Esa noche no dormí. Por más que intentaba conciliar el sueño,
mil y un cosas me venían a la mente, quiénes serían los otros fetichistas? Que
tan bien parecidos (o no) serían? Dónde se reunían? Qué cosas hacían en sus
reuniones? Quién habría iniciado el grupo? Qué reglas tendría el grupo?
Todas estas cuestiones fueron las que me mantuvieron
despierto toda la noche mientras a mi lado el Rojo roncaba como un bendito,
pero claro, él ya era miembro de ese club al que yo apenas aspiraba unirme, me
consolé pensando que probablemente él pasó por la misma incertidumbre que yo en
su momento.
No supe a qué hora finalmente me quedé dormido, pero debe haber
sido cuando ya estaba amaneciendo. Me desperté cerca de las 12 del día cuando
sonó mi teléfono, era mi papá que quería saber dónde estaba y porqué no me
había reportado con ellos todavía.
-Lo siento papá, nos quedamos despiertos hasta muy tarde y de
hecho ahorita estaba dormido.
-Ya sabes que no me gusta que andes causando molestias y peor
en casa ajena!
-No se preocupe, mi amigo es de confianza, no se fija en
detalles – mentí, la verdad es que nunca me había quedado a dormir en casa del
Rojo antes, y no tenía ni idea de que tan quisquilloso fuera con las visitas, y
menos aún sabía si sus padres habían regresado.
-Bien, espero que así sea. Te aviso que tu madre y yo
saldremos de la ciudad, regresaremos mañana por la tarde, te dejé dinero para
comida y alguna emergencia sobre la mesa de la cocina. Cuídate y no hagas nada
que yo no haría- bromeó mi papá y colgó.
Ya por lo menos tenía el día libre, se supone que tenía tarea
de la escuela pero no pensaba desperdiciar un solo instante de ese día en otra
cosa que no fuera averiguar todo lo referente al grupo.
Un olor a peperonni llamó mi atención y volteé, era el Rojo
que venía entrando a la habitación con la pizza que nos había quedado de la
noche anterior.
-Vaya, hasta que te despertaste- bromeó
-Tú, que no me dejaste dormir con esos ronquidos!- le dije –
y por cierto, en que vamos con lo de mi admisión?-
-Ya sabía que me ibas a preguntar eso – me dijo y se carcajeó
Me contó que ya solo faltaba uno de dar su visto bueno, y que
lo más probable era que dijera también que sí, aunque me aclaró que lo que
vendría sería solo una reunión para que me conocieran personalmente, no
significaba que en automático me convertiría en uno más de su peculiar ‘hermandad’.
Justo terminamos de comer cuando sonó el teléfono del Rojo.
-Hola Tío!
-...
-Si aquí está todavía conmigo.
-...
-Bien se lo diré- dijo y colgó.
-Y que te dijeron?- le pregunté ansioso.
-El último que faltaba dio su aprobación.
Recogimos los platos y los dejamos en el fregadero, después me llevó a mi casa, me dijo que
volvería por mí a las 4 y que me vistiera con lo más formal que tuviera pero hizo
énfasis en que fuera mío, no valía tomar algo prestado de mi papá o de mi
hermano, tenía que ser algo que solo hubiera utilizado yo, esto me extrañó (y
me preocupó) un poco, pero no osé cuestionarlo.
En mi casa no había nadie para variar, mis padres habían
salido y mi hermano seguramente estaba donde su novia, y seguramente no
llegaría a dormir a casa esa noche.
Eran pasaditas de las 2 de la tarde y me di una ducha rápida,
al salir vi que tenía tiempo y llené la tina para relajarme un poco según yo,
pero no pude hacerlo, de solo imaginar lo que podía pasar ese día, se me puso
duro y no se me bajó, así que de relajarse ni hablar. Estuve tentado a
masturbarme, pero no quería echar a perder mi ‘apetito’. Saliendo de la tina, me
afeité, me lavé los dientes y me peiné de raya a un lado, pues pensé que así
les parecería más formal a los del grupo y que les gustaría.
Lo difícil fue decidir que me pondría. El Rojo había dejado
claro que tenía que ser algo que fuera solo mío, lo malo es que mi ropa distaba
mucho de ser de la calidad de la que tenía él en su closet. A veces mi papá me
daba dinero para comprar algo de ropa, pero lo cierto es que no le invertía
mucho a lo formal porque me ponía la de él o la de mi hermano para hacer mis
cosas.
En mi closet había un par de trajes, uno negro y uno azul
marino que tenía desde hacía unos 3 años, los usaba de vez en cuando para
exposiciones en la escuela o para alguna boda, pero no eran nada espectaculares.
De mis camisas, tenía varias, pero también tenían ya cierta edad, y de mis
corbatas, ahí si tenía un poquito más de dónde elegir, pues era una de las cosas que me podían llegar a
obsesionar, si veía alguna que me cautivara, hacía lo que fuera necesario para
conseguir dinero y comprarla, y no descansaba hasta que eyaculaba frente al
espejo trayéndola puesta (y muy apretada) en el cuello.
Me decidí por el traje azul marino, una camisa blanca y una
corbata rosa con cuadritos azul marino muy pequeños, de hecho observándola con
cuidado, hasta parecía que era una red rosa sobre un fondo azul marino.
Me puse unos calcetines también en azul marino y unos zapatos
y un cinturón negros muy formales.
Estuve listo desde las 3:30 y me asomaba impaciente a la
ventana cada que oía el ruido de algún coche, pero ninguno era el rojo.
A las 4
en punto, se estacionó frente a mi casa una camioneta Cadillac Escalade negra,
con los vidrios polarizados, el Rojo descendió del lado del pasajero.
Rápidamente tomé un papel y escribí ‘Salí con mi amigo (y
puse el nombre completo del Rojo y su teléfono), anoté también la fecha, la hora
y el número de la matrícula. Corrí a dejarlo sobre mi escritorio en mi
habitación; tan ansioso como estaba de unirme a ese grupo, tampoco sabía que
esperar, así que si algo me llegaba a pasar, por lo menos dejaría una pista.
El timbre sonó y salí a la calle cerrando la puerta tras de mí.
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