Me pidieron que me sentara en el diván y me rodearon. Enseguida
cada uno de ellos me acercó el pene y empezó a pasármelo por toda la cara. De nuevo
volví a tener esa sensación tan rara en el estómago, la sed instantánea, las
manos temblorosas y las orejas ardiendo.
Apenas habían pasado unos minutos cuando el Rojo se me
acercó, con el miembro de fuera y me lo metió a la boca, yo no sabía si esto
era parte del ritual, pero decidí seguir con el juego y comencé a chupárselo
con ganas. Escuché claramente cómo los demás decían:
-Oh sí! Así mero, venga! Déjanos ver como lo disfrutas!-
Todos los miembros del grupo, fueron acercándose a mí, de uno
por uno, con el pene de fuera y totalmente erecto. Cuando menos lo pensé, ya
estaba alternando entre Leonardo, Alejandro y Paul el doctor, haciéndoles sendas mamadas,
ellos también se turnaban para ponerme la mano suavemente en la nuca y
metérmela despacito pero con buen ritmo. Alguien tuvo la idea de tomar mi mano
y hacer que lo masturbara, y pronto tenía las dos ocupadas con Leonardo y Alejandro. No pude ver quién se sentó detrás de mí pero sentí como un par de
manos comenzaban a tocarme por dentro del saco y recorrían lentamente mi pecho,
mi abdomen, mi cuello y acariciaban mi
corbata. Estuve así unos minutos disfrutando enormemente, rezando para no
eyacular espontáneamente, pues simplemente no podía ni creer lo que estaba
pasando.
De pronto sentí como alguien me empujaba para que me
recostara sobre el diván, era Abraham, el chef, que con su 1.95 de estatura y
105 kg de peso fácilmente tomó el control de la situación. Primero comenzó a
olisquear mi ropa, recorriendo desde mi pene hasta mi cuello, y luego comenzó a
besarme detrás de la oreja, en las mejillas, y sin dejar de aspirar
fuertemente, como si quisiera memorizar mi olor. De pronto su lengua se abrió
camino en mi boca sin preguntarme siquiera si quería o si me gustaba, aunque no
hacía falta, me rendí en el primer segundo, Abraham era un excelente besador,
me succionó la lengua con tales ganas que literalmente, se me puso la mirada en
blanco, yo simplemente me abandoné.
Después de ese increíble beso, me miró con
sus penetrantes ojos verdes y se dirigió a mi pene que lubricaba lubricaba y
lubricaba, estaba tan excitado que no podía dejar de hacerlo. Comenzó a lamer
mis testículos, a recorrerlos con esa lengua experta y me hizo sentir en la
gloria, para cuando comenzó a lamerme el glande, yo sentí que no podría
resistir más. Fue Xavier el chico bajito quien se dio cuenta y le dio una palmada
en la espalda y le dijo
-Tranquilo, que está a punto de explotar- Abraham entonces dejó de chupármela y me guiñó un ojo.
-Tienes razón hermano, la noche es joven y esta ‘bienvenida’
apenas comienza.
Xavier fue la sorpresa de la noche, pues para ser tan bajito
de estatura, tenía un pene bastante grande, se lo comencé a mamar y puse
particular empeño en que lo disfrutara, y parece que así fue, pues a los
minutos ya lo escuchaba gemir y que me decía
– Sí! Así, así, así!-
Igual para cuando sentí que estaba a punto de explotar, me
detuve, me incorporé sobre el diván y me lo senté a horcajadas con tal
facilidad que hasta a mi me sorprendió, claro, también ayudaba que pesaba muy
poco. Xavier olía delicioso, el olor lo identifiqué de inmediato, Armani Code, hacía algunos años
yo mismo había usado ese perfume, y aunque eventualmente lo cambié, me seguía
encantando. Xavier y yo seguimos fajando unos minutos más hasta que Alfonso se
acercó y le dijo
–Hermano, me permites la siguiente pieza?- Xavier sonrió y se
apartó cortésmente.
Alfonso se sentó junto a mí, se inclinó y metió una mano por
dentro de mi saco, recorriendo mi camisa, mi cuello, mi corbata y finalmente me
besó. Con su otra mano tomó la mía y la puso en su pene, que estaba duro y
rebosante de líquido seminal, comencé a masturbarlo al tiempo que nos
besábamos. Entonces sentí que alguien más se acercaba, era Tony, que también
esperaba su turno.
Volví a recostarme en el diván y les hice señas a los dos
para que se acercaran, primero besé a Tony y después a Alfonso, parece que
entendieron mi idea porque comenzaron a alternarse para besarme en la boca.
Mientras tanto yo no perdía el tiempo y masturbaba a cada uno dándoles pequeños
jaloncitos.
Aprovechando que había un espacio libre, Joseph y Rodrigo se
pusieron de rodillas uno a cada lado del diván y comenzaron a chuparme el pene al tiempo que se masturbaban,
también siguiendo el mismo juego, uno y uno, ocasionalmente coincidían los dos
y pude ver como se besaban, lo que me excitó muchísimo, digo, si es que se
podía mas, la verdad es que ya comenzaban a dolerme los huevos de tanto estar
haciendo cosas y sin poder eyacular, sin embargo, decidí que eso tendría que
terminar pronto, definitivamente ver a dos hombres tan bien vestidos y
besándose, era un punto de no retorno para mí, o eso creí.
Escuché que alguien
dijo –Mi turno-
Era Roberto, quien me hizo poner en 4 patas sobre el diván, y
comenzó a masajearme las nalgas con unas manos firmes. Víctor aprovechó que mi
boca había quedado libre, y se puso frente a mí, yo inmediatamente comencé a
mamársela y a acariciar sus testículos, que se contraían cada vez que les pasaba
las yemas de los dedos por los vellos cortos que comenzaban a salirle. De
pronto sentí que me dieron una nalgada fuerte!
-Hey!!! – grité
Los demás, que nos rodeaban contemplando la escena soltaron
una sonora carcajada.
-Disculpa, no era mi intención que te doliera… mucho- me dijo
Roberto.
Pensé para mis adentros –vaya, esto es nuevo- , había leído
alguna vez sobre el sadomasoquismo, pero no se me había ocurrido que se llevara
con los trajes y las corbatas, pero qué es esta vida sin sorpresas? Supuse que
habría una historia interesante detrás de esta afición de Roberto, quien aparte
de dar nalgadas fuertes, sin duda sabía cómo masajearle las nalgas a uno. Había
encontrado el punto exacto en el que se juntaba algo, no supe si sería algún
nervio, o un par de huesos que ni sabía que tenía, pero al ejercer presión se
sentía muy rico, como una comezoncita a la vez de unos espasmos involuntarios
en las piernas. De pronto sentí como colocaba su pene erecto contra mi trasero,
y se restregaba contra él. A mí me gustó sentir esa dureza y dudé si bajarme
los pantalones y pedirle que me
penetrara, aunque caí en cuenta que hasta entonces ninguno había hecho el
intento de metérmelo, no sabía si eso era parte de la iniciación o si todos
serían pasivos.
De pronto el Rojo sin decir –agua va- se acercó, se colocó al
lado de Víctor y comenzó a masturbarse frenéticamente, apenas unos 20 segundos
después, eyaculó sobre mí, después tomó mi corbata y se limpió el pene con
ella. Yo estaba tan excitado que no me importó, siempre podría conseguir otra
igual en internet.
Justo después del Rojo, Víctor igual, eyaculó sobre mí. Me
encantó sentir su semen caliente sobre mis labios.
Después fue el Sr. Gibrán quien se acercó, y me hizo que me
levantara del diván. Comenzó a masturbarme lentamente, primero frotando su
pulgar sobre mi glande aprovechando que estaba lubricando mucho, y después se
arrodilló y me comenzó a hacer una mamada espectacular. Yo estaba a punto de
eyacular cuando se levantó y me volvió a sentar en el diván, y ahí descargó su
lefa sobre las solapas de mi saco entre gemidos de placer.
Y fue así, que de uno por uno, fueron dejando parte de sí
mismos sobre mí, algunos en mi corbata, otros en el cuello de mi camisa, y alguno que otro atrevido en mi cara. Ya había visto escenas de bukake en películas pornográficas, y
no era algo que me excitara particularmente, hasta ahora. Ver como un grupo de
trajeados va desfilando frente a ti de uno por uno y que te van dejando un
recuerdo mientras tú mismo te masturbas no tiene igual. Cuando el último de
ellos eyaculó sobre mí, mi traje, mi corbata y probablemente mi camisa estaban
arruinados completamente, y no me importaba en lo absoluto. Me sentía súper
excitado por haber sido el juguete nuevo de un grupo de fetichistas de trajes y
corbatas como yo. Jamás habría imaginado conocer a alguien más como yo, y de
pronto tener una familia de 13 de ellos era cosa de sueño, tan irreal me
parecía todo que sentí que en cualquier momento despertaría, y si mi
experiencia no fallaba, eso pasaría justo cuando yo también eyaculara, no
quería hacerlo, pero tener todo ese semen sobre mí, con todos esos olores tan
íntimos mezclándose me volvía loco. Me tomó segundos descargar mi leche sobre
mis pantalones, fue el orgasmo más largo y placentero que he experimentado
jamás. Con cada trallazo que me salía, sentía que iba a perder el conocimiento,
pero lo único que pasó fue que involuntariamente puse los ojos al revés, los
demás sonreían. Oí que alguien decía:
-Daría lo que fuera por volver a sentir la emoción de la
primera vez!-
Me dieron unos minutos para que me repusiera, alguien me
trajo un vaso de agua que bebí con avidez. Alcancé a ver un reloj que estaba en la pared y no podía creerlo, habían pasado cerca de tres
horas desde que comenzó el ritual! y eso que para mí solo se habían sentido como unos cuantos minutos!
-Bien, ahora que todo está concluido, tenemos una sorpresa
para ti – me dijo el Rojo.