El Rojo fue el último en abrazarme y me dijo:
-Lo que sigue ahora es que vayas de uno por uno y te
presentes, estamos entre amigos, así que solo acércate a cualquiera y di ‘Hola’,
cuando hayas hablado con todos, me avisas a mí o a mi tío para continuar.
Obedecí.
Fui al bar y me serví un agua mineral, nunca he sido bueno
para beber y aunque hubiera podido tomar algo fuerte, no quería que nada
interfiriera con mi mente, pues quería recordar cada mínimo detalle
de lo que fuera a pasar esa noche.
Me acerqué tímidamente a un grupito de tres de ellos que conversaban
animadamente:
-Hola, que tal, soy…
-Mucho gusto de conocerte! – se adelantó uno de ellos
estrechándome la mano efusivamente – soy Alejandro, encantado de que te nos
unas!-
Alejandro era muy delgado, moreno, cabello negro, apenas un
poco más bajo de estatura que yo, así que yo creo debe haber medido entre 1.70
y 1.73, vestía un elegante traje negro, de tres piezas claro está, una camisa
blanca de puños dobles, mancuernillas rectangulares, de ópalo con borde de
plata, remataba el atuendo con una corbata de seda roja con rayas diagonales
blancas muy finas y un pañuelo blanco que apenas si sobresalía del bolsillo de
su traje. Vaya que se veía bien! Debía tener unos 33 o 34 años.
-Y yo soy Leonardo – se presentó el segundo de ellos.
Leonardo era alto, por lo menos 1.90, de ojos y cabello negros, tenía facciones
como de muñequito de porcelana, muy blanco, de mejillas rosadas, nariz
respingona y labios rojos y carnosos. Era de complexión robusta y tenía una
pancita muy típica de señor casado. Le calculé que tendría entre 33 y 38 años. Vestía
también un traje negro, una camisa blanca con rayas negras, de cuello y puños
blancos, la corbata era de un rojo intenso con puntos blancos medianos, mancuernillas cuadradas plateadas y un pisacorbatas plateado, cuando
se inclinó para saludarme pude ver que traía tirantes negros.
-Abraham – me dijo el tercero de ellos, estrechándome la
mano.
Él también era muy alto, similar a la estatura de Leonardo, por lo menos
1.90, se veía joven, de unos 30 años, ojos verdes, de cabello castaño mas bien
claro, igual muy blanco, robusto, vaya, un oso, aunque el oso más elegante que
yo hubiera visto jamás. Abraham llevaba puesto un traje de tres piezas, el
patrón de la tela era predominantemente azul marino, pero tenía franjas más
oscuras, lo que le daba una textura muy interesante. Llevaba una camisa de color
azul celeste de cuello y puños blancos, de mancuernillas claro está, redondas,
de color azul oscuro con un borde de plata. Su corbata me encantó, era de seda
en franjas (como de media pulgada) en color dorado que se alternaban con otro
color azul celeste también, completaba éste atuendo con un pañuelo dorado con
puntos finos de color azul marino.
-Mucho gusto de conocerlos, es un honor que me permitan
unirme a ustedes.
-El honor es nuestro – me dijo Abraham- siempre es un gusto
conocer a otro fetichista, la verdad es que no somos muchos y es una suerte que
se hayan dado las cosas no?
-Sí! Honestamente hasta un tiempo pensé que yo era el único
en el mundo que se sentía atraído por este tipo de cosas!
-Creo que todos hemos creído eso en algún momento de nuestras
vidas – agregó Leonardo mientras se pasaba la mano sobre la corbata.
-Y a qué te dedicas? – me preguntó Alejandro.
-Estudio administración de empresas, voy en el 4to semestre.
-Y cuántos años tienes?
-Voy a cumplir 20 en un par de meses.
-Oh, te van a gustar nuestras celebraciones de cumpleaños, ya
verás- me dijo Leonardo.
-Es verdad que se visten de esmoquin para la ocasión? – le
pregunté emocionado por la posibilidad de poder lucir uno próximamente.
-Claro! Y puedes usar cualquier complemento que quieras, aquí
nadie te va a ver con extrañeza si decides esmerarte en tu atuendo, al
contrario, te lo celebrarían – me comentó Abraham.
-Y ustedes a qué se dedican?
-Yo trabajo para un banco desde hace ya algunos años, estoy
haciendo méritos y espero que dentro de poco me promuevan a gerente de
sucursal- dijo Alejandro.
-Qué bien! Yo mataría por un trabajo donde pudiera vestir de
traje a diario!
-Es una de las ventajas que trae –dijo guiñándome un ojo.
- Y tú? – le pregunté a Leonardo
-Yo trabajo en hotelería, también en el área de contabilidad,
soy el contralor general.
-Y llevas uniforme?
-Sí, aunque de ninguna manera me pondría el traje de
poliéster que nos da la compañía, prefiero invertir y usar algo de mi gusto, lo
único que no puedo evadir en ocasiones es usar la corbata oficial cuando
tenemos junta con el corporativo, pero por fortuna eso es solo una vez al mes,
y puedo vivir con ello.
-Y Abraham, tú a que te dedicas?
-Soy Chef, tengo un restaurante junto con mi hermano, pero
desafortunadamente yo no uso traje a diario como estos dos suertudos. Estas
reuniones las espero como si fueran la navidad, pues es cuando puedo vestir
como me gusta sin llamar demasiado la atención.
-Es algo que nunca he entendido – les dije – el porqué puede
llegar a dar pena vestirnos así.
-Algo que se siente tan bien seguro ha de ser malo- dijo
Alejandro – al menos es lo que yo sentía desde niño cada que tenía la
oportunidad de trajearme.
-Por cierto es una corbata muy linda la que traes – y sentí
como Leonardo pasaba el dorso de la mano sobre mi pecho. Yo hubiera querido
saltarle encima y comérmelo a besos o abrirle la bragueta y hacer algo que se
me antojaba muchísimo, pero asumí que eso estaba fuera de lugar…por el momento,
y me contuve.
-Ha sido un gusto conocerte, pero creo que debes ir a
presentarte con los demás compañeros – me dijo Abraham señalando al siguiente
grupito que nos miraba discretamente.
-Y cómo me pongo de acuerdo con cada uno de ustedes para vernos
por separado como me dijeron?
-Oh eso se arreglará después, no te preocupes por ello.
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