domingo, 8 de diciembre de 2013

Ep. 29 - Una agradable sorpresa



Entre todos me ayudaron a quitarme el traje, que estaba salpicado de semen por donde se le viera. Me quedé desnudo y me dio un poco de pena, aunque no debería después de lo que había pasado, sin duda estábamos en otro nivel de familiaridad ellos y yo.

Alguien me trajo una toalla y unas sandalias nuevas y me señaló una puerta al fondo de la habitación para que fuera a asearme. Era un baño muy amplio, que me recordó al de un country club, pues no le faltaba nada, había una zona de regaderas donde podían acomodarse sin problema todos los del grupo, un sauna, una pileta de agua fría también muy amplia y un jacuzzi, ese sí de tamaño normal para 4 personas máximo. 

Me di una ducha rápida para quitarme el sudor y la sensación del semen en la cara. Cuando terminé, noté que había una hilera de casilleros con el nombre de cada quien, me acerqué para ver y me sorprendió ver mi nombre en uno de ellos. No solo se habían tomado la molestia de hacerme un espacio ahora que ya era uno de ellos, también habían puesto varios artículos de higiene personal como pasta y cepillo dental, espuma de afeitar, bálsamo para después de afeitar, desodorante, spray para los pies, peine y gel para el cabello.

Hice lo mismo que haría en casa después de darme un baño, ponerme desodorante, peinarme y estaba a punto de cepillarme los dientes cuando recordé que en algún lado había leído que después del sexo oral, no es lo más conveniente lavarse los dientes, pues a veces el cepillado causa que te sangren las encías o alguna herida previa que tengas en la boca, y por más que todos se hicieran análisis cada tres meses, no me sentía  con la confianza de arriesgarme todavía por lo que me limité a usar enjuague bucal.

Salí de ahí con el aliento más fresco que de costumbre, envuelto en la toalla y preguntándome dónde estaría mi ropa. Mis ahora hermanos me esperaban afuera del baño, y me llevaron hacia otra habitación anexa. Otra sorpresa.

Lo que vi allí era nada más y nada menos que el clóset del que me habían hablado cuando me dijeron las reglas del grupo. Dicho closet yo lo imaginaba literalmente como un closet normal, como el que tenemos ustedes o yo en casa, y vaya que estaba lejos de la realidad. 

Parecía una boutique para caballero en toda la extensión de la palabra. Era una habitación bastante amplia, bien iluminada y que olía a una mezcla de olores entre cuero, lana, y supongo que por el desodorante ambiental, a frutas tropicales.

A la derecha había dos hileras, una sobre otra de puros trajes, en todos los colores, estilos y materiales. En la que quedaba de frente al entrar había un espejo enorme que llegaba del suelo hasta el techo y a los lados otra había dos bastidores (como un palomar) donde estaban enrolladas cuidadosamente decenas y decenas de corbatas de todos colores y todos los diseños imaginables. Había un par de mesas en donde estaban extendidas varias corbatas más, según las más nuevas me explicaron. En la pared de la izquierda había una vitrina grandísima donde había accesorios como sets de gemelos, pisacorbatas, pasadores para corbatas, ligas para usar con calcetines largos, ligas para ajustar el largo de las mangas de la camisa, pañuelos de seda y cinturones. 

Justo detrás de mí, había varios bastidores con zapatos, cada par más formal que el par anterior, igual de todos los colores y en todos los números.
Las camisas estaban colgadas en racks distribuidos por aquí y por allá, todas eran exclusivamente para usarse con gemelos, al parecer era una regla no escrita del grupo, pero sin duda no me molestaría seguirla.

Había dos divanes frente al espejo, como para poderse sentar y pensar cuidadosamente que elegirías para ponerte. 

-Hermano, queremos hacerte un regalo de bienvenida – me dijo Víctor, quien se hizo a un lado para dejar pasar al Rojo, que traía un traje dentro de una funda.
-Como todo fue muy rápido y queríamos que fuera una sorpresa, se basaron en mis medidas para ajustarlo para ti, si mal no recuerdo somos la misma talla, aunque eres apenas un poquito más ancho de cintura que yo – me dijo el Rojo con un guiño.

Me dieron el traje, y abrí la funda con cuidado.

Simplemente no lo podía creer, era un traje Brioni, hermosísimo, de color negro, raya diplomática, de tres piezas por supuesto, el olor que emanaba era delicioso y embriagador, era de una lana más que fina.

-No sé qué decir.
-No digas nada y acéptalo como un regalo de todos nosotros, después de lo que le hicimos a tu traje, es lo menos que podemos hacer por ti.

Me dieron una trusa blanca para que me la pusiera, los miré extrañado, pues no las había usado desde que era niño, pero me explicaron que eran la prenda clásica para ocasiones como esta. Me la puse no muy convencido, pero una vez que me la vi puesta me gustó bastante como se veía. Tal vez les diera una segunda oportunidad.

Entre todos me fueron vistiendo como si fuera un maniquí y fue orgásmico; primero unos calcetines negros con la punta en color dorado; unas ligas de color azul marino con un broche dorado para asegurarlos a mis pantorrillas; una camisa blanca almidonada que estaba deliciosa y unos gemelos cuadrados de plata; después vinieron los pantalones del traje que me ajustaban muy bien del largo y de la cintura, noté que traían botones cosidos por dentro a la altura de la pretina, dos de cada lado y otros dos en la parte de atrás para los tirantes que alguien me ayudó a colocarme. Me senté para ponerme los zapatos, cuando terminé de anudarme las agujetas, levanté la cara y me entregaron una caja alargada que traía una corbata de seda bellísima, me sorprendió lo gruesa que estaba la tela, y de inmediato supe que era más valiosa que todas las cosas juntas que tenía en mi closet en casa. Alguna vez había leído sobre ellas, pero jamás pensé que tendría una para mí, era una corbata de siete pliegues. Me enamoré de ella nomás verla. Era de franjas de color rosa y azul marino de media pulgada de ancho, cada franja enmarcada por dos finas líneas de color plata. A pesar de todo lo que había pasado hacía un momento, volví a tener una erección de caballo y empecé a lubricar en el momento en que empezaron a anudármela en el cuello. 



Víctor la curvó un poco hacia afuera y me colocó el pisacorbatas para que se quedara en esa posición. Después me pusieron el chaleco, del que dejaron desabrochado el sexto botón de abajo. Finalmente me puse el saco, que me quedaba como un guante, de hombros, del pecho, del largo de las mangas, y que olía exquisito. El último detalle consistió en un pañuelo de seda color blanco que el Rojo dobló con cuidado y me lo colocó en el bolsillo de enfrente.

Cuando terminaron de vestirme y me miré al espejo, casi no podía reconocerme, me sentía extasiado de estar vestido así, simplemente yo era otro.

-Todos acérquense para la foto por favor- escuché que dijo uno de mis hermanos.

Obedientemente, todos se fueron acomodando, y a mí me pidieron que me sentara justo en medio, en el sitio de honor.

Alguien ya había colocado la cámara sobre el trípode y a la cuenta de tres se tomó la fotografía. Me señalaron una serie de fotografías en la pared que yo no había notado y me dijeron que cada que ingresaba un nuevo miembro, tomaban una nueva, y que la mía la tendrían lista y enmarcada para la siguiente reunión.

El resto de la noche se me fue en platicar con mis nuevos hermanos, jugar billar, e iniciarme en fumar habanos, un poco fuertes para mi primera vez, pero lo disfruté muchísimo. Ya era pasada la media noche cuando algunos comenzaron a despedirse, los casados. Pude ver que se dirigían al baño y se cambiaron los elegantes trajes por ropa más casual, supuse que una cosa era inventarle a la esposa la excusa plausible de que se irían a jugar poker con los amigos y otra muy distinta salir de casa vestido como para ir a una boda y esperar que no sospechara nada. Todos me dieron un apasionado beso de despedida, y quedaron de llamarme para ponernos de acuerdo y pasar un día juntos por separado.

Le pregunté al Rojo si nosotros nos iríamos pronto y me dijo que nos quedaríamos a dormir allí. Nos excusamos y dimos las buenas noches. Me llevó a una habitación en la segunda planta y nos quitamos el saco y los zapatos únicamente. Nos metimos a la cama y nos entrelazamos en un abrazo y nos dimos un beso largo y húmedo, no pude resistirlo y nuevamente nos masturbamos uno al otro, aunque esta vez puse especial cuidado en no manchar mis pantalones ni mi amada corbata. Después de casi una hora de estar jugueteando, finalmente me ganó el sueño y me quedé dormido en sus brazos.

sábado, 30 de noviembre de 2013

Ep. 28 - El mejor trámite del mundo



Me pidieron que me sentara en el diván y me rodearon. Enseguida cada uno de ellos me acercó el pene y empezó a pasármelo por toda la cara. De nuevo volví a tener esa sensación tan rara en el estómago, la sed instantánea, las manos temblorosas y las orejas ardiendo.

Apenas habían pasado unos minutos cuando el Rojo se me acercó, con el miembro de fuera y me lo metió a la boca, yo no sabía si esto era parte del ritual, pero decidí seguir con el juego y comencé a chupárselo con ganas. Escuché claramente cómo los demás decían:

-Oh sí! Así mero, venga! Déjanos ver como lo disfrutas!- 


Todos los miembros del grupo, fueron acercándose a mí, de uno por uno, con el pene de fuera y totalmente erecto. Cuando menos lo pensé, ya estaba alternando entre Leonardo, Alejandro y Paul el doctor, haciéndoles sendas mamadas, ellos también se turnaban para ponerme la mano suavemente en la nuca y metérmela despacito pero con buen ritmo. Alguien tuvo la idea de tomar mi mano y hacer que lo masturbara, y pronto tenía las dos ocupadas con Leonardo y Alejandro. No pude ver quién se sentó detrás de mí pero sentí como un par de manos comenzaban a tocarme por dentro del saco y recorrían lentamente mi pecho, mi abdomen, mi cuello y  acariciaban mi corbata. Estuve así unos minutos disfrutando enormemente, rezando para no eyacular espontáneamente, pues simplemente no podía ni creer lo que estaba pasando.

De pronto sentí como alguien me empujaba para que me recostara sobre el diván, era Abraham, el chef, que con su 1.95 de estatura y 105 kg de peso fácilmente tomó el control de la situación. Primero comenzó a olisquear mi ropa, recorriendo desde mi pene hasta mi cuello, y luego comenzó a besarme detrás de la oreja, en las mejillas, y sin dejar de aspirar fuertemente, como si quisiera memorizar mi olor. De pronto su lengua se abrió camino en mi boca sin preguntarme siquiera si quería o si me gustaba, aunque no hacía falta, me rendí en el primer segundo, Abraham era un excelente besador, me succionó la lengua con tales ganas que literalmente, se me puso la mirada en blanco, yo simplemente me abandoné. 

Después de ese increíble beso, me miró con sus penetrantes ojos verdes y se dirigió a mi pene que lubricaba lubricaba y lubricaba, estaba tan excitado que no podía dejar de hacerlo. Comenzó a lamer mis testículos, a recorrerlos con esa lengua experta y me hizo sentir en la gloria, para cuando comenzó a lamerme el glande, yo sentí que no podría resistir más. Fue Xavier el chico bajito quien se dio cuenta y le dio una palmada en la espalda y le dijo

-Tranquilo, que está a punto de explotar- Abraham entonces dejó de chupármela y me guiñó un ojo.
-Tienes razón hermano, la noche es joven y esta ‘bienvenida’ apenas comienza.

Xavier fue la sorpresa de la noche, pues para ser tan bajito de estatura, tenía un pene bastante grande, se lo comencé a mamar y puse particular empeño en que lo disfrutara, y parece que así fue, pues a los minutos ya lo escuchaba gemir y que me decía
– Sí! Así, así, así!-

Igual para cuando sentí que estaba a punto de explotar, me detuve, me incorporé sobre el diván y me lo senté a horcajadas con tal facilidad que hasta a mi me sorprendió, claro, también ayudaba que pesaba muy poco. Xavier olía delicioso, el olor lo identifiqué  de inmediato, Armani Code, hacía algunos años yo mismo había usado ese perfume, y aunque eventualmente lo cambié, me seguía encantando. Xavier y yo seguimos fajando unos minutos más hasta que Alfonso se acercó y le dijo

 –Hermano, me permites la siguiente pieza?- Xavier sonrió y se apartó cortésmente.

Alfonso se sentó junto a mí, se inclinó y metió una mano por dentro de mi saco, recorriendo mi camisa, mi cuello, mi corbata y finalmente me besó. Con su otra mano tomó la mía y la puso en su pene, que estaba duro y rebosante de líquido seminal, comencé a masturbarlo al tiempo que nos besábamos. Entonces sentí que alguien más se acercaba, era Tony, que también esperaba su turno. 

Volví a recostarme en el diván y les hice señas a los dos para que se acercaran, primero besé a Tony y después a Alfonso, parece que entendieron mi idea porque comenzaron a alternarse para besarme en la boca. Mientras tanto yo no perdía el tiempo y masturbaba a cada uno dándoles pequeños jaloncitos. 

Aprovechando que había un espacio libre, Joseph y Rodrigo se pusieron de rodillas uno a cada lado del diván y comenzaron a chuparme el pene al tiempo que se masturbaban, también siguiendo el mismo juego, uno y uno, ocasionalmente coincidían los dos y pude ver como se besaban, lo que me excitó muchísimo, digo, si es que se podía mas, la verdad es que ya comenzaban a dolerme los huevos de tanto estar haciendo cosas y sin poder eyacular, sin embargo, decidí que eso tendría que terminar pronto, definitivamente ver a dos hombres tan bien vestidos y besándose, era un punto de no retorno para mí, o eso creí. 

Escuché que alguien dijo –Mi turno-

Era Roberto, quien me hizo poner en 4 patas sobre el diván, y comenzó a masajearme las nalgas con unas manos firmes. Víctor aprovechó que mi boca había quedado libre, y se puso frente a mí, yo inmediatamente comencé a mamársela y a acariciar sus testículos, que se contraían cada vez que les pasaba las yemas de los dedos por los vellos cortos que comenzaban a salirle. De pronto sentí que me dieron una nalgada fuerte!

-Hey!!! – grité

Los demás, que nos rodeaban contemplando la escena soltaron una sonora carcajada.

-Disculpa, no era mi intención que te doliera… mucho- me dijo Roberto.

Pensé para mis adentros –vaya, esto es nuevo- , había leído alguna vez sobre el sadomasoquismo, pero no se me había ocurrido que se llevara con los trajes y las corbatas, pero qué es esta vida sin sorpresas? Supuse que habría una historia interesante detrás de esta afición de Roberto, quien aparte de dar nalgadas fuertes, sin duda sabía cómo masajearle las nalgas a uno. Había encontrado el punto exacto en el que se juntaba algo, no supe si sería algún nervio, o un par de huesos que ni sabía que tenía, pero al ejercer presión se sentía muy rico, como una comezoncita a la vez de unos espasmos involuntarios en las piernas. De pronto sentí como colocaba su pene erecto contra mi trasero, y se restregaba contra él. A mí me gustó sentir esa dureza y dudé si bajarme los pantalones  y pedirle que me penetrara, aunque caí en cuenta que hasta entonces ninguno había hecho el intento de metérmelo, no sabía si eso era parte de la iniciación o si todos serían pasivos.

De pronto el Rojo sin decir –agua va- se acercó, se colocó al lado de Víctor y comenzó a masturbarse frenéticamente, apenas unos 20 segundos después, eyaculó sobre mí, después tomó mi corbata y se limpió el pene con ella. Yo estaba tan excitado que no me importó, siempre podría conseguir otra igual en internet.

Justo después del Rojo, Víctor igual, eyaculó sobre mí. Me encantó sentir su semen caliente sobre mis labios.

Después fue el Sr. Gibrán quien se acercó, y me hizo que me levantara del diván. Comenzó a masturbarme lentamente, primero frotando su pulgar sobre mi glande aprovechando que estaba lubricando mucho, y después se arrodilló y me comenzó a hacer una mamada espectacular. Yo estaba a punto de eyacular cuando se levantó y me volvió a sentar en el diván, y ahí descargó su lefa sobre las solapas de mi saco entre gemidos de placer.

Y fue así, que de uno por uno, fueron dejando parte de sí mismos sobre mí, algunos en mi corbata, otros en el cuello de mi camisa, y alguno que otro atrevido en mi cara. Ya había visto escenas de bukake en películas pornográficas, y no era algo que me excitara particularmente, hasta ahora. Ver como un grupo de trajeados va desfilando frente a ti de uno por uno y que te van dejando un recuerdo mientras tú mismo te masturbas no tiene igual. Cuando el último de ellos eyaculó sobre mí, mi traje, mi corbata y probablemente mi camisa estaban arruinados completamente, y no me importaba en lo absoluto. Me sentía súper excitado por haber sido el juguete nuevo de un grupo de fetichistas de trajes y corbatas como yo. Jamás habría imaginado conocer a alguien más como yo, y de pronto tener una familia de 13 de ellos era cosa de sueño, tan irreal me parecía todo que sentí que en cualquier momento despertaría, y si mi experiencia no fallaba, eso pasaría justo cuando yo también eyaculara, no quería hacerlo, pero tener todo ese semen sobre mí, con todos esos olores tan íntimos mezclándose me volvía loco. Me tomó segundos descargar mi leche sobre mis pantalones, fue el orgasmo más largo y placentero que he experimentado jamás. Con cada trallazo que me salía, sentía que iba a perder el conocimiento, pero lo único que pasó fue que involuntariamente puse los ojos al revés, los demás sonreían. Oí que alguien decía:

-Daría lo que fuera por volver a sentir la emoción de la primera vez!-

Me dieron unos minutos para que me repusiera, alguien me trajo un vaso de agua que bebí con avidez. Alcancé a ver un reloj que estaba en la pared y no podía creerlo, habían pasado cerca de tres 
horas desde que comenzó el ritual! y eso que para mí solo se habían sentido como unos cuantos minutos!

-Bien, ahora que todo está concluido, tenemos una sorpresa para ti – me dijo el Rojo.

domingo, 24 de noviembre de 2013

Ep. 27 - La iniciación



Crucé esa puerta haciéndome mil preguntas, aunque al final todas se reducían a la misma –Qué me va a pasar?!-

La habitación a la que entré era un salón amplio, de por lo menos unos 100 metros cuadrados, de techo alto. Las paredes eran de un color ocre intenso y tenían una cenefa con un diseño contrastante en la parte más alta. Había dos ventanales grandes en tres de las cuatro paredes, pero estaban cuidadosamente cubiertas por grandes cortinas black out en color beige y enmarcadas por otras de brocado de un color entre naranja y café.

Había otra cantina bien surtida y una mesa de billar hasta el fondo y varios divanes a lo largo de las paredes. El lugar estaba iluminado tenuemente por lámparas de araña que corrían a lo largo y ancho de la habitación. Igual junto a cada diván había un buró con una lámpara de pantalla y una lámpara de pie en cada esquina.

Me pidieron que me sentara en uno de los divanes y los doce formaron un semicírculo alrededor de mí.

Víctor, que era quien había presidido la reunión durante la noche estaba justo en medio, y tomó la palabra.

-Has manifestado tu interés de unirte a nuestra hermandad, después de lo que has visto y oído esta noche, sigue firme tu deseo de ser uno de nosotros.
-Sí, lo deseo más que nada en este mundo!
-Estás dispuesto a guardar y hacer guardar las reglas con las que nos regimos?
-Sí, estoy más que dispuesto!
-Estás consciente de que de ahora en adelante estarás obligado a mantener en secreto no solo las actividades que se desarrollen aquí sino incluso la existencia de este grupo ante cualquiera que no forme parte del mismo?
-Sí.
-Quiero que entiendas que no se trata de un juego, es algo muy serio, todos los que estamos aquí tenemos un fetiche en común, pero también tenemos vidas completamente separadas de esta faceta que nos une y no queremos que esa parte de nuestras vidas se vea afectada en lo absoluto. Si llegaras a cometer una indiscreción, es necesario que sepas que habrá consecuencias serias.
-Lo entiendo.
-Excelente.

Me hicieron leer en voz alta el siguiente juramento:

Yo, E.P.G, juro solemnemente guardar en la más absoluta secrecía, las identidades y actividades de mis hermanos con los cuales establezco en este día un vínculo de pertenencia.
Juro lealtad a todos ellos en cualquier circunstancia que pudiera presentarse y declaro que a partir de este momento los consideraré como miembros de mi familia hasta el último día de mi vida.

Todos aplaudieron después de que hube pronunciado estas palabras. Fue entonces que Víctor se acercó a mí y me dijo:

-Ahora tienes que conocernos íntimamente a todos y todos tienen que conocerte para que todo quede concluido.

Dicho esto, comenzó a acariciarme la entrepierna, no tardé ni tres segundos en tener una erección. 

Con una mano bastante hábil, Víctor me abrió la bragueta y me sacó el pene, que estaba firme como un soldadito, esperando instrucciones. Se puso de rodillas frente a mí, y se lo metió a la boca. Pude sentir sus labios cálidos y húmedos, succionándome el pene 7 veces. 

Se puso de pie y me dijo que ahora yo me pusiera de rodillas. Rápidamente intuí que era lo que esperaba de mí, así que igual, le abrí la bragueta y tomé su pene, mismo que me metí a la boca gustosamente, e igual que había hecho él, se lo succioné siete veces. Volteé hacia arriba y pude ver que sonreía. Me puse de pie, y me besó apasionadamente en los labios.

-Bienvenido hermano – me dijo.

Volteé  a ver a los doce restantes, y todos sin excepción se acariciaban el paquete por fuera del pantalón, como anticipando lo que vendría a continuación.

Estaban acomodados sin ningún orden en particular, o al menos eso creía yo, hasta que Víctor me dijo que empezara por la izquierda, pues estaban alineados conforme al orden en que se fueron uniendo al grupo. El primero era el Sr. Gibrán y el último a la derecha era Abraham, el chef alto y osuno.

Me puse frente al Sr. Gibrán y él se puso de rodillas frente a mí, me chupó el pene también siete veces, pero lo hizo lentamente, como si quisiera extender ese placer lo más posible. Yo traté de devolverle el gesto, aunque de entrada me costó trabajo hacerlo ya que si bien no tenía el pene particularmente largo, si lo tenía muy grueso y cabezón. Cuando le di sus siete chupadas, nos dimos un beso muy húmedo, y me dijo también:

-Bienvenido hermano- 

Así los recorrí de izquierda a derecha, al Sr. Gibrán, al Rojo, a Paul, a Roberto, a Tony, a Rodrigo, a Leonardo, a Alfonso,  a Xavier, a Alejandro, Joseph y Abraham.

Con todos ellos fue el mismo acto, se ponían de rodillas frente a mí, me hacían siete succiones cada uno de ellos y yo hacía lo mismo, después un beso de lengua y el apretón de manos con un:

–Bienvenido hermano-

Mientras estaba en el recorrido, la excitación era tanta que me temí que fuera a eyacular de improviso en la boca de alguno de ellos, así que tuve que concentrarme en pensar en una tarea de la escuela que tenía pendiente a fin de evitar correrme., tarea o mujeres en bikini, lo que hiciera falta.

Cuando Abraham me dijo –Bienvenido hermano- me sentí tranquilo, ahora si era parte de ellos, mi familia, su familia. Ahora solo restaba disfrutar del resto de la noche, y si todo seguía como hasta ahora, sería la más inolvidable de mi existencia, o al menos empataría con la primera vez que el Rojo y yo habíamos tenido relaciones.

Entre Xavier y Alfonso movieron uno de los divanes al centro de la habitación. Me hicieron la seña de que me acercara y me sentara.

-Falta lo mejor ahora – me dijo Xavier guiñándome un ojo.

Ep. 26 - Mas miembros del grupo (3ra. parte y última)



Me acerqué a los últimos 5 miembros del grupo que aún no había saludado; con todo y que estaba disfrutando muchísimo el conocer a otros fetichistas como yo, me ganaba la curiosidad de saber en qué consistía la iniciación, y estaba a solo 5 personas de distancia de saber en qué consistía.

-Buenas noches, gracias por su hospitalidad, son muy amables en permitir que me una a ustedes.
-Para nosotros es una alegría muy grande recibir a otro fetichista, por cierto soy Tony- me dijo extendiéndome la mano.

Tony era muy delgado, moreno claro, ojos color café muy alegres, nariz recta. Sus labios no eran muy carnosos, pero enmarcaban una sonrisa perfecta que te desarmaba al instante. Su edad me pareció engañosa, aparentaba unos 35 o 36 años, pero bien podría ser efecto de la barba de candado que usaba,  tal vez lo hacía a propósito. Vestía un traje azul gris oscuro de raya de gis con chaleco, una camisa blanca de cuadros finos de línea negra, corbata azul con un patrón de puntitos blancos muy pequeños, cinturón y zapatos color negro también, estilo bostoniano. Traía un pañuelo blanco en el bolsillo de su saco y supongo que algún pisacorbatas que no veía era el que causaba que la suya se saliera un poco del chaleco y se curvara hacia afuera, dándole un toque muy distinguido.

Otro joven se presentó como Joseph. Era de la misma estatura de Tony, aunque un poco mas moreno y ancho de hombros. Yo creo que debe haber tenido unos 28 años, aunque se veía demasiado sofisticado para ser tan joven. Y era que me sorprendió la atención que ponía a los detalles. Llevaba un traje negro, que le ajustaba excelentemente, sin duda había sido confeccionado a su medida. La camisa era blanca, de cuello italiano y gemelos cuadrados de plata que tenían una aplicación como de mosaico en color rosa oscuro. La camisa a primera vista se veía riquísima, almidonada y muy bien planchada, cada que se movía se escuchaba un ligero crujido que a mí me hacía salivar. Traía una corbata de seda, de un color rosa pastel, con puntos de un tono rosa más claro, que destellaban cuando le daba la luz. Completaba su traje con un pañuelo de lino blanco que sobresalía apenas del bolsillo de su saco. Les comento lo de los detalles porque en verdad parecía salido de un catálogo, no había una sola cosa fuera de lugar. El nudo de su corbata era perfecto, la longitud de la misma era la exacta requerida, las mangas de su camisa sobresalían justo lo necesario de las del saco para dejar ver los puños y los gemelos. Sus zapatos eran de color negro, muy formales y perfectamente lustrados. Pepe simplemente había conseguido hacer del traje una extensión de su cuerpo, se movía en él con la mayor naturalidad, sabía llevarlo.

Un caballero de cabello gris, el doctor con el que tendría que ir a examinarme, me extendió la mano y se presentó.

-Soy Paul, mucho gusto en conocerte.
-Encantado de conocerte Paul.
 
Paul era, cómo decirlo? Hmmm grandote, no se me ocurre otra palabra, yo creo medía como 1.95 y quizá pesaba unos 110 kilos pero  sin duda esos kilos eran de puro músculo porque tenía cuerpo de boxeador de peso pesado o levantador de pesas. Era extranjero sin duda, hablaba bien español, pero era imposible para él disimular su acento. Era de piel blanca, algo bronceado, llevaba el cabello corto, peinado hacia adelante. Tendría unos 50 años tal vez y su cabello gris lo hacía verse más interesante. 

Lo que sea de cada quien era muy guapo, ojos cafés muy expresivos; sonreía todo el tiempo, y dejaba ver una fila de dientes blancos y perfectos en una boca no muy ancha con unos labios muy antojables. Tenía la nariz respingona y también unas finas líneas junto a los ojos. Otra cosa que me llamó mucho la atención eran sus manos, eran enormes! Aunque claro, con esa estatura y esa complexión era difícil que fuera de otro modo. 

Su traje era evidentemente hecho a la medida, no creo que hubiera conseguido algo que le ajustara tan bien directamente en una tienda. Era de color gris Oxford, de raya diplomática, de tres piezas. Usaba una camisa blanca de gemelos y estos eran redondos, en color plata con una aplicación en morado oscuro. Su corbata era de un color púrpura, satinado y brillante, con puntos en color blanco, la mantenía en su lugar con un pisacorbatas que alcanzaba a verse apenas un poco arriba de la línea del chaleco. Llevaba un pañuelo en color lila con el borde blanco en el bolsillo del saco. Sus zapatos, tipo Oxford, eran muy formales, negros, de cordones finos, que hacían juego perfectamente con su atuendo. Hasta ahora, todo lo que había podido observar de Paul me tenía fascinado, su presencia física de verdad imponía.

Otro caballero también me extendió la mano para presentarse. Se llamaba Alfonso y se veía relativamente joven, unos 24 o 25 años. Era muy moreno, fornido, y de mi estatura más o menos. También era bastante guapo, cabello negro y corto, labios carnosos, nariz recta, ojos café oscuro, bien afeitado. Vestía un traje negro, entallado, camisa blanca de cuello italiano, una corbata de rayas en diagonal, una franja en color negro, separada por una línea blanca delgada, seguida de otra franja ancha en color plata, muy bonita y muy formal. Llevaba gemelos redondos de color negro con borde dorado. Usaba un cinturón y zapatos negros también de estilo Oxford. Por supuesto, no faltaba el toque del pañuelo color blanco en el bolsillo del saco.

El último del grupo era un joven que me llamó la atención porque era muy bajito. Tal vez midiera 1.60, aunque no por eso menos atractivo que cualquiera de los que estaban reunidos allí. Se llamaba Xavier, era moreno claro, de cabello negro peinado hacia atrás, ojos color café, cejas pobladas y algo arqueadas, de nariz recta y boca chica y carnosa. Utilizaba lentes de moldura muy delgada, casi imperceptible. Me impresionó lo bien que le quedaba su atuendo. Traje negro muy bien cortado, una camisa azul de gemelos con líneas blancas muy muy delgadas, imperceptibles desde lejos, de cuello y puños blancos. Llevaba una corbata de franjas azules y rosas, con algunas líneas más delgadas (también azules) atravesadas aquí y allá. Alcancé a ver que usaba tirantes en color azul marino oscuro. En el bolsillo del saco traía un pañuelo de seda en color azul celeste que combinaba con su camisa y su corbata. Sus zapatos, eran obviamente formales, color negro lustroso, aunque de punta cuadrada, se le veían excelentemente bien.

Alfonso trabajaba en una inmobiliaria, le encantaba su trabajo, amén de las comisiones que eran muy buenas, era un empleo que le dejaba vestir de punta en blanco todos los días. 

Xavier, era jefe regional de soporte técnico en Dell, y aunque me comentó que no tenían un código de vestir muy estricto, por lo menos dos veces a la semana se iba muy formal a trabajar, y aunque al principio sí lo llegaban a ver con extrañeza, en la oficina todos terminaron acostumbrándose y después únicamente le hacían comentarios del tipo –Me encanta tu corbata!’.

Tony era diseñador gráfico, y tenía su propia empresa, en la que por supuesto, vestía de traje a diario, e igual, les habia requerido un código de vestimenta formal a sus demás colaboradores.

Joseph trabajaba para un despacho de publicidad de los mas importantes de la ciudad, llevaba varias cuentas importantes, y claro, el traje y la corbata no estaban sujetos a discusión, me contó que algunas veces había escuchado a alguno de sus compañeros de la oficina quejarse de lo formal que era ese despacho cuando en otros lados la informalidad era lo que estaba de moda; él solo estaba agradecido de tener un jefe entrado en años y muy conservador, al que se había echado a la bolsa precisamente por ser tan formal.

Estuve charlando con ellos por unos 10 o 15 minutos cuando sentí que alguien me puso un brazo alrededor de la espalda, era el Rojo.

-Bueno, parece que ya los has conocido a todos no?
-Sí!- le contesté emocionado
-Y qué te hemos parecido hasta ahora?
-Todos parecen ser personas sumamente interesantes, y muy agradables todos ellos. No he querido preguntar mucho pero me encantaría conocerlos mejor.
-Todo a su tiempo- me dijo el Rojo y me guiñó un ojo – Entonces creo que ya podemos proceder con tu iniciación.
Vi que le hizo una señal a su tío y este discretamente se acercó a los demás y les dijo algo, todos comenzaron a caminar hacia otra puerta al final de la habitación.
-Es hora, vamos – me dijo, yo le eché el brazo en los hombros y comenzamos a caminar hacia esa puerta.