Tony tuvo que bajar un momento a la recepción a recoger unos
papeles del trabajo que le habían ido a dejar mientras estuvimos fuera, así que
aproveché para vestirme como me lo había pedido. Los pantalones grises de lana
los seguía sintiendo ajustados para mi gusto, dado que eran nuevos, no tenían
cosido el dobladillo (ruedo o bastilla), así que después de ponerme los
botines, lo doblé y lo ajusté a una altura que me pareció quedaba bien. Me puse
una camisa azul con unos gemelos plateados y busqué entre todas las corbatas
mías y de Tony que estaban colgadas en el clóset y tomé una de él que era de un
color vino. Recordé que en la maleta traía tirantes de varios colores, y en
específico unos de color tinto que me quería estrenar en ese viaje, y esta era
la oportunidad perfecta.
Tony entró a la habitación cuando me estaba haciendo el nudo
de la corbata.
-Pero mira qué tenemos aquí!
-Te gusta?
-Me gusta y me encanta – me dijo mientras se mordía el labio
inferior.
-Ya vi que sí.
Se acercó hasta mí y terminó de hacerme el nudo de la
corbata.
-Date vuelta por favor, me gustaría ver qué tal te queda de
atrás.
Lo hice y pude ver en el espejo como se sonreía como un niño
pequeño, comenzó a acariciarme las nalgas y a hacer presión, como si quisiera
cerciorase de que esto no era producto de su imaginación.
-Oye Tony, porqué te gusta este look de pantalones
ajustados y botines? – aunque yo ya me imaginaba la respuesta.
-Un amigo de mi padre – dijo.
-Cuantos años tenías?
-Estaba por entrar a la pubertad tal vez.
-Y que pasaba con este amigo de tu padre?
-De vez en cuando iba de visita a mi casa, era un señor ya
entrado en la madurez, o eso pensaba yo en ese entonces porque no era tan viejo,
quizá tendría la misma edad que yo tengo ahora pero en ese entonces lo veía ya
mayor. Él era contador, así que se vestía un poquito formal, claro, al estilo
de esos tiempos, pantalones de lana que le quedaban muy ajustados y le
resaltaban sus atributos, camisas de vestir también un poquito ajustadas y lo
que recuerdo en especial eran sus botines. Cuando se sentaba en la sala a
platicar de los viejos tiempos con mi papá, siempre lo hacía de pierna cruzada
y se le levantaban un poquito los pantalones, lo suficiente como para apreciar
la totalidad del calzado que llevaba. Siempre quise tener unos botines como los
de él, pero claro está que nunca me atreví a pedírselos a mis padres, pensaba
que me iban a leer el pensamiento, y no me sentía preparado para que me
cuestionaran.
Durante muchos años me masturbé con su imagen en la mente,
camisa de vestir, corbata, pantalones ajustados y esos botines. Me imaginaba
que se sentiría arrodillarme y oler el cuero de su calzado, tocar sus
pantalones de arriba abajo con mis manos, apretar sus nalgas redondas y
paraditas, chupar su miembro, continuar subiendo y percibir su olor
inconfundible a ‘Agua Brava’ en su corbata y cuello, para terminar besándolo
con pasión, mordiendo sus labios, sintiendo su tupido bigote y el olor de su
pelo, peinado en copete con la infaltable Glostora.
Cuando estaba en el último año de la preparatoria, tuve que
hacer la práctica profesional, yo llevaba Contabilidad y mi padre le pidió de
favor que me dejara practicar en su oficina. Yo estaba encantado con el
arreglo, me iba cuando salía de la escuela y me estaba allí de 3 a 6 de la
tarde, y durante ese tiempo nunca me faltó material para cuando estaba solo
.
-Vaya, estabas totalmente ‘infatuado’ con él?-
-Sí, aunque fue algo totalmente inocente, nunca pasó nada con
él, jamás se dirigió a mí de alguna manera que pudiera malinterpretarse, supe
que le gustaban menores de edad, pero mujeres jejeje-
-Bien, pues yo te quedo a deber el copete con Glostora y el
Agua Brava, pero aquí estoy.
-Que va, me encanta, eres la versión moderna de aquélla
fantasía – me dijo mientras me abrazaba por detrás y sentía como frotaba su
miembro contra mi trasero.
Me llevó a la orilla de la cama y me hizo que me pusiera de
rodillas. Sobre la cabecera había un espejo, y vi con detalle como sus manos
traviesas iban recorriendo mi cuerpo a placer. Finalmente me tumbó sobre el
colchón y se puso encima de mí, me dio un beso larguísimo y apasionado, me robó
el aliento. Continuamos alternando posiciones y la temperatura iba subiendo de
nivel. Nos abrimos la bragueta y nos acomodamos para hacer un 69, Tony
aprovechó la posición para llenarse de tocar mis botines mientras nos dábamos
placer mutuamente, y cuando no pudo mas, se levantó, me quitó los tirantes y
los pantalones, me colocó un preservativo y sin más, se fue sentando lentamente
sobre mi miembro, dándome la espalda. Una vez que lo tuvo todo adentro, esperó
unos minutos, y cuando calculé que ya estaba listo, comencé a levantar las
caderas para darle ritmo a la penetración. Tony se pasó un buen rato
acariciando el cuero de los botines y exhalando con placer, seguro imaginando
tiempos pasados, a mí me enorgullecía que me permitiera acompañarlo en ese
viaje que estaba haciendo. Cuando ya no pudo más, se levantó y se volteó, y
soltó varios trallazos de semen sobre los botines. Yo había comenzado a masturbarme también y lo
alcancé en cosa de 10 segundos, aunque mi semen cayó desparramándose sobre la
corbata.
Terminamos rendidos y nos quedamos dormidos como troncos,
despertamos al día siguiente con la primera luz de la mañana.
-Y qué haremos hoy? – le dije cuando salí de la regadera.
-Que te parece si nos estrenamos los trajes que compramos
ayer?
-Me gusta la idea, aunque no sé, en domingo? No llamaríamos
mucho la atención?
- Para nada, aquí los trajes son tan comunes como usar
zapatos. Igual no habrá tantos como entre semana, pero te garantizo que tampoco
serán escasos los trajeados que veamos.
Fue así como nos alistamos para salir, en lo que Tony se
duchaba, yo me di a la tarea de planchar las camisas que usaríamos y de elegir
las corbatas y pañuelos con que completaríamos el atuendo.
Vestir a Tony fue todo un placer, aunque ya había tenido
oportunidad de vestir al Rojo en varias ocasiones, y ayudar a dos que tres de
mis hermanos cuando estuve en la casa, actuar de valet era una experiencia que
no dejaba de fascinarme y que disfrutaba enormemente, saboreaba siempre cada segundo.
Finalmente Tony me ayudó a vestirme a mí, y se tomó tiempo
extra en ayudarme a doblar el pañuelo, quería que se viera perfecto.
Nos miramos al espejo, y no estaba nada mal la imagen que nos
devolvió. Los dos elegantemente vestidos en traje gris carbón, a cuadros o
Príncipe de Gales según nos dijo el vendedor, camisa blanca
y por supuesto, con gemelos. Lo único que llevábamos diferente era las corbatas
y los zapatos, yo había elegido una predominantemente roja, con rayas azules y
blancas en diagonal, con un pañuelo de seda en rojo enterizo. Tony usaba una
corbata de color cobre con franjas en azul marino y gris, y un pañuelo a juego.
Sus zapatos eran clásicos, color café y de cordones; los míos eran negros, un
poco cuadrados de la punta y también de cordones.
Nos dimos un beso apasionado frente al espejo, creo que los
dos abríamos los ojos de tanto en tanto, porque besar a alguien vestido así y
no verlo era un crimen.
Salimos de la habitación y nos dirigimos al vestíbulo, el
portero nos preguntó:
-Necesitan taxi caballeros?
-No, creo que hoy caminaremos, pero muchas gracias – le respondió
Tony.
Salimos de ahí y nos mezclamos entre la gente que esperaba el
cambio del semáforo para cruzar la avenida.
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