Me acerqué a los últimos 5 miembros del grupo que aún no
había saludado; con todo y que estaba disfrutando muchísimo el conocer a otros
fetichistas como yo, me ganaba la curiosidad de saber en qué consistía la
iniciación, y estaba a solo 5 personas de distancia de saber en qué consistía.
-Buenas noches, gracias por su hospitalidad, son muy amables
en permitir que me una a ustedes.
-Para nosotros es una alegría muy grande recibir a otro
fetichista, por cierto soy Tony- me dijo extendiéndome la mano.
Tony era muy delgado, moreno claro, ojos color café muy alegres, nariz recta. Sus labios no eran muy carnosos, pero enmarcaban una
sonrisa perfecta que te desarmaba al instante. Su edad me pareció engañosa,
aparentaba unos 35 o 36 años, pero bien podría ser efecto de la barba de
candado que usaba, tal vez lo hacía a
propósito. Vestía un traje azul gris oscuro de raya de gis con chaleco, una
camisa blanca de cuadros finos de línea negra, corbata azul con un patrón de
puntitos blancos muy pequeños, cinturón y zapatos color negro también, estilo
bostoniano. Traía un pañuelo blanco en el bolsillo de su saco y supongo que
algún pisacorbatas que no veía era el que causaba que la suya se saliera un
poco del chaleco y se curvara hacia afuera, dándole un toque muy distinguido.
Otro joven se presentó como Joseph. Era de la misma estatura
de Tony, aunque un poco mas moreno y ancho de hombros. Yo creo que debe haber
tenido unos 28 años, aunque se veía demasiado sofisticado para ser tan joven. Y
era que me sorprendió la atención que ponía a los detalles. Llevaba un traje
negro, que le ajustaba excelentemente, sin duda había sido confeccionado a su
medida. La camisa era blanca, de cuello italiano y gemelos cuadrados de plata
que tenían una aplicación como de mosaico en color rosa oscuro. La camisa a primera
vista se veía riquísima, almidonada y muy bien planchada, cada que se movía se
escuchaba un ligero crujido que a mí me hacía salivar. Traía una corbata de
seda, de un color rosa pastel, con puntos de un tono rosa más claro, que
destellaban cuando le daba la luz. Completaba su traje con un pañuelo de lino
blanco que sobresalía apenas del bolsillo de su saco. Les comento lo de los
detalles porque en verdad parecía salido de un catálogo, no había una sola cosa
fuera de lugar. El nudo de su corbata era perfecto, la longitud de la misma era
la exacta requerida, las mangas de su camisa sobresalían justo lo necesario de
las del saco para dejar ver los puños y los gemelos. Sus zapatos eran de color
negro, muy formales y perfectamente lustrados. Pepe simplemente había
conseguido hacer del traje una extensión de su cuerpo, se movía en él con la
mayor naturalidad, sabía llevarlo.
Un caballero de cabello gris, el doctor con el que tendría
que ir a examinarme, me extendió la mano y se presentó.
-Soy Paul, mucho gusto en conocerte.
-Encantado de conocerte Paul.
Paul era, cómo decirlo? Hmmm grandote, no se me ocurre otra
palabra, yo creo medía como 1.95 y quizá pesaba unos 110 kilos pero sin duda esos kilos eran de puro músculo
porque tenía cuerpo de boxeador de peso pesado o levantador de pesas. Era extranjero sin duda,
hablaba bien español, pero era imposible para él disimular su acento. Era de piel
blanca, algo bronceado, llevaba el cabello corto, peinado hacia adelante.
Tendría unos 50 años tal vez y su cabello gris lo hacía verse más interesante.
Lo
que sea de cada quien era muy guapo, ojos cafés muy expresivos; sonreía todo
el tiempo, y dejaba ver una fila de dientes blancos y perfectos en una boca no
muy ancha con unos labios muy antojables. Tenía la nariz respingona y también
unas finas líneas junto a los ojos. Otra cosa que me llamó mucho la atención
eran sus manos, eran enormes! Aunque claro, con esa estatura y esa complexión
era difícil que fuera de otro modo.
Su traje era evidentemente hecho a la medida, no creo que
hubiera conseguido algo que le ajustara tan bien directamente en una tienda. Era
de color gris Oxford, de raya diplomática, de tres piezas. Usaba una camisa
blanca de gemelos y estos eran redondos, en color plata con una aplicación en
morado oscuro. Su corbata era de un color púrpura, satinado y brillante, con
puntos en color blanco, la mantenía en su lugar con un pisacorbatas que
alcanzaba a verse apenas un poco arriba de la línea del chaleco. Llevaba un
pañuelo en color lila con el borde blanco en el bolsillo del saco. Sus zapatos,
tipo Oxford, eran muy formales, negros, de cordones finos, que hacían juego
perfectamente con su atuendo. Hasta ahora, todo lo que había podido observar de
Paul me tenía fascinado, su presencia física de verdad imponía.
Otro caballero también me extendió la mano para presentarse. Se
llamaba Alfonso y se veía relativamente joven, unos 24 o 25 años. Era muy
moreno, fornido, y de mi estatura más o menos. También era bastante guapo,
cabello negro y corto, labios carnosos, nariz recta, ojos café oscuro, bien
afeitado. Vestía un traje negro, entallado, camisa blanca de cuello italiano,
una corbata de rayas en diagonal, una franja en color negro, separada por una
línea blanca delgada, seguida de otra franja ancha en color plata, muy bonita y
muy formal. Llevaba gemelos redondos de color negro con borde dorado. Usaba un
cinturón y zapatos negros también de estilo Oxford. Por supuesto, no faltaba el
toque del pañuelo color blanco en el bolsillo del saco.
El último del grupo era un joven que me llamó la atención
porque era muy bajito. Tal vez midiera 1.60, aunque no por eso menos atractivo
que cualquiera de los que estaban reunidos allí. Se llamaba Xavier, era moreno
claro, de cabello negro peinado hacia atrás, ojos color café, cejas pobladas y
algo arqueadas, de nariz recta y boca chica y carnosa. Utilizaba lentes de
moldura muy delgada, casi imperceptible. Me impresionó lo bien que le quedaba
su atuendo. Traje negro muy bien cortado, una camisa azul de gemelos con líneas
blancas muy muy delgadas, imperceptibles desde lejos, de cuello y puños
blancos. Llevaba una corbata de franjas azules y rosas, con algunas líneas más
delgadas (también azules) atravesadas aquí y allá. Alcancé a ver que usaba
tirantes en color azul marino oscuro. En el bolsillo del saco traía un pañuelo
de seda en color azul celeste que combinaba con su camisa y su corbata. Sus
zapatos, eran obviamente formales, color negro lustroso, aunque de punta
cuadrada, se le veían excelentemente bien.
Alfonso trabajaba en una inmobiliaria, le encantaba su
trabajo, amén de las comisiones que eran muy buenas, era un empleo que le
dejaba vestir de punta en blanco todos los días.
Xavier, era jefe regional de soporte técnico en Dell, y
aunque me comentó que no tenían un código de vestir muy estricto, por lo menos
dos veces a la semana se iba muy formal a trabajar, y aunque al principio sí lo
llegaban a ver con extrañeza, en la oficina todos terminaron acostumbrándose y
después únicamente le hacían comentarios del tipo –Me encanta tu corbata!’.
Tony era diseñador gráfico, y tenía su propia empresa, en la que por supuesto, vestía de traje a diario, e igual, les habia requerido un código de vestimenta formal a sus demás colaboradores.
Joseph trabajaba para un despacho de publicidad de los mas importantes de la ciudad, llevaba varias cuentas importantes, y claro, el traje y la corbata no estaban sujetos a discusión, me contó que algunas veces había escuchado a alguno de sus compañeros de la oficina quejarse de lo formal que era ese despacho cuando en otros lados la informalidad era lo que estaba de moda; él solo estaba agradecido de tener un jefe entrado en años y muy conservador, al que se había echado a la bolsa precisamente por ser tan formal.
Estuve charlando con ellos por unos 10 o 15 minutos cuando
sentí que alguien me puso un brazo alrededor de la espalda, era el Rojo.
-Bueno, parece que ya los has conocido a todos no?
-Sí!- le contesté emocionado
-Y qué te hemos parecido hasta ahora?
-Todos parecen ser personas sumamente interesantes, y muy
agradables todos ellos. No he querido preguntar mucho pero me encantaría
conocerlos mejor.
-Todo a su tiempo- me dijo el Rojo y me guiñó un ojo –
Entonces creo que ya podemos proceder con tu iniciación.
Vi que le hizo una señal a su tío y este discretamente se
acercó a los demás y les dijo algo, todos comenzaron a caminar hacia otra
puerta al final de la habitación.
-Es hora, vamos – me dijo, yo le eché el brazo en los hombros
y comenzamos a caminar hacia esa puerta.
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