miércoles, 23 de julio de 2014

Ep. 38 - Mi iniciación con Roberto



Creo que ya tenía cerca de 20 minutos en el rincón, volteado hacia la pared, y la verdad, ya no me hacía gracia. Al principio me había excitado la idea, Roberto era un buen vendedor de fantasías, pero yo pensé que se trataba solo de aparentar, no de hacer todo al pie de la letra.

-Oye, no crees que ya tengo mucho aquí castigado?
-Disculpa, no recuerdo haberte dado permiso de hablar.
-Pero es que…
-Silencio! – 

Lo con tal autoridad que no osé pronunciar una palabra más. Se acercó hacia mí y me hizo girar para verlo de frente. Me tomó de la barbilla y fijó su mirada en la mía, sentí miedo…y deseo. Con voz pausada y clara me dijo:

-Entiendes que acabas de desobedecer una orden que yo te di?
Asentí.

Roberto acercó un banco acolchado hacia un espejo de cuerpo entero que estaba en otra esquina de la habitación y la acomodó de tal manera que al sentarse el espejo quedara a su izquierda. Me hizo la seña de que me acercara. El reflejo me regresó mi propia imagen, un traje gris claro de tres piezas, camisa azul celeste de puños dobles, gemelos de oro, corbata azul plomo con puntos blancos, y cinturón y zapatos color café.



-Ahora por favor quítate el saco y colócalo en el respaldo de la silla. Obedecí.

Después de eso tomó asiento, y cuando volví a colocarme frente a él, me quitó el cinturón y me bajó los pantalones que cayeron al suelo, dejando al descubierto mis calcetines grises con sus respectivas ligas de color azul marino.

-Ahora colócate boca abajo sobre mi regazo, voy a darte una lección.

Me acomodé de tal manera que mi trasero quedó al alcance de su mano derecha. Si apoyaba los codos en el banco, podía verme en el espejo con detalle, el cuello de mi camisa, la corbata, los puños con los gemelos, y mis nalgas al descubierto.

-Voy a darte 10 nalgadas, si gritas o articulas cualquier otro sonido diferente de tu respiración, te daré otras dos, conforme?
-Conforme- le dije.

A pesar de que solo podía ver su rostro de perfil en el espejo, era evidente que Roberto estaba gozando de este momento, por lo que me había contado, lo que ocurría aquí era una recreación de un suceso que lo había marcado cuando jovencito.

No esperaba que la nalgada fuera tan fuerte y bien dada.

-Aaargh!
-Dos más – me dijo
-…Demonios, olvidé ese detalle - pensé.

Una tras otra fueron cayendo sobre mi trasero. Roberto las alternaba entre un lado y otro, y cada dos o tres me daba un masaje que aliviaba un poco el escozor que sentía. Por otro lado, la sensación de la camisa y la corbata apretándome el cuello, me ayudaban a mantener el enfoque, yo estaba ahí para experimentar sensaciones nuevas, no me habían prometido que fueran a ser todas placenteras, pero sí iban a ser diferentes a todo lo que yo había probado hasta entonces.

Roberto fue contándome las nalgadas en voz alta todo el tiempo, para la onceava, ya no sentía tanto el dolor, más bien sentía una especie de golpe frío, que se mezclaban con el olor de su loción, inolvidable y masculina, y que a partir de ese momento, jamás podría relacionarla con otra persona que no fuera él. Cuando pronunció el 12, suspiré aliviado, aunque  no tardó en decirme que me hincara frente a él.

Lo hice y acto seguido se abrió la bragueta y se sacó ese miembro duro, carnoso y palpitante. Yo no necesitaba instrucciones adicionales, sabía lo que esperaba de mí.

Lentamente comencé a hacerle una felación, ese olor a macho me excitaba increíblemente, no sé, me gustaba sentirme dominado, no poder cuestionar absolutamente nada, ni siquiera articular palabra a menos que él me diera permiso. No había experimentado nada parecido, y hasta ese momento me estaba gustando.

Después de un rato, Roberto me dijo que me moviera hacia un escritorio que tenía en la habitación. 

-Apoya tus manos contra el borde y separa las piernas- me dijo.

Para tener ese carácter tan fuerte, fue muy amable en lubricarme y toquetearme con los dedos para abrirse camino más fácilmente. Se colocó un preservativo, y rápidamente encontró mi puerta de entrada.
 
La tenía grande, y sí, me dolía, pero no estaba dispuesto a darle un motivo para que me volviera a dar de nalgadas, tarde que temprano me acostumbraría a la sensación de su miembro y el dolor se iría. Me advirtió que no me tocara, solo podría eyacular cuando él me lo permitiera. Yo asentí, aunque no pude ver su rostro.

-Crees que te mereces el castigo?- me dijo alzando la voz.
-Hmmmhu-
-Puedes contestarme bien.
-Sí, lo merezco!
- Es tu justa retribución por haberme desobedecido?
-Lo siento amo, no volverá a pasar.
-Eso será lo mejor para ti – me dijo y comenzó a follarme fuerte, yo ya había pasado por episodios parecidos con otros de mis hermanos, pero ni siquiera el Chef, ese oso enorme, había sido tan contundente como Roberto lo estaba siendo en este momento.

Cada empujón que me daba me hacía perder el balance, tuve que hacer un esfuerzo para no irme contra el escritorio.

Roberto de pronto comenzó con otra técnica, me sacaba su miembro completo y me lo volvía a meter rápidamente hasta el fondo. Era como ser apuñalado, solo que sin sangrar.

Escuché que su respiración se agitaba, lo cual quería decir que estaba cerca, yo seguía excitadísimo, pero como me había ordenado no tocarme, lo obedecí.

De pronto sentí que me tomaba de los hombros y me giraba, me hizo que me arrodillara frente a él. Rápidamente se quitó el condón y sin decir más, eyaculó en mi cara. Su descarga fue tal que su semen pronto estuvo escurriendo por mi barbilla y cayendo sobre el cuello de la camisa y manchando incluso la corbata.

Cuando dejó de gemir, tomó un kleenex de una caja que tenía sobre el escritorio y me limpió los ojos, pero no me permitió quitarme su semen de las mejillas y los labios.

-Quédate así, me gusta memorizar la cara de alguien cuando le pongo mi marca por primera vez – me dijo.

Alcancé a ver a lo lejos mi imagen en el espejo, y me asusté cuando me gustó lo que vi.

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