbata, chaleco, y saco. Pude notar que seguía con todo detalle mis movimientos, y no se molestaba en ocultar una descomunal erección en esos pantalones de mezclilla ceñidos que traía. Al último me puse unos zapatos negros muy bien lustrados que encontré en la parte de abajo del closet.

Me miré en el espejo, y lo que sea de cada quien, no me veía nada mal, un buen traje puede hacer lucir como un príncipe a cualquiera que lo sepa llevar.




-Que te parece?- le dije al Rojo, que seguía colorado como un tomate.
-Se te ve muy bien- me dijo
-Bien, falta lo mejor ;-)

Busqué nuevamente en el closet, y me encontré otro traje negro, 3 piezas, de raya de gis, con las franjas un poco más anchas que el que yo vestía; vi colgada una camisa riquísima de color blanco con rayas finas negras, de sus corbatas elegí una color rojo óxido, satinada y lisa.

Por primera vez hice lo que había deseado hacer desde la primera vez que vi al Rojo entrando al salón de clases años atrás. Me acerqué a él y pude percibir su respiración agitada cuando le levanté la camiseta que traía para quitársela. Él no opuso ninguna resistencia, levantó los brazos y se dejó hacer. 

Después mis manos ansiosas fueron hasta la tierra prometida y anhelada por años, su bragueta. Le bajé la cremallera de sus ajustados jeans y le desabroché el botón, le bajé todo, incluidos unos bóxers que estaban bastante húmedos a estas alturas. Me hizo gracia comprobar que era pelirrojo natural.

Con cierta torpeza se trató de quitar los tenis/zapatillas deportivas que traía, casi se cae pero lo alcancé a detener en mis brazos, sentí su exquisito olor a hombre joven, a deseo, a ansias reprimidas de años y me pareció dulce y adictivo; casi como aspirar cocaína perfumada con vainilla y chocolate.

Y entonces lo tuve desnudo frente a mí. Era como siempre había soñado en mis fantasías, con un plus, tenía el pene un poco más grande, grueso y perfecto de lo que yo imaginaba; circunciso, blanco, largo, con una cabeza grande y brillante que escurría (literalmente) de deseo. Si alguien piensa que los penes son feos, es porque nunca han visto el de éste cabrón.

Con cuidado le puse unos calcetines, un pantalón que le ajustaba excelente y esa hermosa camisa de rayitas finas. Noté que el pantalón tenía botones por dentro de la pretina, pues era para usarse con tirantes, no me pude resistir y tomé unos de su cajoncito secreto. Hasta ahora todo tenía una pinta excelente, tomé esa bellísima corbata roja y comencé a anudársela, me esmeré en que ese nudo quedara perfecto y creo que lo conseguí. 

Tomé el chaleco que tenía un forro sedoso color plata y se lo puse, disfruté tanto el abotonárselo que por un momento sentí que me venía, por suerte me pude controlar apretando y estirando un poco las piernas. 

Finalmente tomé el saco y el Rojo estiró los brazos para que se lo pusiera, desde atrás pude apreciar ese exquisito olor que tiene la lana recién lavada y sentí mariposas en el estómago. De sus zapatos, escogí unos de tipo bostoniano, negros y bien lustrados. Se los anudé y cuando terminé comencé a besar sus piernas yendo hacia arriba hasta que llegué a su boca.



Ese beso fue como la culminación y a la vez comienzo de una fantasía que llevaba atrapada dentro de mí desde que era un adolescente. Al estar perdido en su boca, con nuestras lenguas entrelazándose y tratando de captar todos los sabores, las texturas y las sensaciones que habíamos estado guardando por años el uno por el otro, sentí que si moría de un infarto fulminante en ese momento, me iría feliz y sonriente.

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