viernes, 21 de febrero de 2014

Ep. 30 - El regreso a la realidad



Me desperté cuando apenas estaba amaneciendo, afuera se escuchaba el ruido intenso de los pájaros, lo cual confirmó mis sospechas de que esa era una casa de campo. El Rojo yacía acurrucado en su propio lado de la cama, todavía con la camisa y el chaleco perfectamente abotonados, y claro, la corbata en su lugar, aunque sin pantalones ni ropa interior, y claro, tenía una erección enorme, seguramente por las ganas de orinar, igual que yo

Traté de levantarme haciendo el menor ruido posible, encontré a tientas mis pantalones y salí a buscar el baño, pues la habitación donde dormimos no parecía contar con uno propio, fui por el pasillo abriendo puertas y cerrándolas cada vez que me veía a alguien plácidamente dormido en la cama. Finalmente, a la sexta puerta encontré el baño

Aproveché para lavarme la cara y mojarme el cabello, me ajusté el nudo de la corbata y traté de arreglarme el traje, aunque después de dormir toda la noche con él puesto, no estaba muy presentable que dijéramos.

Salí nuevamente y seguí caminando, llegué a unas escaleras que no parecían las principales, dudé en bajar por un segundo, no conocía la casa, ni sabía si hubiera reglas referentes a no andar vagando por ahí, pero recordé que ahora yo también era de la familia, así que no podía pasar gran cosa.

Las escaleras bajaban hasta una cocina exageradamente amplia y al parecer muy bien equipada con un gran ventanal por donde se colaba toda la luz del amanecer. Había una mesa de madera lo bastante grande como para acomodar a 12 personas sin ningún problema. La TV que estaba estratégicamente colocada en una de las esquinas estaba encendida en Al-Jazeera, en árabe. Sentado a la mesa estaba el Sr. Gibran dándole un sorbo a una taza de café.

-Veo que te caíste de la cama habibi – me dijo con una sonrisa.
-Algo así, me levanté al baño y se me quitó el sueño.
-Gustas una taza de café? Té? Leche?
-Un café estará bien – le dije mientras me acercaba a la cafetera para servirme una taza.
-Y qué te ha parecido todo hasta ahora?- inquirió.
-Si quiere la verdad, creo que aún no lo he asimilado, me siento como si en cualquier momento fuera a sonar la alarma y yo despertaré en mi cama con los calzoncillos almidonados.
-Esa es buena habibi! – rió – pero todo es real, lo de anoche en verdad sucedió, ya te acostumbrarás a esta rara familia que somos todos, ya verás!
-Oiga, y pudiera explicarme dónde estamos? De quién es esta casa?
-Claro que sí, pero toma asiento por favor- me dijo señalando una de las sillas.

Comenzó a contarme que estábamos a las afueras de la ciudad, aunque no muy lejos, si acaso unos 10 kilómetros, en una zona donde yo recordaba haber visto algunos ranchos de este tipo.
El lugar era de su propiedad, y criaba caballos ahí a manera de hobby, pero como él vivía en la ciudad, la casa grande que había allí se desperdiciaba la mayor parte del tiempo; cuando el grupo comenzó a crecer, él propuso que se empezaran a reunir allí y ya tenían algunos años haciéndolo de ese modo.

-Oiga, pero no está el riesgo de que alguno de sus trabajadores nos vea?
-No habibi, hay una cerca que divide el área de la casa de las caballerizas y todo el trabajo que hacen transcurre en aquélla parte, de modo que no tienen absolutamente nada que hacer por aquí, pero por si acaso el capataz tiene la instrucción de que nadie debe acercarse por estos lados.
-Pero y su familia? Nunca vienen a esta casa?
-No, ellos no viven aquí en el país.
-Ahh
-Así que siéntete en confianza, nadie va a estar espiando, bueno, salvo nosotros- me dijo guiñándome el ojo.

Continuamos conversando por espacio de media hora tal vez,  me contó cómo había conocido a Víctor un día que llegó a su tienda buscando una corbata; se entendieron tan bien hablando de camisas y corbatas que cuando se dio cuenta ya llevaba tres horas allí. Eventualmente se hicieron buenos amigos y una noche tras unos tragos de más se dio una situación que habría sido muy incómoda de no ser porque ahí se confesaron uno al otro lo que verdaderamente sentían cuando hablaban de trajes y corbatas.

Estaba a punto de contarme cómo había sido esa primera vez cuando el Rojo entró en la cocina.

-Hey, te desapareciste cabrón! – me dijo mientras se iba directo a la cafetera a servirse una taza.
-Lo siento, me urgía ir al baño y terminé aquí.
-En muy buena compañía según veo – me dijo, y dirigiéndose al Sr. Gibrán añadió – Buenos días patrón!
-Buen día galán- le dijo éste devolviéndole el saludo.
-Y qué plan tenemos para hoy? – pregunté
-Normalmente desayunamos todos juntos, después nos damos un baño, y nos reunimos en el salón que conociste ayer para jugar billar, o a las cartas, o lo que resulte…
-Me agrada la idea!
-Claro, cómo tú eres el nuevo, hay algunas cosas que están pendientes, pero ya llegaremos a ello.

Apenas unos minutos después llegó el resto de la familia, aunque no pude dejar de notar que al parecer yo era el único que traía puesto el traje completo (y arrugado!), los demás habían dejado el saco y la corbata para más tarde.

Vi que el oso enorme, ojiverde y de pelo castaño se hacía cargo de la cocina, recordaba que había mencionado que tenía un restaurante, así que era lógico que llevara la voz cantante allí. Entre él y otros 3 de mis nuevos hermanos tuvieron el desayuno listo en un santiamén. En una oportunidad se acercó y me saludó.

-Hola guapo, cómo amaneciste?
-Incrédulo aún – le dije.
-Jajajaja lo entiendo, a mi me sucedió igual la primera mañana que desperté aquí, pero te aseguro que es real, y verás que pronto te sentirás como si hubiéramos sido familia toda la vida. Te apetece algo en especial para desayunar?
-La verdad es que creo que ni siquiera tengo hambre, no acostumbro desayunar y …
-Bueno, come aunque sea un poco, aunque sea solo para que no tengas el estómago vacío. Te gustan los pancakes?
-Sí, cuando era niño me encantaban los domingos porque mi papá nos llevaba a desayunar al IHOP.
-Te haré unos que te van a encantar ya verás – me dijo, y cómo si me leyera la mente añadió con una sonrisa– Soy Abraham.

Apenas un momento después, me pusieron un plato con huevos, salchichas y unas rebanadas de tocino, que en cuanto olí, olvidé que no tenía hambre. Abraham cumplió y me sirvió unos pancakes con dulce de leche y fruta; por ahí dicen que la comida preparada con amor siempre es la más deliciosa, y aunque en este caso solo recordaba la lujuria de la noche anterior, creo que era un sentimiento equivalente, ya que fueron los más sabrosos que hubiera comido en mi vida.

El desayuno transcurrió agradablemente, todos los ahí presentes estaban muy interesados en saber que tal había estado la experiencia para mí hasta ese momento, igual querían saber si estaba emocionado por todo lo que vendría en los días siguientes.

-Han sido maravillosos conmigo, en verdad que nunca esperé tener un recibimiento tan cálido de parte de ustedes, en verdad me siento conmovido.
-Es un honor para nosotros que te nos hayas unido – comentó Víctor- siendo tan joven como eres es de admirarse que no hayas salido huyendo desde el momento en que te dijeron que te tendrían que vendar los ojos para venir aquí.
-Bueno, no lo habría hecho voluntariamente bajo ninguna otra circunstancia, pero desde que era niño siempre deseé poder conocer a más gente como yo, como ustedes, y una venda en los ojos era el menor de los obstáculos – aunque no les dije que en ese momento estaba aterrado y planteándome el echarme para atrás con todo esto. Me decidió la erección instantánea que tuve cuando el Rojo se había acercado a mí en ese momento y me puso la mano en la espalda y percibí su exquisito olor, de otro modo, no lo hubiera hecho.

Terminamos el desayuno entre estas pláticas y levantamos la mesa. Me iba a ofrecer para lavar los platos y me dijeron:
-En otra ocasión será, hoy es tu día.

Vi que todos los demás se encaminaron hacia lo que pensé sería el salón donde habíamos estado para mi iniciación, pero entramos en el área del enorme vestidor donde me había ido a dar una ducha rápida.

Apenas entramos y todos comenzaron a desnudarse con la mayor naturalidad, sin duda se tenían confianza y por lo visto, tampoco nada que ocultar.
Algunos se dieron un baño rápido en la ducha e inmediatamente después se metieron al jacuzzi, otros parecían disfrutar del agua un poco más fría de la pileta.
Yo busqué el casillero que me habían asignado y dejé mi ropa allí, alguien me dijo que el traje lo podría planchar yo mismo mas tarde si quería, tenían todo el equipo necesario para hacerlo de una manera profesional.

Tomé un jabón y las sandalias y me encaminé a las regaderas, que por supuesto, no tenían división. Abraham ya se encontraba allí, justo en la del medio, así que por lo visto nos ducharíamos juntos. Él estaba absorto en lo suyo, lavándose el cabello y tarareando una canción que estaba de moda en ese tiempo. Me quedé mirándolo unos instantes, observando con detalle su cuerpo, que era la definición exacta de un ‘OSO’, brazos, pecho y hombros atléticos, una barriga un poco mas flojita pero deliciosa, además de unas nalgas y unas piernas que ya las quisiera yo para un domingo. Naturalmente, estaba cubierto de una mata de pelo de pies a cabeza, claro, se notaba que cuidaba su apariencia pues no tenía los pelos largos y desordenados que había visto en otra gente, no, yo creo que probablemente se pasaba una maquinilla que se los dejaba con el largo exacto.

Cuando Abraham terminó de lavarse el pelo y se dio cuenta que estaba junto a él, me dirigió una sonrisa que invitaba a más, no pude evitarlo y nuevamente tuve una erección que ahí si no tenía forma de disimular.

-Vaya, te alegras de verme verdad? – me dijo
-Lo siento!!!
-No te preocupes, para mí es muy halagador – me dijo sin quitar esa sonrisa.
Me acercó a él y comenzó a enjabonarme con esas manos grandes y fuertes que tenía. Cada vez que me frotaba con la pastilla de jabón sentía un escalofrío muy placentero que me recorría el cuerpo de arriba abajo. Con todo cuidado me lavó el pelo, el torso, y puso especial cuidado a la hora de lavarme el pene y las nalgas.
Mi erección seguía sin bajar un milímetro, y en una oportunidad me susurró al oído:
-Cuando acabe con ese trasero que tienes no te vas a poder sentar en una semana niño nuevo!-
Me dejó perplejo con esas palabras, pero le dije – Veremos si es cierto, cabrón!-

Terminamos de ducharnos entre risas, y aunque yo hubiera deseado que él diera el primer paso, no sucedió y yo tampoco me atreví por respeto a los demás que se encontraban allí.
Nos secamos y nos dirigimos hacia ‘el clóset’, donde ya había varios de ellos vistiéndose para las ‘actividades’ de la mañana.

Me sentía  como niño en dulcería, pues hasta donde entendía, podía ponerme lo que yo quisiera.

Comencé a caminar por la habitación, buscando algo que ponerme, me excitaba muchísimo ver como algunos de mis hermanos también andaban por ahí eligiendo que ponerse y más me alborotaba saber que estaban pensando exactamente lo mismo que yo:

– Cuál traje, camisa,  corbata y accesorios me harán sentir más placer sexual este día?-

En esas cavilaciones estaba cuando vi una camisa azul de cuello y puños blancos que me fascinó, la descolgué del rack donde estaba e inmediatamente tuve otra erección, así que sin duda era ésa la que tenía que usar. Me la puse y sentí como se me ponían duros los pezones y una oleada de cosquillas me recorría el torso. Seguí caminando hasta la zona donde estaban las corbatas y encontré una que me fascinó, era de color dorado, con un patrón de rombos grandes; franjas formadas por tres líneas de color dorado corrían hacia abajo de izquierda a derecha y otras franjas formadas por 3 líneas juntas de color azul, negro y dorado que corrían hacia arriba de izquierda a derecha formaban los rombos al cruzarse. Seguí caminando hacia donde estaban los trajes, y noté que los tenían acomodados por talla, por suerte de la mía había en muchos estilos y colores.



Me dejé conquistar por uno de color gris Oxford a cuadros discretos, o príncipe de Gales, de tres piezas por supuesto. Me encantó en sobremanera que el chaleco de este traje traía solapas! Algo que yo solo había visto en revistas o en televisión, pero en vivo y en directo jamás.

Para estas alturas ya traía el pene escurriendo, pero aún me faltaba elegir calcetines, zapatos y un cinturón.

Escogí unos zapatos de cuero negro y cordones, muy sencillos pero no por eso menos elegantes. Los calcetines los elegí en color negro, casi transparentes y el cinturón también fue uno sencillo, de cuero negro con una hebilla tradicional.

Comencé a vestirme lentamente, disfrutando cada segundo de ese proceso, me abotoné la camisa y me puse unas mancuernillas cuadradas que creo eran de oro sólido; me puse también los pantalones, el cinturón y los zapatos, sintiendo esa deliciosa camisa almidonada con cada movimiento que hacía.

Me levanté el cuello y comencé a anudarme la corbata por inercia, tantos y tantos años de practicar a solas me habían dado la capacidad de hacerlo con los ojos cerrados, recurría al espejo únicamente para dejarla perfectamente centrada y las mas de las veces ni siquiera hacía falta.

Me puse el chaleco y comencé a abotonarme de arriba hacia abajo, un botón, dos botones, tres, cuatro, cinco y seis.
Cuando me abotoné el sexto y último botón escuché una exclamación generalizada de -Ohhh!!! – misma que pueden escuchar en las olimpiadas de invierno cuando hay una caída de alguien en el patinaje artístico.

Estaba tan absorto eligiendo lo que habría de ponerme que no había notado que mis hermanos seguían todos y cada uno de mis movimientos desde hacía un buen rato, y cuando me vieron cometer ese faux pas con el chaleco todos se sorprendieron al unísono. Volteé a verlos y sonreí al tiempo que me desabotonaba ese sexto botón, y parecerá broma, pero aplaudieron.

Alguien se acomidió para ayudarme a poner el saco y entre todos me hicieron comentarios de lo mas halagadores.
-Creo que solo te faltó un detalle – me dijo Víctor y se acercó para colocarme un pañuelo blanco de lino en el bolsillo – Ahora sí, todo está perfecto-.

Los demás siguieron vistiéndose mientras yo conversaba con los que ya estaban listos. 

Noté que alguien estaba escribiendo algo en un una hoja de papel, misma que después cortó en trocitos que dobló y echó en un sombrero de copa.

Cuando todos estuvieron listos, salimos de ahí y nos dirigimos hacia el salón donde había sido mi iniciación, pues ahí había espacio para que nos sentáramos todos.

Víctor fue quien tomó la palabra, y me explicó acerca de la dinámica que seguía el grupo cuando algún nuevo miembro se unía a ellos. Recordaba que algo de eso había mencionado, pero no estaba muy seguro de cómo funcionaba.

-Las reglas estipulan que debes pasar un día entero con cada uno de nosotros por separado a fin de que nos lleguemos a conocer lo mejor posible, al ser familia, es importante que siempre nos llevemos bien entre nosotros, y eso solo se logra con la convivencia. En este sombrero están los nombres de todos los aquí presentes y también los de aquéllos que no nos pudieron acompañar pero que ya conociste anoche. Irás sacando los papelitos de uno por uno a fin de asignarles un orden.

Así que me tocó pasar al centro, e ir sacando nombres, alguien los iba anotando y finalmente terminamos.

-Oigan, solo tengo una duda, las fechas las especifican ustedes o puedo decidirlo yo? Porque la verdad yo qué más quisiera que  empezar a hacerlo hoy mismo pero creo que habrá ocasiones en que no podré salir por la escuela, exámenes y esas cosas.

-No te preocupes, este sorteo solo determina el orden en que nos podremos conocer, las fechas dependen enteramente de ti.
-Muchas gracias! Estoy seguro que será un placer conocerlos un poco más de cerca – dije y volví a sentarme.
-Alguno tiene algo más que agregar? – dijo Víctor.

Se miraron entre todos y algunos dijeron no, otros negaron con la cabeza.

-Muy bien, entonces comencemos- dijo con una sonrisa.