miércoles, 23 de julio de 2014

Ep. 38 - Mi iniciación con Roberto



Creo que ya tenía cerca de 20 minutos en el rincón, volteado hacia la pared, y la verdad, ya no me hacía gracia. Al principio me había excitado la idea, Roberto era un buen vendedor de fantasías, pero yo pensé que se trataba solo de aparentar, no de hacer todo al pie de la letra.

-Oye, no crees que ya tengo mucho aquí castigado?
-Disculpa, no recuerdo haberte dado permiso de hablar.
-Pero es que…
-Silencio! – 

Lo con tal autoridad que no osé pronunciar una palabra más. Se acercó hacia mí y me hizo girar para verlo de frente. Me tomó de la barbilla y fijó su mirada en la mía, sentí miedo…y deseo. Con voz pausada y clara me dijo:

-Entiendes que acabas de desobedecer una orden que yo te di?
Asentí.

Roberto acercó un banco acolchado hacia un espejo de cuerpo entero que estaba en otra esquina de la habitación y la acomodó de tal manera que al sentarse el espejo quedara a su izquierda. Me hizo la seña de que me acercara. El reflejo me regresó mi propia imagen, un traje gris claro de tres piezas, camisa azul celeste de puños dobles, gemelos de oro, corbata azul plomo con puntos blancos, y cinturón y zapatos color café.



-Ahora por favor quítate el saco y colócalo en el respaldo de la silla. Obedecí.

Después de eso tomó asiento, y cuando volví a colocarme frente a él, me quitó el cinturón y me bajó los pantalones que cayeron al suelo, dejando al descubierto mis calcetines grises con sus respectivas ligas de color azul marino.

-Ahora colócate boca abajo sobre mi regazo, voy a darte una lección.

Me acomodé de tal manera que mi trasero quedó al alcance de su mano derecha. Si apoyaba los codos en el banco, podía verme en el espejo con detalle, el cuello de mi camisa, la corbata, los puños con los gemelos, y mis nalgas al descubierto.

-Voy a darte 10 nalgadas, si gritas o articulas cualquier otro sonido diferente de tu respiración, te daré otras dos, conforme?
-Conforme- le dije.

A pesar de que solo podía ver su rostro de perfil en el espejo, era evidente que Roberto estaba gozando de este momento, por lo que me había contado, lo que ocurría aquí era una recreación de un suceso que lo había marcado cuando jovencito.

No esperaba que la nalgada fuera tan fuerte y bien dada.

-Aaargh!
-Dos más – me dijo
-…Demonios, olvidé ese detalle - pensé.

Una tras otra fueron cayendo sobre mi trasero. Roberto las alternaba entre un lado y otro, y cada dos o tres me daba un masaje que aliviaba un poco el escozor que sentía. Por otro lado, la sensación de la camisa y la corbata apretándome el cuello, me ayudaban a mantener el enfoque, yo estaba ahí para experimentar sensaciones nuevas, no me habían prometido que fueran a ser todas placenteras, pero sí iban a ser diferentes a todo lo que yo había probado hasta entonces.

Roberto fue contándome las nalgadas en voz alta todo el tiempo, para la onceava, ya no sentía tanto el dolor, más bien sentía una especie de golpe frío, que se mezclaban con el olor de su loción, inolvidable y masculina, y que a partir de ese momento, jamás podría relacionarla con otra persona que no fuera él. Cuando pronunció el 12, suspiré aliviado, aunque  no tardó en decirme que me hincara frente a él.

Lo hice y acto seguido se abrió la bragueta y se sacó ese miembro duro, carnoso y palpitante. Yo no necesitaba instrucciones adicionales, sabía lo que esperaba de mí.

Lentamente comencé a hacerle una felación, ese olor a macho me excitaba increíblemente, no sé, me gustaba sentirme dominado, no poder cuestionar absolutamente nada, ni siquiera articular palabra a menos que él me diera permiso. No había experimentado nada parecido, y hasta ese momento me estaba gustando.

Después de un rato, Roberto me dijo que me moviera hacia un escritorio que tenía en la habitación. 

-Apoya tus manos contra el borde y separa las piernas- me dijo.

Para tener ese carácter tan fuerte, fue muy amable en lubricarme y toquetearme con los dedos para abrirse camino más fácilmente. Se colocó un preservativo, y rápidamente encontró mi puerta de entrada.
 
La tenía grande, y sí, me dolía, pero no estaba dispuesto a darle un motivo para que me volviera a dar de nalgadas, tarde que temprano me acostumbraría a la sensación de su miembro y el dolor se iría. Me advirtió que no me tocara, solo podría eyacular cuando él me lo permitiera. Yo asentí, aunque no pude ver su rostro.

-Crees que te mereces el castigo?- me dijo alzando la voz.
-Hmmmhu-
-Puedes contestarme bien.
-Sí, lo merezco!
- Es tu justa retribución por haberme desobedecido?
-Lo siento amo, no volverá a pasar.
-Eso será lo mejor para ti – me dijo y comenzó a follarme fuerte, yo ya había pasado por episodios parecidos con otros de mis hermanos, pero ni siquiera el Chef, ese oso enorme, había sido tan contundente como Roberto lo estaba siendo en este momento.

Cada empujón que me daba me hacía perder el balance, tuve que hacer un esfuerzo para no irme contra el escritorio.

Roberto de pronto comenzó con otra técnica, me sacaba su miembro completo y me lo volvía a meter rápidamente hasta el fondo. Era como ser apuñalado, solo que sin sangrar.

Escuché que su respiración se agitaba, lo cual quería decir que estaba cerca, yo seguía excitadísimo, pero como me había ordenado no tocarme, lo obedecí.

De pronto sentí que me tomaba de los hombros y me giraba, me hizo que me arrodillara frente a él. Rápidamente se quitó el condón y sin decir más, eyaculó en mi cara. Su descarga fue tal que su semen pronto estuvo escurriendo por mi barbilla y cayendo sobre el cuello de la camisa y manchando incluso la corbata.

Cuando dejó de gemir, tomó un kleenex de una caja que tenía sobre el escritorio y me limpió los ojos, pero no me permitió quitarme su semen de las mejillas y los labios.

-Quédate así, me gusta memorizar la cara de alguien cuando le pongo mi marca por primera vez – me dijo.

Alcancé a ver a lo lejos mi imagen en el espejo, y me asusté cuando me gustó lo que vi.

lunes, 21 de julio de 2014

Ep. 37 - Tony, gracias por todo! (final)



Tal y como Tony había dicho, nadie parecía prestarnos atención, la gente iba entretenida en lo suyo y dos tipos vestidos de traje en domingo eran tan llamativos como una piedra o un árbol.

Sin embargo, yo no podía pasar desapercibido para mí mismo, pues mientras caminaba, constantemente me volteaba a ver en el reflejo de algún edificio de oficinas,  casa, comercio o local que tuviera cristales polarizados. Sentía como el cuello de la camisa se rozaba contra mi piel, sentía como los puños almidonados hacían contacto con mis muñecas, y sobre todo, con cada paso que daba, sentía el forro de satín de los pantalones contra mis muslos. Tony tampoco dejó de notarlo, en una oportunidad que tuvimos que parar para esperar el cambio del semáforo peatonal, me hizo una foto sin avisarme. Tiempo después me la mostró y se podía ver como traía las mejillas sonrosadas y una sonrisa un poco tonta en la cara.

A las pocas calles de caminar, decidimos entrar a una cafetería, Tony tenía por costumbre beber una o dos tazas de café cada mañana y comenzaba a sentir algo parecido al síndrome de abstinencia. El pidió un café espresso y yo solo una botella pequeña de agua. En el café había unas cuantas personas, tal vez alguno que otro ejecutivo que tenía que trabajar horas extras en domingo, y aunque ninguno de ellos llevaba traje completo, el flujo constante de gente que pasaba por la calle me compensaba con un trajeado de vez en cuando.

En cuanto Tony terminó su café, salimos de allí y seguimos caminando, había un grupo de hombres en el vestíbulo de un hotel, todos ellos de traje, aunque tal vez un poco desaliñados, con el nudo flojo o en mangas de camisa.

-Y qué harán ahí?
-Es muy probable que sean de algún servicio de taxis ejecutivos – me contestó Tony
-Ah sí?-
-Sí, muchos hoteles business class tienen este servicio, y requieren que los choferes que contratan se esmeren un poquito más en su presentación personal.

Entramos a una tienda departamental que estaba contra esquina de ese hotel, había algunas cosas muy llamativas, pero nada que no hubiéramos visto antes.

-Y tus compras las sueles hacer en lugares como estos?
-Pues, si me lo preguntas, creo que prefiero comprar en tiendas más pequeñas- me dijo Tony.
-Y cuál es el motivo?
-Por que por lo general tienen un surtido más elegante, en las tiendas departamentales de ésta misma cadena, si te fijas con cuidado, notarás que la ropa es siempre la misma en todas sus tiendas, las corbatas, los zapatos, todo lo volverás a encontrar tienda tras tienda.
-No había pensado en ello.
-En cambio en las tiendas pequeñas como las que visitamos ayer, los dueños eligen con más cuidado lo que van a vender, rara vez encuentras dos corbatas del mismo diseño, o dos pares de gemelos iguales, siempre vas a encontrar algo más clásico y elegante.
-Tienes razón, he estado queriendo encontrar unos garters para mis calcetines pero no he visto nunca que los vendan en un almacén como estos.
-Quieres unos? Creo que sé dónde encontrarlos.
-Pues a qué esperamos?! – le dije emocionado.

Salimos nuevamente a la calle, y tras caminar unos cientos de metros, llegamos frente a un pequeño negocio cerca de la plaza de la constitución, solo que me sentí decepcionado al ver que estaba cerrado.
-Es la desventaja de los domingos, a veces cierran, y ayer olvidé por completo traerte aquí, lo siento.
-No te preocupes, ya habrá otra ocasión no?
-Y mientras que te apetece hacer?
-No sé, tú eres el que conoce por aquí, tú dime.
-Esta es la primera vez que pasas tiempo aquí en la capital verdad?
-Sí.
-Que te parece si tomamos el Turibús? Se para justo aquí enfrente y el recorrido dura un par de horas.
-Me parece buena idea!

Fue así que cruzamos la calle y Tony  se formó en la fila para pagar. El próximo recorrido salía dentro de 15 minutos, y solo había que esperar a que llegara el próximo autobús.

Nos tocó sentarnos junto a unos turistas japoneses, que se la pasaron tome y tome fotos la mayor parte del recorrido que hicimos junto con ellos. Uno de ellos hablaba español e iba acompañado de un jovencito que a todas luces era su ligue del día, el japonés de tanto en tanto le hacía preguntas respecto a lo que iban viendo en el recorrido, y el jovencito se inventaba unas respuestas bastante descabelladas con cierto hastío, yo creo que no era la ilusión de su vida ser guía de turistas supongo.

La ruta que seguía el ‘Turibús’ nos llevó por los lugares más representativos de la capital, se paraba brevemente frente a edificios y monumentos y daban una breve explicación de la historia del lugar. Pasada más o menos una hora del recorrido, Tony me preguntó si tenía hambre.

-Más o menos, por qué?
-Es que acabamos de entrar justo en un barrio donde está lleno de restaurantes, qué se te antoja?
-Pues lo que sea estará bien no?
-Anda, piénsale, aquí hay de todo lo que te imagines!
-Pues nunca he tenido el gusto de ir a un restaurante árabe.
-Conozco uno que está cerca y la comida es muy sabrosa allí, te va a gustar.

Nos bajamos en la siguiente parada que hizo el ‘Turibús’. Parte de las ventajas de hacer ese recorrido era que podías descender en cualquiera de las paradas oficiales y volver a subir más tarde tan solo enseñando una pulserita que nos habían dado al iniciar el recorrido.

Tony tenía razón, yo nunca había visto tantos restaurantes, había por lo menos unos 3 o 4 por cuadra. 

Tras caminar unas 6 calles, Tony admitió que se había perdido, pues no dábamos con la calle que buscábamos. Se acercó a preguntarle a un chico hipster que paseaba a su perro y al parecer sí estábamos algo lejos.

Enfilamos con la dirección que el joven nos había dicho, pero apenas caminamos una calle cuando nos topamos con un restaurante pakistaní en la esquina.

-Pues yo creo que geográficamente están muy cerca, qué te parece si entramos aquí? – le dije.
-Uy aquí también es buenísima la comida, alguna vez vine a comer con la que era mi jefa hace ya algunos años, y sirven un pollo Tandoori muy rico.

Efectivamente, el lugar olía muy diferente a cualquier restaurante de los que yo hubiera visitado, era un aroma como a especias exóticas, que lo único que consiguió fue que se me alborotara más el apetito.

Nos sentaron en una mesa del segundo piso, dejamos los sacos en el respaldo de la silla y Tony fue al baño a refrescarse.

El mesero me trajo el menú y me preguntó si deseaba algo de beber.
-Me gustaría esperar a mi amigo para ordenar, pero pudiera traerme un poco de agua?

El mesero me dejó el menú y regresó al minuto con un vaso de agua con hielo y la botella de agua más pequeña que yo hubiera visto en mi vida.

Tony también regresó y me preguntó que se me antojaba del menú.

Dejé que él eligiera, yo no conocía ninguno de los platillos de la carta, y la única vez que había pedido algo sin preguntar en un restaurante exótico, me trajeron un pulpo tan fresco que aún se movía.

Tony llamó al mesero que nos tomó la orden de inmediato.

Nos trajeron una bebida de yogurth con cardamomo que estaba muy sabrosa y refrescante, un lassi según recuerdo. De comer nos trajeron un pollo color naranja con jugo de limón, un arroz color azafrán que estaba buenísimo y unos aderezos con bolitas de pollo con un condimento tan extraño que no supe si estaban dulces, saladas, o picantes (solo sé que estaban muy pero muy sabrosas) y un pan naan para finalizar.

Tal y como prometió Tony, la comida estuvo deliciosa, nos quedamos ahí un momento después de terminar para que se nos bajara un poco, y después volvimos a la calle.

Sin duda ese barrio no era un lugar para ver trajeados, se podía ver a cualquier cantidad de jóvenes barbudos, con gafas de pasta, gorritos calados hasta las orejas y pantalones que parecía que se los habían pintado con aerosol, eso sí, todos paseando un perro. Las chicas iban por el mismo estilo, pantalones ajustados, tenis de lona, pulseritas multicolores en ambos brazos y las infaltables gafas de pasta.

Llegamos hasta una fuente donde había una parada del ‘Turibús’, nos subimos sin preguntar y ya cuando íbamos algo avanzados por el recorrido nos dimos cuenta de que seguía una ruta diferente al que habíamos tomado al principio.

-Tú relájate, es una de esas sorpresas que te hacen la vida más interesante- me dijo Tony.

El Turibús nos llevó hacia el sur de la ciudad, y en el trayecto pasamos por una famosa plaza de toros, un par de estadios de futbol y la ciudad universitaria. Casualmente el recorrido incluía un centro comercial enorme, y nos bajamos allí.

Había tiendas de todo lo que uno se pudiera imaginar, incluso una donde vendían exclusivamente máquinas de café espresso.

Tony se acordó que necesitaba unos zapatos nuevos, de un color que no había podido encontrar en ningún lado, así que nos recorrimos todas las zapaterías del centro comercial y un par de tiendas departamentales tratando de encontrar el par ideal. Tal y como me pasaba a mí en ocasiones, Tony no encontró ningún par que fuera ‘el color’ que él quería, me pidió disculpas por traerme de tienda en tienda y le dije:

-Oye, que no pasa nada, te acuerdas de la camisa de ayer? YO TE ENTIENDO, cuando no es pues NO ES y punto! – le dije divertido.

Duramos un par de horas en el centro comercial, al salir estuvimos esperando al Turibús cerca de 20 minutos, pero al ver que no pasaba me dijo:

-Oye, y si nos regresamos de una vez al hotel? De cualquier manera lo que nos falta del recorrido no era gran cosa.

Fue así que buscamos una estación del metro y en cosa de 20 minutos estábamos de vuelta a unas cuantas calles del hotel. Decidimos pasar por el monumento a la Revolución que yo no había visitado, y después de tomarnos unas cuantas fotos, seguimos nuestro camino. Justo una calle antes del hotel, vimos una tienda de ropa para caballero, con un surtido increíble de camisas, corbatas y accesorios en el aparador.

-No lo puedo creer! Tuvimos esto aquí a la vuelta todo el tiempo?!- dijo Tony
-Sorpresas te da la vida – le dije.

La tienda cerraba a las 6, y nosotros entramos a las 5:45. Sin duda al vendedor que nos atendió le cayó de perlas la última venta del día, porque vaya que había cosas muy elegantes y no nos pudimos quedar  con las ganas.

Tony se compró un par de corbatas de color predominantemente rosado, a franjas, muy elegantes e ideales para usarse con un traje azul marino. Yo compré una camisa de vestir de puño doble, de líneas rojas muy delgadas y un par de pisacorbatas.

Estuvimos viendo todo lo que había en la tienda, y de verdad me pesó no haberla descubierto antes, pero bueno, ya habría una próxima vez supongo.

Regresamos al hotel, y después de quitarnos los zapatos y el saco, nos tumbamos en cama a ver televisión.

-Te apetece salir a cenar algo? – me preguntó Tony.
-Pues justo ahora no, todavía ando un poco lleno, pero más tarde no estaría mal.
-Sí, sirve y tú te estrenas tu camisa y yo alguna de mis corbatas- me dijo con una sonrisa.

No me pude resistir y nuevamente nos juntamos en un abrazo, que devino en besos apasionados y terminó en masturbación mutua. De verdad que lo sentía por la mucama que tendría que cambiar las sábanas al día siguiente!

Dormimos una siesta breve, para las 9 de la noche ya estábamos listos para salir nuevamente. Yo me había cambiado la camisa y me había puesto la que acababa de comprar esa tarde, junto con una corbata de seda lisa de un color rojo intenso que me prestó Tony. Él se puso una camisa rosa de puños dobles y una de las corbatas que se había comprado en la última tiendita que habíamos visitado esa tarde, tenía un acabado satinado y era de franjas diagonales gruesas en color rosa y azul marino, le quedaba muy pero muy bien con el traje gris.

Salimos al vestíbulo del hotel y el guardia de la entrada nos preguntó si necesitábamos un taxi. Tony le dijo que sí y en cosa de un minuto llegó un auto negro de modelo reciente, incluso me sorprendió que no estuviera rotulado como un taxi de los que veía circular por las calles, pero como vi que Tony se subió con la mayor confianza, pues yo hice lo mismo.

El chofer para ser tan joven iba muy bien vestido, la camisa azul y la corbata de franjas plateadas le combinaban muy bien con el traje negro, recto y de tres botones, definitivamente me estaba gustando y mucho la Capital.

Llegamos al restaurante en aproximadamente 20 minutos, resultó ser un lugar al aire libre, de tipo italiano, y muy pero muy animado a pesar de ser un domingo por la noche, igual la gente se reunía para despedir al fin de semana de una forma alegre ante la perspectiva del despiadado Lunes que vendría después. La hostess nos pidió que esperáramos unos 20 minutos, pues no habíamos hecho reservación y estaban llenos. Nos fuimos al Café de la ‘Sirena de Dos Colas’…o de las dos piernas extremadamente flexibles según se le vea, y ordenamos un par de smoothies. Noté que dos o tres personas nos voltearon a ver cuando nos sentamos a la mesa, pero no duró más de dos segundos, tal vez y solo les gustó la corbata de Tony, que de verdad estaba muy padre.

Los 20 minutos se nos fueron muy rápido, hablamos de los arreglos que había hecho Tony para mí al día siguiente. Mi vuelo salía hasta las 4 de la tarde, y Tony tenía una reunión también más o menos a la misma hora, así que tendríamos la mañana para salir a caminar por ahí y entonces sí, hartarme de ver trajeados en su hábitat natural. 

Regresamos al restaurante y ordenamos una pizza, una ensalada y unos martinis de pepino que estaban buenísimos.

-Y qué tal te ha parecido el fin de semana?
-Tony, no tengo palabras para agradecerte, de verdad que ha sido una experiencia increíble para mí. Hasta hace unas semanas yo pensaba que era el único loquito en este mundo que se excitaba con la ropa formal, y de la noche a la mañana tengo una familia que me entiende y con la que puedo compartir esto que había sido el secreto mejor guardado de mi vida, es simplemente algo que me sobrepasa.
-Ya, ya, no hace falta agradecer, yo lo hago con todo el gusto del mundo, este tiempo tan breve que hemos compartido me ha permitido conocerte y acercarme a ti, y ver que eres ante todo una persona muy sincera y honesta con sus sentimientos, espero no te lo tomes a mal, pero ha sido como llevar de la mano a un niño pequeño y ver como descubre el mundo, me has hecho recordar el por qué yo también amo esto que nos une como familia, y te agradezco que me hayas permitido acompañarte.

Y fue así que brindamos por el fin de semana, una experiencia genial para mí en todos los sentidos.
Tomamos un taxi de regreso al hotel, donde un bellman de elegante uniforme nos abrió la puerta. Tony pasó un momento a la recepción en donde le entregaron unos mensajes que le habían dejado mientras estuvimos fuera.

Entramos a nuestra habitación en el décimo piso, la ciudad seguía su marcha allá abajo, siempre ruidosa y caótica, me acerqué a la ventana para contemplarla esa última noche que pasaría allí. Pude ver en el reflejo de la ventana como Tony se iba acercando, primero puso sus manos en mi cintura y después apoyó su mentón en mi hombro. Yo quise terminar bien esa noche, y comencé a tocarle el paquete, aunque no había necesidad, Tony ya lo traía durísimo.

Comenzó acariciándome las nalgas, y rápidamente pasó a la hebilla de mi cinturón que desabrochó hábilmente, después cayeron mis pantalones y finalmente mi calzoncillo.

En el reflejo del cristal se podía ver como sacaba un preservativo del bolsillo de su traje y se lo ponía, lubricó un poco con su saliva y sin decir más, me penetró. No tuve ningún problema en recibirlo, me da un poco de pena admitirlo, pero me excitaba muchísimo la idea de hacerlo a la vista de todo aquél que se tomara la molestia de voltear diez pisos más arriba del nivel de la calle, aunque la verdad, dudo que alguien tuviera el tino tan exacto de fisgonear precisamente hacia nuestra ventana. Yo recibía gustoso los empellones de Tony al tiempo de que me masturbaba como loco. Tanto él como yo disfrutamos mucho de ese momento en particular, y cuando llegamos al orgasmo, fue prácticamente en sincronía.

Después de unos apasionados besos, nos dimos un baño caliente y nos fuimos a dormir.

A la mañana siguiente desperté y Tony ya se estaba afeitando en el baño, para ese día había decidido usar un traje de un tono gris un poco más oscuro que el del día anterior, camisa blanca, una corbata de franjas color naranja con negro y zapatos de color café.
Yo me decidí por un traje azul marino, una camisa blanca de gemelos y una corbata morada con puntos  blancos, y un pañuelo a juego.

Tony me llevó hasta el espejo, en donde nos vimos reflejados y nos ajustamos la corbata el uno al otro, nos dimos un larguísimo beso, para empezar bien el día.

Salimos hacia la avenida a eso de las 9 de la mañana, donde ya había por todos lados, trajeados y mas trajeados, hice el intento de  contarlos, pero tal y como Tony había adivinado, me rendí cuando llegué a 100, era imposible llevar la cuenta.

Caminamos hacia lo que era el edificio de la Secretaría de Relaciones Exteriores, al parecer es un requisito para el trabajo tener buen gusto, porque uno tras otro vimos desfilar a varios trajeados que fácilmente habrían podido pasar por miembros de nuestra hermandad por su atención al detalle. Vi zapatos muy bien lustrados, camisas de puño doble con sus correspondientes gemelos, corbatas de seda que se antojaban exquisitas al tacto, trajes cortados a medida, en fin, todo un banquete para un par de fetichistas como nosotros.

En una oportunidad Tony me pidió que me colocara junto a unas bancas e hizo como que me tomaba una foto, aunque la verdad, solo le seguí el juego para que le tomara la foto a un trajeado que estaba sentado por ahí y que llevaba una corbata rosa espectacular.

Deambulamos un buen rato por el centro, y no me cansaba de admirar a tantos y tantos trajeados, la ventaja de estar en una ciudad donde viven millones de personas y que hay un clima fresco la mayor parte del año es que los trajes son garantía.

Desafortunadamente la mañana se nos fue como agua, apenas si tuvimos tiempo de entrar a una cafetería que estaba en el último piso de una tienda departamental desde donde se podía ver un parque y los edificios del centro histórico. Tony le pidió a un mesero que nos hiciera una foto para el recuerdo.

Llegamos al hotel poco antes de la 1, yo tenía que estar en el aeropuerto a más tardar a las 2 de la tarde, y ni siquiera había tenido la precaución de dejar mi maleta lista. 

Entre los dos recogimos mis cosas y las empacamos, ya casi para cerrarla, me quité el saco y me aflojé la corbata, dispuesto a volverme a poner los jeans, la camiseta y las zapatillas deportivas, Tony me detuvo.

-Porqué te cambias?
-Es que no puedo irme así, que tal si alguien me ve?
-Y qué importa que te vean?
-Pues con lo chismosa que puede ser la gente, que tal si es alguien conocido y le dice a mis padres?
-Y cómo crees que sería más fácil que te identificaran? Vestido impecablemente de traje y corbata, o en tus fachas habituales? Si alguien te ve muy elegante, a lo más que podrán llegar es a tener la duda de si eras tú, en cambio con tus jeans y tu camiseta, tendrán la seguridad- me dijo guiñándome el ojo.

Me convenció.

El taxi pasó por mí a la 1:30, el trayecto al aeropuerto se hacía en media hora desde allí así que a menos que tuviera la mala fortuna de toparme con una manifestación o marcha, llegaría con buen tiempo.

Tony me dio un abrazo y me agradeció nuevamente por ese fin de semana, yo hice lo mismo.

 Mientras el taxi se alejaba, revivía en mi mente todo lo que había sucedido en los días anteriores, había estado fabuloso, sin mayor explicación. No me entristeció dejarlo porque sabía que lo vería nuevamente en pocos días en ‘la casa’, lo que me entristeció fue darme cuenta que yo difícilmente podría regalarle a él una experiencia como la que él me había dado a mí.

martes, 8 de julio de 2014

Ep. 36 - El último día (Parte 1)



Tony tuvo que bajar un momento a la recepción a recoger unos papeles del trabajo que le habían ido a dejar mientras estuvimos fuera, así que aproveché para vestirme como me lo había pedido. Los pantalones grises de lana los seguía sintiendo ajustados para mi gusto, dado que eran nuevos, no tenían cosido el dobladillo (ruedo o bastilla), así que después de ponerme los botines, lo doblé y lo ajusté a una altura que me pareció quedaba bien. Me puse una camisa azul con unos gemelos plateados y busqué entre todas las corbatas mías y de Tony que estaban colgadas en el clóset y tomé una de él que era de un color vino. Recordé que en la maleta traía tirantes de varios colores, y en específico unos de color tinto que me quería estrenar en ese viaje, y esta era la oportunidad perfecta.

Tony entró a la habitación cuando me estaba haciendo el nudo de la corbata.

-Pero mira qué tenemos aquí!
-Te gusta?
-Me gusta y me encanta – me dijo mientras se mordía el labio inferior.
-Ya vi que sí.

Se acercó hasta mí y terminó de hacerme el nudo de la corbata.

-Date vuelta por favor, me gustaría ver qué tal te queda de atrás.

Lo hice y pude ver en el espejo como se sonreía como un niño pequeño, comenzó a acariciarme las nalgas y a hacer presión, como si quisiera cerciorase de que esto no era producto de su imaginación.

-Oye Tony, porqué te gusta este look de pantalones ajustados y botines? – aunque yo ya me imaginaba la respuesta.

-Un amigo de mi padre – dijo.
-Cuantos años tenías?
-Estaba por entrar a la pubertad tal vez.
-Y que pasaba con este amigo de tu padre?
-De vez en cuando iba de visita a mi casa, era un señor ya entrado en la madurez, o eso pensaba yo en ese entonces porque no era tan viejo, quizá tendría la misma edad que yo tengo ahora pero en ese entonces lo veía ya mayor. Él era contador, así que se vestía un poquito formal, claro, al estilo de esos tiempos, pantalones de lana que le quedaban muy ajustados y le resaltaban sus atributos, camisas de vestir también un poquito ajustadas y lo que recuerdo en especial eran sus botines. Cuando se sentaba en la sala a platicar de los viejos tiempos con mi papá, siempre lo hacía de pierna cruzada y se le levantaban un poquito los pantalones, lo suficiente como para apreciar la totalidad del calzado que llevaba. Siempre quise tener unos botines como los de él, pero claro está que nunca me atreví a pedírselos a mis padres, pensaba que me iban a leer el pensamiento, y no me sentía preparado para que me cuestionaran. 
Durante muchos años me masturbé con su imagen en la mente, camisa de vestir, corbata, pantalones ajustados y esos botines. Me imaginaba que se sentiría arrodillarme y oler el cuero de su calzado, tocar sus pantalones de arriba abajo con mis manos, apretar sus nalgas redondas y paraditas, chupar su miembro, continuar subiendo y percibir su olor inconfundible a ‘Agua Brava’ en su corbata y cuello, para terminar besándolo con pasión, mordiendo sus labios, sintiendo su tupido bigote y el olor de su pelo, peinado en copete con la infaltable Glostora.

Cuando estaba en el último año de la preparatoria, tuve que hacer la práctica profesional, yo llevaba Contabilidad y mi padre le pidió de favor que me dejara practicar en su oficina. Yo estaba encantado con el arreglo, me iba cuando salía de la escuela y me estaba allí de 3 a 6 de la tarde, y durante ese tiempo nunca me faltó material para cuando estaba solo
.
-Vaya, estabas totalmente ‘infatuado’ con él?-

-Sí, aunque fue algo totalmente inocente, nunca pasó nada con él, jamás se dirigió a mí de alguna manera que pudiera malinterpretarse, supe que le gustaban menores de edad, pero mujeres jejeje-

-Bien, pues yo te quedo a deber el copete con Glostora y el Agua Brava, pero aquí estoy.

-Que va, me encanta, eres la versión moderna de aquélla fantasía – me dijo mientras me abrazaba por detrás y sentía como frotaba su miembro contra mi trasero.

Me llevó a la orilla de la cama y me hizo que me pusiera de rodillas. Sobre la cabecera había un espejo, y vi con detalle como sus manos traviesas iban recorriendo mi cuerpo a placer. Finalmente me tumbó sobre el colchón y se puso encima de mí, me dio un beso larguísimo y apasionado, me robó el aliento. Continuamos alternando posiciones y la temperatura iba subiendo de nivel. Nos abrimos la bragueta y nos acomodamos para hacer un 69, Tony aprovechó la posición para llenarse de tocar mis botines mientras nos dábamos placer mutuamente, y cuando no pudo mas, se levantó, me quitó los tirantes y los pantalones, me colocó un preservativo y sin más, se fue sentando lentamente sobre mi miembro, dándome la espalda. Una vez que lo tuvo todo adentro, esperó unos minutos, y cuando calculé que ya estaba listo, comencé a levantar las caderas para darle ritmo a la penetración. Tony se pasó un buen rato acariciando el cuero de los botines y exhalando con placer, seguro imaginando tiempos pasados, a mí me enorgullecía que me permitiera acompañarlo en ese viaje que estaba haciendo. Cuando ya no pudo más, se levantó y se volteó, y soltó varios trallazos de semen sobre los botines. Yo  había comenzado a masturbarme también y lo alcancé en cosa de 10 segundos, aunque mi semen cayó desparramándose sobre la corbata.

Terminamos rendidos y nos quedamos dormidos como troncos, despertamos al día siguiente con la primera luz de la mañana.

-Y qué haremos hoy? – le dije cuando salí de la regadera.
-Que te parece si nos estrenamos los trajes que compramos ayer?
-Me gusta la idea, aunque no sé, en domingo? No llamaríamos mucho la atención?
- Para nada, aquí los trajes son tan comunes como usar zapatos. Igual no habrá tantos como entre semana, pero te garantizo que tampoco serán escasos los trajeados que veamos.

Fue así como nos alistamos para salir, en lo que Tony se duchaba, yo me di a la tarea de planchar las camisas que usaríamos y de elegir las corbatas y pañuelos con que completaríamos el atuendo.

Vestir a Tony fue todo un placer, aunque ya había tenido oportunidad de vestir al Rojo en varias ocasiones, y ayudar a dos que tres de mis hermanos cuando estuve en la casa, actuar de valet era una experiencia que no dejaba de fascinarme y que disfrutaba enormemente, saboreaba siempre cada segundo.

Finalmente Tony me ayudó a vestirme a mí, y se tomó tiempo extra en ayudarme a doblar el pañuelo, quería que se viera perfecto. 

Nos miramos al espejo, y no estaba nada mal la imagen que nos devolvió. Los dos elegantemente vestidos en traje gris carbón, a cuadros o Príncipe de Gales según nos dijo el vendedor, camisa blanca y por supuesto, con gemelos. Lo único que llevábamos diferente era las corbatas y los zapatos, yo había elegido una predominantemente roja, con rayas azules y blancas en diagonal, con un pañuelo de seda en rojo enterizo. Tony usaba una corbata de color cobre con franjas en azul marino y gris, y un pañuelo a juego. Sus zapatos eran clásicos, color café y de cordones; los míos eran negros, un poco cuadrados de la punta y también de cordones.



Nos dimos un beso apasionado frente al espejo, creo que los dos abríamos los ojos de tanto en tanto, porque besar a alguien vestido así y no verlo era un crimen.

Salimos de la habitación y nos dirigimos al vestíbulo, el portero nos preguntó:

-Necesitan taxi caballeros?
-No, creo que hoy caminaremos, pero muchas gracias – le respondió Tony.
Salimos de ahí y nos mezclamos entre la gente que esperaba el cambio del semáforo para cruzar la avenida.