lunes, 25 de agosto de 2014

Ep. 39 - Roberto



Recibí la llamada de Roberto el miércoles por la tarde, un par de días después de que regresé del ‘fin de semana en el campo’. Esa voz de un registro tan grave y sensual me hizo sentir escalofríos.

-Muchacho, tengo mi turno esta semana, pero dispongo solamente del día viernes, crees que te puedas tomar el día?
-Tengo escuela, pero no estoy en periodo de exámenes ni nada, bien me puedo ir de pinta sin ningún problema.
-Espléndido, a qué hora puedo pasar por ti?
-Te parece bien si nos vemos a las 9 en un café que está cerca de mi casa? Ya de ahí nos podemos ir a cualquier otra parte que desees.
-Me parece bien, dónde es ese café que dices?
Le di las señas del lugar, y quedamos de vernos ahí el viernes a las 9 en punto.

En la tarde del jueves estuve chateando con el Rojo y le comenté que al día siguiente tenía mi cita con Roberto.

-Te recomiendo que lleves una mente muy abierta- me dijo
-Por qué lo dices?
-Roberto es un suitlover tan comprometido como tú y como yo, pero tiene apetitos un poco fuera de lo común.
-Lo dices por lo de la nalgada que me dio aquélla vez en la casa?
-Así es, pero es un poco más complicado que eso.
-Creo que me estás asustando.
-No, no hay nada que temer, simplemente puede que sea algo diferente, además ya sabes que nadie te va a obligar a hacer nada que no quieras.
-Estás seguro?
-Absolutamente, nuestra hermandad es de caballeros.

Esa noche estuve tratando de decidir que ponerme. El Rojo me había pasado por la tarde a dejarme un par de trajes del amplio guardarropa de ‘la casa’ a fin de tener más opciones, y dado que la cita sería durante el día, me decidí por uno gris claro de tres piezas, camisa azul, gemelos de oro y corbata azul plomizo con pequeños puntos blancos. Los zapatos eran unos clásicos bostonianos de color café y un cinturón a juego. Ahora el problema sería cómo salir de casa vestido así sin que alguien más me viera, no era que les fuera a parecer extraño que saliera de traje y corbata a la escuela, puesto que ya lo había hecho anteriormente con la excusa de que tenía una exposición, lo que tal vez pudiera parecerles raro es que de pronto yo tuviera tantos trajes, camisas y corbatas nuevos, y ahí si no iba a saber cómo explicar de dónde habían salido.

Los pantalones eran grises y no pensé que nadie los fuera a notar, la camisa al ser de gemelos la llevaría arremangada, la corbata y el chaleco los podría traer en mi mochila, y el saco me lo llevaría en la mano.

El viernes me desperté desde las 6, se me fue el sueño por completo y para las 7 ya estaba bañado, afeitado y perfumado. Traté de ver algo de tele para que se me pasara el tiempo, pero los segundos se me hacían eternos. Por fin escuché que mi papá salía a trabajar por ahí de las 7:30, y mi hermano poco después a las 8 en punto. Ya eran dos testigos menos, ahora solo faltaba esperar qué estaría haciendo mi madre para cuando tuviera que salir.

A las 8:30 me terminé de acicalar, puse la corbata en mi mochila, y el saco lo doblé con cuidado y me lo llevé en un brazo. A las 8:40 bajé las escaleras, y tras gritar un –ya me vooooy- salí de allí como alma que lleva el diablo. El café estaba a escasas 4 calles de mi casa, llegué directo al baño y me puse la corbata, el chaleco, el pañuelo y los gemelos. Al salir de ahí, nuevamente era todo un caballero vestido elegantemente de pies a la cabeza. 

Roberto llegó justo cuando yo iba saliendo del baño. Nos dimos un abrazo discreto, como dos amigos que se encuentran por casualidad después de algún tiempo de no verse.

Tal y como era de esperarse, Roberto iba impecablemente vestido, traje azul marino con un patrón de cuadros, de 3 botones, camisa blanca con gemelos de plata cuadrados y una sencilla corbata lisa de seda azul violeta. Se me hizo lindo el detalle de una argolla de oro en su mano izquierda, aunque para mí era un poco difícil imaginar siquiera lo que implicaba llevar una doble vida.

Nos sentamos en una de las mesas del fondo. Pedimos café y pan dulce que nos trajo enseguida un mesero con el pelo engominado y camisa blanca con pajarita negra.

Roberto preguntó que tal me había ido en el viaje, qué tal iba en la escuela y demás y pues le conté algunos detalles, aunque lo que me interesaba era saber de él.

Me contó que era catedrático universitario, aunque tenía un par de años que era coordinador de la carrera de Licenciatura en Economía en una universidad privada, de mucho renombre, ahí en la ciudad. Casado desde hacía 20 años, tenía dos hijos varones, uno de 16 y otro de 13 años.

-Oye, no es asunto mío ni nada, pero no te causa algún conflicto ser parte de la hermandad con la vida de señor casado?
-No, para nada, son dos cosas totalmente separadas, cada una tiene su tiempo y su espacio y no se mezclan para nada.
-Y nunca han estado cerca de descubrirte?
-No, al menos no que yo haya sabido, esto de tener como hermanos a varias personas más ayuda mucho a la hora de cubrir huellas, proporcionar coartadas y eso.
-Y a tu esposa no se le hace raro que salgas tan guapo y bien trajeado los fines de semana?
-Ella sabe que me gusta vestir así, no le parece raro, lo acepta como parte de mi personalidad y ya.
-Es una suerte, a mí todavía me da un poquito de pena andar así en mi casa.
-Pero por qué? Te ves muy bien de traje, se nota que lo sabes llevar!
-Muchas gracias, pero como no tengo una buena razón para usarlos, pues luego empezarían las preguntas y no me siento con ánimos de inventar razones.
-Tal vez al principio, pero más temprano que tarde verás que se acostumbrarían y después sería lo más normal del mundo.
-Sí, pero todavía queda lo de la escuela.
-Ya pensarás en algo – me dijo mientras yo le daba el último sorbo a mi café – nos vamos?
-Claro, cuando quieras.

Roberto le pidió la cuenta al camarero y pagó, ya estaba intentando sacar mi billetera pero él se negó rotundamente.

Nos subimos a su coche y después de unos 15 minutos, llegamos a un edificio de apartamentos. El estacionamiento era subterráneo, y el espacio donde aparcamos estaba justo junto a la escalera.
Curiosamente, el departamento al que íbamos también resultó ser el primero al que llegamos.

El lugar estaba bien decorado, elegante. Para ser un departamento me pareció muy amplio y cómodo. Había una salita con sillones de cuero color café y un tapete persa, una cocina pequeña pero se veía que estaba bien equipada, un cuarto de lavado, un baño de visitas y dos recámaras. Eso sí, todas las ventanas estaban cubiertas por cortinas oscuras y gruesas.

En las paredes había varias fotografías enmarcadas, entre ellas una de Víctor en sus años de colegial con el famoso uniforme que tanto le ponía; otras del Sr. Gibran con sus parientes varones allá en Líbano, una de Roberto solo en el día de su boda, muy serio de traje gris oscuro, corbata color plata y camisa blanca de gemelos, muy guapo. Me llamó mucho la atención una foto grupal donde salían todos vestidos de frac, le pregunté a Roberto de cuando había sido y me contó que del año anterior, en la fiesta de aniversario de la hermandad.

-Y de quién es éste apartamento? – le pregunté
-La renta y los servicios los pagamos entre Leonardo, Alejandro y yo. La limpieza la hacemos entre todos, no nos sentimos cómodos trayendo a una persona ajena a nosotros para que se encargue del aseo. Como somos casados, comprenderás que no podemos ir a un hotel o motel, es un riesgo innecesario. También como te habrás dado cuenta, el apartamento es el primero al entrar, así evitamos que nos vean incluso los vecinos. No venimos todas las semanas ni siempre que venimos es para hacer cosas de las que nos gustan, a veces simplemente es para pasar un rato a solas y tranquilos. Tenemos asignados los días por rol. Los lunes y los jueves le toca a Leonardo, martes y viernes a mí y los miércoles y los sábados a Alejandro. El domingo por lo general lo pasamos con la familia.

-Es un arreglo muy conveniente para todos – le dije y me acerqué a darle un abrazo.

Me urgía sentir con mis manos la ropa de Roberto, oler el cuello de su camisa, pasar mis labios por su cuello y rozar los puños de su camisa contra los míos.

Él también pareció responder a mis avances, pues en cuanto tuvo oportunidad, me tocó las nalgas y me las apretó, y como no queriendo la cosa me dio un golpecito suave, como si estuviera tanteando la situación. Yo ya iba prevenido por el Rojo y más o menos sabía que podía esperar, pero iba decidido a probar lo que hubiera para mí ese día.

Nos sentamos en uno de los sillones de la sala, y yo comencé a recorrer con mis manos todo su cuerpo. Su traje olía delicioso, a lana recién salida de la tintorería. El cuello y los puños de su camisa estaban duros y firmes, al acariciarle el pecho y la espalda a manos llenas, la tela de su camisa hacía ese crujido que solo se escucha cuando está perfectamente almidonada y planchada. Su corbata era de una seda muy suave y mis labios resbalaban sin problema y me causaban cosquillas.


 
Después de un momento de estar jugueteando, Roberto cambió de posición, ahora era él quien me exploraba a mí, sus manos recorrían mi cuerpo de arriba abajo, y no se detenía de curiosear cuando algo le gustaba, por ejemplo el cuello de mi camisa, mis puños, se pasó un buen rato sobando esas partes duras de la camisa que él dijo que le enloquecían. Besó con todo cuidado mis gemelos y después comenzó a recorrer con su nariz la zona de mi cuello que se juntaba con el cuello de la camisa.

De pronto me pidió que me quitara el saco, quería jugar libremente con la espalda satinada de mi chaleco. Así lo hice y me sentó a horcajadas sobre él.

Ahora que estábamos frente a frente podía ver en sus ojos esa mirada que ya había observado en otros de mis hermanos pero no él, y era una mirada de lujuria total, una ansiedad por tocar y disponer del cuerpo y las ropas de otra persona que tiene lo mismo en la mente que uno.

Me besó con ganas, nada de besitos tiernos, Roberto me estaba follando la boca con su lengua mientras con una mano recorría mi espalda cubierta de satín resbaloso y con la otra me iba tocando el pecho, el cuello y de vez en cuando sus dos brazos se encontraban alrededor de mí y me estrujaban en un abrazo estrecho y fuerte.

Tras un buen rato de juguetear, yo estaba mas que excitado, creo que incluso estaba a punto de venirme, incluso sin tocarme, la personalidad tan fuerte y masculina de Roberto me excitaba hasta ese grado. Me abrí la bragueta y saqué mi miembro, dispuesto a aliviar esa tensión que estaba crecida a más no poder en mí, cuando él me detuvo.

-Te quiero proponer algo – me dijo, con una mirada que era una mezcla entre súplica, pena y deseo.
-Tú dirás.
-Hay algo que me gustaría probar contigo, tal vez es un poco diferente a lo que has hecho hasta ahora, pero te prometo que si te dejas guiar, será un placer del que no te arrepentirás.
-Eso me intriga – le dije, aunque comenzaba a imaginar por dónde iría la cosa.
-Es un juego de roles, una de las cosas que me apasionan en este mundo es educar, y la educación tiene muchas aristas, y con este juego, tú y yo exploraríamos una de ellas, que no se ve muy a menudo.
-Nos quedaremos en traje?
-Te lo garantizo, es casi que la parte más importante del juego – me dijo ya con una sonrisa.
-Pues entonces soy material dispuesto! Tú dime qué es lo que hay que hacer.
-Bien, te explicaré unas reglas básicas que tendrás que seguir – me dijo mientras me tomaba de la mano y me llevaba hasta una de las habitaciones.

No hay comentarios:

Publicar un comentario