domingo, 20 de octubre de 2013

Ep. 23 - Mi presentación



El Rojo me abrió la puerta y subí al asiento de atrás, aunque me pareció raro que se subiera detrás de mí y no en el asiento del copiloto.  Nos pusimos en marcha y me dijo que necesitaba vendarme los ojos.

-Para qué?!- le pregunté alarmado.
-Tranquilo, vamos a casa de uno de los nuestros para que te conozcan, pero como no eres miembro aún, no desea que sepas en dónde vive.
-Y si me niego?
-No pasa nada, te llevamos de regreso a tu casa, pero tú y yo no volveremos a vernos y te olvidas de unirte al grupo.
-Es en serio?- le dije pensando que bromeaba.
-Totalmente en serio, lo siento pero son las reglas.
-No es un poco drástico?
-Tal vez, pero considerando todo lo que vas a ganar es un precio pequeño a pagar no?-

Muy en contra de lo que mi instinto de conservación me decía, acepté. El Rojo me puso unas esponjas muy suaves en los ojos y después me vendó los ojos con una corbata.

El conductor estuvo dando vueltas y vueltas por unos 15 minutos hasta que me desorienté por completo, y después el trayecto duró poco menos de una hora hasta que nos detuvimos.

El Rojo me ayudó a bajar de la Escalade, e inmediatamente percibí el olor de la tierra del campo, olía a hierba, a bosque, y se escuchaba el ruido muy fuerte de las aves.

Sentí como me tomaban de ambos brazos y empezamos a caminar. Escuché abrirse un portón y entramos, a los pocos metros me dijeron -Escalón!- e instintivamente levanté el pie para subir.

Caminamos unos metros más y escuché abrirse otra puerta, y escuché a alguien decir:

-Oh, ya están aquí!
-Se ve mejor en persona!
-Yummy! Carne fresca!

Me llevaron hasta otra habitación donde ya no podía escuchar el ruido de afuera y el Rojo me quitó la venda. Era una habitación pequeña, seguramente el cuarto de la TV, pues había una muy grande en un lado de la pared, y un sofá justo enfrente. Alguien había puesto una jarra con agua y un vaso en una mesita. 

-Regreso por ti en un momento- me dijo – Bebe un poco de agua- y salió.

Rápidamente fui a asomarme a la ventana que había en la habitación, pero solo pude ver árboles muy tupidos y una barda muy alta, de modo que no sirvió de gran cosa para tratar de adivinar dónde estaba.

Después de un tiempo que a mí me parecieron horas, escuché la puerta abrirse nuevamente, era él.

-Es hora, ven conmigo.

Me levanté, me ajusté la corbata por última vez y me abotoné el saco.

-Cómo me veo?
-100% fornicable - me dijo y me guiñó el ojo.

Ya sin la venda en los ojos pude ver la casa. Era sin duda una mansión, la decoración era muy sobria pero elegante, techos muy altos, ventanales grandes y con lo que quedaba de sol se alcanzaba a ver un jardín muy bonito afuera.

Caminamos por un pasillo donde había varios cuadros de hombres vistiendo todo tipo de atuendos formales, algunos cuadros se enfocaban en los cuellos y las corbatas, algunos otros en los puños y las mancuernillas, algunos en los zapatos, etc, al final había otra puerta y entramos.

Era un salón amplio, sin ventanas a la vista, totalmente alfombrado y con aire acondicionado, tal vez demasiado frío. Al fondo se veía una chimenea de piedra que de momento estaba apagada.

En una de las esquinas había un bar, perfectamente surtido según alcancé a ver. 

Alrededor de una amplia mesa de centro había tres mullidos sofás de cuero negro, cada uno podía sentar a 3 o 4 personas cómodamente, había un sofá individual que cerraba el círculo, y supuse que allí se sentaba el líder del grupo.

Se abrió otra puerta y entraron los miembros del grupo charlando animadamente entre sí. Me llamó la atención que todos usaban unas máscaras blancas que les cubrían la nariz, los ojos y la frente. Vestían de manera espectacular, muy elegante y formal, era obvio que no estaban usando trajes comprados en la tienda como el mío sino hechos a la medida, lo cual me hizo sentir un poco cohibido.

-Bienvenido- me dijeron casi al unísono.
-Gracias por invitarme – fue lo único que atiné a decir.

Uno de ellos, que adiviné era el tío del Rojo, les dijo que tomaran asiento, ya iba yo a sentarme en uno de los sofás grandes y me dice:

-Como tú eres el invitado de honor, siéntate aquí por favor – me dijo señalando el sofá individual. Obedecí.

Me entregaron unas hojas que todavía estaban calientes, sin duda las acaban de imprimir.

-Y esto qué es?
-Es un contrato, para que lo leas y lo firmes.
-Perdón?
-Léelo y si te parece, lo firmas… con sangre.
-Qué?! – y me quedé perplejo. Todos soltaron la carcajada, aunque yo seguía sin entender.
-Discúlpanos – me dijo el Rojo, es una broma que nos gusta jugarle a los nuevos, en realidad es solamente un acuerdo de confidencialidad, todos lo hemos firmado, ya sabes, para que nada de lo que pase o se diga esta noche salga de aquí.
-Aahhh, por un momento me asusté realmente!- dije.

Leí el contrato, lo normal para un acuerdo de confidencialidad o al menos lo que yo me imaginaba que tenía un acuerdo de ese tipo, así que lo firmé sin pensarlo dos veces, hasta ahora nada iba saliendo mal y me dio confianza que todo fuera tan claro desde ahí.

Le entregué los papeles firmados al Rojo, que les dio un vistazo rápido y salió de la habitación.

-Bien, cuéntanos tu historia- me dijo el tío del Rojo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario