domingo, 23 de marzo de 2014

Ep. 31 - El final del mejor fin de semana de mi vida



Cuando Víctor dijo ‘comencemos’, pensé que iniciaría una orgía cuidadosamente coreografiada, y donde con suerte, yo volvería a ser el centro de atención, pero no, en lugar de eso, la gente se dispersó por el salón, algunos se fueron a la mesa de billar, otros se sentaron a jugar poker, y algunos por ahí se sirvieron un trago y encendieron sendos puros.

Nadie me explicó nada, pero supuse que de ahí en adelante se trataba de pasar el domingo entre amigos, claro, trajeadísimos y encorbatadísimos; casi como ir a la iglesia pero sin tener que tragarse un sermón en el proceso.

Me llamó la atención el grupito de 4 que estaba jugando billar. Yo más o menos sabía jugar, así que me acerqué a ellos. Xavier, el ingeniero bajito, estaba por hacer un tiro, y así inclinado como estaba sobre la mesa, se le veían unas nalgas muy bien formadas. Por si fuera poco se había quitado el saco del traje azul marino mil rayas y podía ver perfectamente aquél chaleco con la espalda en un satín de color azul eléctrico. Le había tocado hacer equipo con Rodrigo, el de ojos grises y cabello castaño que llevaba algo revuelto, para lucir desenfadado. 




Rodrigo había elegido para ese día un traje color negro de tres botones; una camisa blanca con rayas finas en color tinto, de cuello italiano y puños dobles con gemelos en color plata; pisacorbatas plateado; una corbata color vino con puntos blancos; tirantes negros y remataba con un pañuelo color azul violeta que sobresalía del bolsillo del saco. Sus zapatos eran diferentes esta vez, el día anterior había notado que todos usaban zapatos muy formales, de cordones y toda la cosa, pero Rodrigo esta vez traía unos mocasines de piel, negros, con una correa de cuero al frente y una hebilla ensamblada en color plata, no eran precisamente ‘formales’ pero vaya que estaban lindos y se le veían increíbles con esos calcetines negros. Los zapatos nunca me han llamado la atención en el sentido fetichista, pero confieso que con esos en específico si me dieron ganas de inclinarme para tocarlos y olerlos.



El otro equipo que esperaba su turno eran Joseph y el doctor Paul.
Joseph se veía guapísimo con un traje azul marino oscuro, de tres piezas, camisa blanca, gemelos en oro con una aplicación en ónix y una corbata simplemente hermosa, de una seda dorada y satinada, con un patrón de cuadros como de 1x1cm que me cautivó.

El doctor con su simple presencia ya era imponente, pero con ese atuendo era imposible que pasara desapercibido para mí, un traje gris oxford, también de tres piezas, una camisa azul de cuello y puños blancos, me encantó esa camisa porque la tela azul era de cuadros muy pequeños y le daba ese extra que hace que las cosas sobresalgan de lo clásico. La corbata muy elegante, que eran franjas de un color bronce opaco y otras blancas que a su vez tenían 3 líneas delgaditas del mismo color bronce.

Durante el juego estuve conversando con ellos, o más bien haciéndoles cumplidos, porque de verdad que no podía pensar en otra cosa. Ellos muy amables me contaban algunas anécdotas de otras reuniones, por ejemplo, los que estaban en la mesa jugando poker, no jugaban por dinero precisamente, el que ganaba tenía derecho  pedirle un favor sexual al que quisiera.

-Y ustedes?- pregunté
-Bueno, el equipo que pierde le hace sexo oral al otro.
-Y eso es un castigo?
-No, es una excusa - rieron.

La partida de billar continuó y de tanto en tanto volteaba a ver a los de la mesa de poker, no pasó mucho tiempo cuando vi que uno de ellos se ponía de rodillas y le hacía una mamada al ganador.

-Mira, ya empezaron- dijo Rodrigo dándole un codazo a su compañero Xavier y rieron.
-Y tú no te vas a animar a jugar? – me dijo poniéndome una mano en el trasero
-No soy muy buen jugador, tengo la sospecha de que me dolerían las rodillas al final del día.
-Bueno, siempre puedes hacerlo sentado!
Apenas unos minutos después, el doctor envió la bola negra a la tronera ganando el juego.
-Bien, creo que ganamos nosotros- dijo
-Pues pagamos de una vez.

Rodrigo y Xavier rápidamente se acercaron al diván donde se habían sentado Joseph y el doctor, se pusieron de rodillas y sin pensarlo dos veces se pusieron a darle a lo suyo.
Joseph y el doctor se besaban entre sí, apasionadamente.

Volteé a ver la mesa y también estaban entretenidos; entre risas y carcajadas, se notaba que se la estaban pasando muy bien.

De pronto sentí que alguien me abrazaba por detrás, era Abraham, el oso grandote.

-Se ve que se divierten verdad?
-Sí, se me antoja mucho, pero no quiero interrumpir.
-Puedes hacerlo con confianza, si quieres alternar con ellos no hay problema- me dijo sin quitarme los brazos alrededor.

Para ese momento yo ya sentía su pene totalmente erecto presionando contra mis nalgas y por la forma en que escuchaba su respiración junto a mi oído, supe que él tenía ganas.

-Y si alternamos entre nosotros? - le pregunté.

No se lo tuve que decir dos veces. Literalmente me cargó en brazos hasta otro diván que estaba en medio de la habitación y me recostó allí.

Comenzó a besarme bruscamente, como si quisiera dejar en claro quién iba a llevar el control de la situación. Se sacó el pene, enorme por cierto, y me lo puso en la cara.
 
-Chúpamelo.

Lo hice de inmediato y también al instante pude escuchar como suspiraba, mientras se acariciaba el cuello de su camisa azul y su corbata roja brillante con pequeñas flores de lis en blanco por aquí y allá, que sobresalía abombada por encima de su chaleco negro.

Apenas si podía respirar, Abraham había venido muy bien equipado a la fiesta, y me preocupaba un poco que la promesa que me había hecho en la ducha fuera a resultar cierta y no pudiera sentarme en una semana.

Después de unos minutos él se apartó y me levantó, se sentó frente a mí y me bajó los pantalones. De la mesita que estaba a un lado del diván tomó un sobrecito de lubricante, se lo puso en los dedos y al tiempo que me chupaba el pene, comenzó a masajearme el ano con dedos expertos. Sus dedos se movían circularmente, y aunque al principio la sensación fue extraña como siempre, a los minutos yo ya estaba deseando que pasáramos al siguiente nivel.

Fui yo quien lo tuvo que apartar esta vez porque entre la estimulación que sentía atrás y la increíble mamada que me estaban haciendo, casi estaba a punto de eyacular.

Abraham me recostó sobre el suelo, tomó uno de los cojines del diván y me lo puso debajo para que mi trasero estuviera un poco más levantado. Se puso un condón y sin dejar de mirarme fijamente a los ojos, me penetró.

Sentí cada centímetro de su humanidad entrando lentamente en mi interior. Aunque yo ya estaba bien lubricado y dilatado, me dolió. Abraham se quedó quieto por unos minutos, se inclinaba sobre mí y me besaba apasionadamente, me decía al oído que en un momento pasaría el dolor, que había esperado este momento desde que entré por la puerta con los ojos vendados, que le encantaba el atuendo que me había puesto para ese día, y que iba a ser gentil conmigo para no lastimarme mucho (sospecho que ya sabía de lo que su enorme pene era capaz). También me decía otras cosas más subidas de tono, entre mariquita, putito, comevergas y demás, claro, no podía negar ninguna de esas cosas considerando que su pene estaba dentro de mí en ese mismo instante.

Después de un momento, me acostumbré a su enorme verga, y entonces comenzó con el mete y saca, lentamente al principio. Yo lo apretaba con todas mis fuerzas contra mí, lo besaba como si quisiera comérmelo, aspiraba su olor tan varonil que me volvía loco y como podrán entender, estaba presa de un frenesí como no había sentido nunca. Abraham también estaba completamente entregado a la tarea, movía sus caderas rítmicamente y cada sacudida me producía más y mas placer, me encantaba saber que era yo quien había desatado su lujuria, y ansiaba sentir como se descargaría dentro de mí.

Algo que no recordaba haber sentido antes se hizo presente en mis entrañas, era algo que iba más allá de lo placentero, una especie de presión mezclada con un dolorcito rico, que me hizo recordar la primera vez que me masturbé sin saber lo que iba a pasar. De pronto esa sensación se fue incrementando, crecía y crecía en intensidad y de repente, así sin más, eyaculé sin tocarme siquiera. 

No fue un trallazo que haya salido volando con fuerza, sino que se escurrió y fluyó lentamente. El orgasmo que sentí simplemente no tuvo comparación con los otros, fue algo totalmente diferente e inesperado. Abraham se dio cuenta de esto y comenzó a empujar más rápido y más fuerte, y apenas un instante después pude escuchar como exhalaba de placer al eyacular.

Después de que los dos terminamos, nos abrazamos y continuamos besándonos. En un momento en que nos separamos para que él se quitara el condón, pude ver que todos los de la habitación estaban entregados a disfrutarse entre ellos, un trío por aquí, otra pareja por allá, pero eso sí, todos impecablemente vestidos…bueno, alguno que otro sin pantalones al igual que yo.

Regresé a mi casa con varias cosas de más, entre experiencias, familia nueva y ropa que me pidieron que llevara para probarla a solas o cuando tuviera ‘cita’; hasta tenía la sensación de que no iba a caber por la puerta una vez que llegara. Antes de regresar, había tenido la precaución de llamarle a mis padres para ver si ya estaban en casa, por suerte les faltaba como una hora para llegar y el Rojo me llevó a toda prisa para tener tiempo de guardar las cosas, tomar un baño y tratar de que se me borrara esa sonrisa del rostro.

Supe que no lo conseguí porque en la primera oportunidad que nos quedamos solos en la cocina, mi padre me comentó lo relajado que me veía, incluso resplandeciente con esa mirada más alegre de lo usual y esa sonrisa. Me guiñó un ojo y me dijo:

 –Solo cuídate, no te olvides de usar condón.

3 comentarios:

  1. "...y su corbata roja brillante con pequeñas flores de lis en blanco por aquí y allá"

    Vaya, una de mis corbatas es muy parecida http://fs1.directupload.net/images/150731/miqhnnhk.jpg

    Justo a punto de hacerme el nudo de mi corbata roja :)

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    1. De hecho sí, es bastante parecida a la que imaginé, tal vez si fuera un de un rojo intenso en vez de guinda sería la reproducción exacta de mis fantasías ;-)

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  2. Es curioso, de los 5 idiomas que hablo, el castellano resulta el más excitante para expresar estas ideas. En mi lengua materna seguro que no podría hacerlo... resulta interesante leerse uno mismo.

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