Me desperté cuando apenas estaba amaneciendo, afuera se
escuchaba el ruido intenso de los pájaros, lo cual confirmó mis sospechas de
que esa era una casa de campo. El Rojo yacía acurrucado en su propio lado de la
cama, todavía con la camisa y el chaleco perfectamente abotonados, y claro, la
corbata en su lugar, aunque sin pantalones ni ropa interior, y claro, tenía una
erección enorme, seguramente por las ganas de orinar, igual que yo
Traté de levantarme haciendo el menor ruido posible, encontré
a tientas mis pantalones y salí a buscar el baño, pues la habitación donde
dormimos no parecía contar con uno propio, fui por el pasillo abriendo puertas
y cerrándolas cada vez que me veía a alguien plácidamente dormido en la cama.
Finalmente, a la sexta puerta encontré el baño
Aproveché para lavarme la cara y mojarme el cabello, me
ajusté el nudo de la corbata y traté de arreglarme el traje, aunque después de
dormir toda la noche con él puesto, no estaba muy presentable que dijéramos.
Salí nuevamente y seguí caminando, llegué a unas escaleras
que no parecían las principales, dudé en bajar por un segundo, no conocía la
casa, ni sabía si hubiera reglas referentes a no andar vagando por ahí, pero
recordé que ahora yo también era de la familia, así que no podía pasar gran
cosa.
Las escaleras bajaban hasta una cocina exageradamente amplia
y al parecer muy bien equipada con un gran ventanal por donde se colaba toda la
luz del amanecer. Había una mesa de madera lo bastante grande como para
acomodar a 12 personas sin ningún problema. La TV que estaba estratégicamente
colocada en una de las esquinas estaba encendida en Al-Jazeera, en árabe.
Sentado a la mesa estaba el Sr. Gibran dándole un sorbo a una taza de café.
-Veo que te caíste de la cama habibi – me dijo con una sonrisa.
-Algo así, me levanté al baño y se me quitó el sueño.
-Gustas una taza de café? Té? Leche?
-Un café estará bien – le dije mientras me acercaba a la
cafetera para servirme una taza.
-Y qué te ha parecido todo hasta ahora?- inquirió.
-Si quiere la verdad, creo que aún no lo he asimilado, me
siento como si en cualquier momento fuera a sonar la alarma y yo despertaré en
mi cama con los calzoncillos almidonados.
-Esa es buena habibi!
– rió – pero todo es real, lo de anoche en verdad sucedió, ya te acostumbrarás
a esta rara familia que somos todos, ya verás!
-Oiga, y pudiera explicarme dónde estamos? De quién es esta
casa?
-Claro que sí, pero toma asiento por favor- me dijo señalando
una de las sillas.
Comenzó a contarme que estábamos a las afueras de la ciudad,
aunque no muy lejos, si acaso unos 10 kilómetros, en una zona donde yo
recordaba haber visto algunos ranchos de este tipo.
El lugar era de su propiedad, y criaba caballos ahí a manera
de hobby, pero como él vivía en la ciudad, la casa grande que había allí se
desperdiciaba la mayor parte del tiempo; cuando el grupo comenzó a crecer, él
propuso que se empezaran a reunir allí y ya tenían algunos años haciéndolo de
ese modo.
-Oiga, pero no está el riesgo de que alguno de sus
trabajadores nos vea?
-No habibi, hay una
cerca que divide el área de la casa de las caballerizas y todo el trabajo que
hacen transcurre en aquélla parte, de modo que no tienen absolutamente nada que
hacer por aquí, pero por si acaso el capataz tiene la instrucción de que nadie
debe acercarse por estos lados.
-Pero y su familia? Nunca vienen a esta casa?
-No, ellos no viven aquí en el país.
-Ahh
-Así que siéntete en confianza, nadie va a estar espiando,
bueno, salvo nosotros- me dijo guiñándome el ojo.
Continuamos conversando por espacio de media hora tal
vez, me contó cómo había conocido a
Víctor un día que llegó a su tienda buscando una corbata; se entendieron tan
bien hablando de camisas y corbatas que cuando se dio cuenta ya llevaba tres
horas allí. Eventualmente se hicieron buenos amigos y una noche tras unos
tragos de más se dio una situación que habría sido muy incómoda de no ser
porque ahí se confesaron uno al otro lo que verdaderamente sentían cuando
hablaban de trajes y corbatas.
Estaba a punto de contarme cómo había sido esa primera vez
cuando el Rojo entró en la cocina.
-Hey, te desapareciste cabrón! – me dijo mientras se iba
directo a la cafetera a servirse una taza.
-Lo siento, me urgía ir al baño y terminé aquí.
-En muy buena compañía según veo – me dijo, y dirigiéndose al
Sr. Gibrán añadió – Buenos días patrón!
-Buen día galán- le dijo éste devolviéndole el saludo.
-Y qué plan tenemos para hoy? – pregunté
-Normalmente desayunamos todos juntos, después nos damos un
baño, y nos reunimos en el salón que conociste ayer para jugar billar, o a las
cartas, o lo que resulte…
-Me agrada la idea!
-Claro, cómo tú eres el nuevo, hay algunas cosas que están
pendientes, pero ya llegaremos a ello.
Apenas unos minutos después llegó el resto de la familia,
aunque no pude dejar de notar que al parecer yo era el único que traía puesto
el traje completo (y arrugado!), los demás habían dejado el saco y la corbata
para más tarde.
Vi que el oso enorme, ojiverde y de pelo castaño se hacía cargo de la cocina, recordaba que había mencionado
que tenía un restaurante, así que era lógico que llevara la voz
cantante allí. Entre él y otros 3 de mis nuevos hermanos tuvieron el desayuno
listo en un santiamén. En una oportunidad se acercó y me saludó.
-Hola guapo, cómo amaneciste?
-Incrédulo aún – le dije.
-Jajajaja lo entiendo, a mi me sucedió igual la primera
mañana que desperté aquí, pero te aseguro que es real, y verás que pronto te
sentirás como si hubiéramos sido familia toda la vida. Te apetece algo en
especial para desayunar?
-La verdad es que creo que ni siquiera tengo hambre, no
acostumbro desayunar y …
-Bueno, come aunque sea un poco, aunque sea solo para que no
tengas el estómago vacío. Te gustan los pancakes?
-Sí, cuando era niño me encantaban los domingos porque mi
papá nos llevaba a desayunar al IHOP.
-Te haré unos que te van a encantar ya verás – me dijo, y
cómo si me leyera la mente añadió con una sonrisa– Soy Abraham.
Apenas un momento después, me pusieron un plato con huevos,
salchichas y unas rebanadas de tocino, que en cuanto olí, olvidé que no tenía
hambre. Abraham cumplió y me sirvió unos pancakes con dulce de leche y fruta;
por ahí dicen que la comida preparada con amor siempre es la más deliciosa, y
aunque en este caso solo recordaba la lujuria de la noche anterior, creo que
era un sentimiento equivalente, ya que fueron los más sabrosos que hubiera
comido en mi vida.
El desayuno transcurrió agradablemente, todos los ahí
presentes estaban muy interesados en saber que tal había estado la experiencia
para mí hasta ese momento, igual querían saber si estaba emocionado por todo lo
que vendría en los días siguientes.
-Han sido maravillosos conmigo, en verdad que nunca esperé
tener un recibimiento tan cálido de parte de ustedes, en verdad me siento
conmovido.
-Es un honor para nosotros que te nos hayas unido – comentó Víctor-
siendo tan joven como eres es de admirarse que no hayas salido huyendo desde el
momento en que te dijeron que te tendrían que vendar los ojos para venir aquí.
-Bueno, no lo habría hecho voluntariamente bajo ninguna otra
circunstancia, pero desde que era niño siempre deseé poder conocer a más gente como
yo, como ustedes, y una venda en los ojos era el menor de los obstáculos –
aunque no les dije que en ese momento estaba aterrado y planteándome el echarme
para atrás con todo esto. Me decidió la erección instantánea que tuve cuando el
Rojo se había acercado a mí en ese momento y me puso la mano en la espalda y percibí
su exquisito olor, de otro modo, no lo hubiera hecho.
Terminamos el desayuno entre estas pláticas y levantamos la
mesa. Me iba a ofrecer para lavar los platos y me dijeron:
-En otra ocasión será, hoy es tu día.
Vi que todos los demás se encaminaron hacia lo que pensé
sería el salón donde habíamos estado para mi iniciación, pero entramos en el
área del enorme vestidor donde me había ido a dar una ducha rápida.
Apenas entramos y todos comenzaron a desnudarse con la mayor
naturalidad, sin duda se tenían confianza y por lo visto, tampoco nada que
ocultar.
Algunos se dieron un baño rápido en la ducha e inmediatamente
después se metieron al jacuzzi, otros parecían disfrutar del agua un poco más
fría de la pileta.
Yo busqué el casillero que me habían asignado y dejé mi ropa
allí, alguien me dijo que el traje lo podría planchar yo mismo mas tarde si
quería, tenían todo el equipo necesario para hacerlo de una manera profesional.
Tomé un jabón y las sandalias y me encaminé a las regaderas,
que por supuesto, no tenían división. Abraham ya se encontraba allí, justo en
la del medio, así que por lo visto nos ducharíamos juntos. Él estaba absorto en
lo suyo, lavándose el cabello y tarareando una canción que estaba de moda en
ese tiempo. Me quedé mirándolo unos instantes, observando con detalle su cuerpo,
que era la definición exacta de un ‘OSO’, brazos, pecho y hombros atléticos,
una barriga un poco mas flojita pero deliciosa, además de unas nalgas y unas
piernas que ya las quisiera yo para un domingo. Naturalmente, estaba cubierto
de una mata de pelo de pies a cabeza, claro, se notaba que cuidaba su
apariencia pues no tenía los pelos largos y desordenados que había visto en
otra gente, no, yo creo que probablemente se pasaba una maquinilla que se los
dejaba con el largo exacto.
Cuando Abraham terminó de lavarse el pelo y se dio cuenta que
estaba junto a él, me dirigió una sonrisa que invitaba a más, no pude evitarlo
y nuevamente tuve una erección que ahí si no tenía forma de disimular.
-Vaya, te alegras de verme verdad? – me dijo
-Lo siento!!!
-No te preocupes, para mí es muy halagador – me dijo sin
quitar esa sonrisa.
Me acercó a él y comenzó a enjabonarme con esas manos grandes
y fuertes que tenía. Cada vez que me frotaba con la pastilla de jabón sentía un
escalofrío muy placentero que me recorría el cuerpo de arriba abajo. Con todo
cuidado me lavó el pelo, el torso, y puso especial cuidado a la hora de lavarme
el pene y las nalgas.
Mi erección seguía sin bajar un milímetro, y en una
oportunidad me susurró al oído:
-Cuando acabe con ese trasero que tienes no te vas a poder
sentar en una semana niño nuevo!-
Me dejó perplejo con esas palabras, pero le dije – Veremos si
es cierto, cabrón!-
Terminamos de ducharnos entre risas, y aunque yo hubiera
deseado que él diera el primer paso, no sucedió y yo tampoco me atreví por
respeto a los demás que se encontraban allí.
Nos secamos y nos dirigimos hacia ‘el clóset’, donde ya había
varios de ellos vistiéndose para las ‘actividades’ de la mañana.
Me sentía como niño en
dulcería, pues hasta donde entendía, podía ponerme lo que yo quisiera.
Comencé a caminar por la habitación, buscando algo que
ponerme, me excitaba muchísimo ver como algunos de mis hermanos también andaban
por ahí eligiendo que ponerse y más me alborotaba saber que estaban pensando
exactamente lo mismo que yo:
– Cuál traje, camisa, corbata y accesorios me harán sentir más
placer sexual este día?-
En esas cavilaciones estaba cuando vi una camisa azul de
cuello y puños blancos que me fascinó, la descolgué del rack donde estaba e
inmediatamente tuve otra erección, así que sin duda era ésa la que tenía que
usar. Me la puse y sentí como se me ponían duros los pezones y una oleada de
cosquillas me recorría el torso. Seguí caminando hasta la zona donde estaban
las corbatas y encontré una que me fascinó, era de color dorado, con un patrón
de rombos grandes; franjas formadas por tres líneas de color dorado corrían hacia
abajo de izquierda a derecha y otras franjas formadas por 3 líneas juntas de
color azul, negro y dorado que corrían hacia arriba de izquierda a derecha
formaban los rombos al cruzarse. Seguí caminando hacia donde estaban los
trajes, y noté que los tenían acomodados por talla, por suerte de la mía había
en muchos estilos y colores.
Me dejé conquistar por uno de color gris Oxford a cuadros
discretos, o príncipe de Gales, de tres piezas por supuesto. Me encantó en sobremanera
que el chaleco de este traje traía solapas! Algo que yo solo había visto en
revistas o en televisión, pero en vivo y en directo jamás.
Para estas alturas ya traía el pene escurriendo, pero aún me
faltaba elegir calcetines, zapatos y un cinturón.
Escogí unos zapatos de cuero negro y cordones, muy sencillos
pero no por eso menos elegantes. Los calcetines los elegí en color negro, casi
transparentes y el cinturón también fue uno sencillo, de cuero negro con una
hebilla tradicional.
Comencé a vestirme lentamente, disfrutando cada segundo de
ese proceso, me abotoné la camisa y me puse unas mancuernillas cuadradas que creo eran de
oro sólido; me puse también los pantalones, el cinturón y los zapatos, sintiendo esa
deliciosa camisa almidonada con cada movimiento que hacía.
Me levanté el cuello y comencé a anudarme la corbata por
inercia, tantos y tantos años de practicar a solas me habían dado la capacidad
de hacerlo con los ojos cerrados, recurría al espejo únicamente para dejarla
perfectamente centrada y las mas de las veces ni siquiera hacía falta.
Me puse el chaleco y comencé a abotonarme de arriba hacia
abajo, un botón, dos botones, tres, cuatro, cinco y seis.
Cuando me abotoné el sexto y último botón escuché una
exclamación generalizada de -Ohhh!!! – misma que pueden escuchar en las
olimpiadas de invierno cuando hay una caída de alguien en el patinaje
artístico.
Estaba tan absorto eligiendo lo que habría de ponerme que no
había notado que mis hermanos seguían todos y cada uno de mis movimientos desde
hacía un buen rato, y cuando me vieron cometer ese faux pas con el chaleco todos se sorprendieron al unísono. Volteé a
verlos y sonreí al tiempo que me desabotonaba ese sexto botón, y parecerá
broma, pero aplaudieron.
Alguien se acomidió para ayudarme a poner el saco y entre
todos me hicieron comentarios de lo mas halagadores.
-Creo que solo te faltó un detalle – me dijo Víctor y se
acercó para colocarme un pañuelo blanco de lino en el bolsillo – Ahora sí, todo
está perfecto-.
Los demás siguieron vistiéndose mientras yo conversaba con
los que ya estaban listos.
Noté que alguien estaba escribiendo algo en un una hoja de
papel, misma que después cortó en trocitos que dobló y echó en un sombrero de
copa.
Cuando todos estuvieron listos, salimos de ahí y nos
dirigimos hacia el salón donde había sido mi iniciación, pues ahí había espacio
para que nos sentáramos todos.
Víctor fue quien tomó la palabra, y me explicó acerca de la
dinámica que seguía el grupo cuando algún nuevo miembro se unía a ellos.
Recordaba que algo de eso había mencionado, pero no estaba muy seguro de cómo
funcionaba.
-Las reglas estipulan que debes pasar un día entero con cada
uno de nosotros por separado a fin de que nos lleguemos a conocer lo mejor
posible, al ser familia, es importante que siempre nos llevemos bien entre
nosotros, y eso solo se logra con la convivencia. En este sombrero están los
nombres de todos los aquí presentes y también los de aquéllos que no nos pudieron
acompañar pero que ya conociste anoche. Irás sacando los papelitos de uno por uno a fin de asignarles un
orden.
Así que me tocó pasar al centro, e ir sacando nombres,
alguien los iba anotando y finalmente terminamos.
-Oigan, solo tengo una duda, las fechas las especifican ustedes
o puedo decidirlo yo? Porque la verdad yo qué más quisiera que empezar a hacerlo hoy mismo pero creo que
habrá ocasiones en que no podré salir por la escuela, exámenes y esas cosas.
-No te preocupes, este sorteo solo determina el orden en
que nos podremos conocer, las fechas dependen enteramente de ti.
-Muchas gracias! Estoy seguro que será un placer conocerlos
un poco más de cerca – dije y volví a sentarme.
-Alguno tiene algo más que agregar? – dijo Víctor.
Se miraron entre todos y algunos dijeron no, otros negaron
con la cabeza.
-Muy bien, entonces comencemos- dijo con una sonrisa.