-Víctor, deja eso y alístate para
salir.
-A dónde vamos?
-A comprarte el uniforme.
Hacía cosa de un mes que me
habían avisado que tenía la beca para estudiar en el colegio católico,
y ahora que se acercaba el fin de las vacaciones de verano era tiempo de salir
a conseguir mi uniforme, que consistiría en pantalones grises de vestir, camisa
blanca de manga larga, un chaleco de cuello V en color gris con vivos en color
guinda y un blazer azul marino.
Lo único que no se podía
conseguir por fuera era el chaleco, que tendría que comprarlo en el colegio; el
blazer debía llevar además el emblema del colegio, pero también lo vendían y era
cuestión de llevarlo con un sastre para que se lo cosiera sobre el bolsillo del
pañuelo.
Salimos esa tarde mi papá y yo,
pasamos por el colegio, donde el personal ya había regresado de las vacaciones
y me encontré con los que serían mis futuros compañeros, al igual que yo,
estaban ahí para comprar el chaleco y el emblema del colegio que iba sobre el
blazer.
Tan solo de imaginar que en
cuestión de dos semanas estaría vistiendo de uniforme con corbata todos los
días y encima rodeado de otros adolescentes que irían igualmente uniformados,
me hacía salivar y sentir un cosquilleo muy sabroso allá abajo.
Mi papá me compró tres chalecos e
igual tres emblemas del colegio, y además aprovechó para preguntarle a la
secretaria dónde sería un buen lugar para comprar lo que faltaba del uniforme.
La señora le dijo que la mayoría de los muchachos compraban en cierta tienda
departamental, que no estaba muy lejos de donde andábamos, y así quedó
decidido.
Llegamos muy rápido a la tienda
que nos habían sugerido, y entramos directo al departamento de caballeros. Aquí
entre nos, era mi ruta favorita, cada vez que íbamos a ese centro comercial, me
las ingeniaba para desaparecerme un rato, excusándome para ir al baño o a tomar
agua, pero en realidad lo que hacía era irme a curiosear en esa sección,
fantaseando con ganar la lotería para poder irme a vivir solo, comprar toda la
ropa que quisiera y vestir así todo el día y bueno, ya me entienden. Claro, en
mis circunstancias actuales eso era poco probable, pero soñar no costaba nada.
A veces cuando iba solo, que no era muy seguido, hasta me probaba la ropa. Eso
sí, me daba pena que los vendedores de piso se emocionaban pensando que ya
habían amarrado una buena venta y al final yo les salía con un ‘Después regreso’.
En esta ocasión sin embargo, era diferente, estaba seguro de que no saldría de
ahí con las manos vacías.
Mi papá rápidamente encontró unos
pantalones que nos gustaron a él y a mí, no eran los más caros pero tampoco los
mas baratos, mi papá pensaba que si iba a ir a un colegio pijo, lo
mejor era pasar lo mas desapercibido posible, razón por la cual los pantalones
de poliéster estaban descartados.
Con las camisas fue igual, me compró 5 pero
de buena marca, 100% algodón y me advirtió que tendría que lavarlas yo mismo y
que me tendrían que durar todo el año, que después de todo se iba a ahorrar la
colegiatura pero el uniforme seguía saliendo carísimo (aunque yo pensé que
tener 4 hijos había sido culpa de él y no mía). Finalmente nos fuimos al área
donde estaban los trajes. Le preguntamos a una de las dependientas dónde tenían
los blazers, y nos preguntó si eran para el uniforme del colegio, cuando le
dijimos que sí, nos mostró el modelo que era el más vendido, que igual, no era el
más barato, pero tampoco tenía un precio prohibitivo.
Mi papá no quería encontrarse con
sorpresas, incluso me mandó al coche a que trajera el chaleco que acababa de
comprar en el colegio para que me probara todo el uniforme; eso explicaba por
qué me había dicho que me pusiera zapatos
de vestir. Cuando me vi en el espejo vestido de pies a cabeza no pude evitar
ponerme cachondísimo. No es por exagerar pero eso de que los uniformes son
sexys es algo completamente real. En mi ropa de calle me veía como cualquier
adolescente flacucho y desgarbado, pero con el uniforme me cambiaba radicalmente
la apariencia, hasta mis pelos despeinados se veían bien. Décadas después me
tocó ver por accidente un pedacito de una telenovela llamada ‘Rebelde’ y no
pude sentir sino horror al ver la debacle en la que se ha convertido algo tan
clásico y de buen gusto como un uniforme.
La dependienta me ajustó el largo
de los pantalones y de las mangas del blazer y nos dijo que estarían listos en
tres días. Mi papá pagó y únicamente nos llevamos las camisas y un par de
corbatas color guinda, ah sí, también me compró varios pares de calcetines que
me harían falta. De regreso pasamos por la zapatería donde lo convencí de
comprarme los más formales que encontré, nunca he sido fetichista de zapatos,
pero sin duda me gustan y mucho, mientras más formales mejor.
A la siguiente semana, le recordé
a mi papá que tenía que ir a recoger los uniformes. Me dijo que esa tarde
saldría más tarde de la oficina y que no llegaría antes de que cerraran.
-Vente a la oficina y te llevas
el coche.
-Si?!
-Claro, solo conduce con
cuidado.
Me sentí como si fuera mi día de
suerte, hacía tiempo que mi papá me había enseñado a conducir y por más que le
rogaba que me prestara el coche, jamás accedía, a lo mucho se lo prestaba a mi
hermano que me llevaba dos años y prácticamente con cronómetro en mano. Para
cuando colgó el teléfono yo ya había armado todo un plan en mi mente y lo puse
en marcha antes de que mi papá cambiara de opinión.
Mi mamá no se encontraba en casa,
pero como mi papá ya me había dicho que fuera a su oficina no ocupaba permiso
adicional, le dejé un recado en la puerta del refrigerador y salí de casa como
alma que lleva el diablo.
No sé cómo le hice, pero llegué en
tiempo récord a la oficina donde trabajaba mi papá, quien me arrojó las llaves
y me repitió que tuviera MUCHO CUIDADO, después de todo, yo apenas tenía 15
años y ni siquiera tenía la edad legal para conducir, pero me veía más grande y
por lo mismo mi papá tenía la confianza de que no llamaría la atención de
ningún oficial de tránsito.
Llegué a la tienda y por suerte
ya tenían listas mis cosas, las revisé por encima nomás para asegurarme que
todo estuviera en orden y salí de ahí lo más rápido que pude porque tenía el
tiempo medido.
La primera parte de mi plan fue
parar en una gasolinera, tomé mi mochila, uno de los blazers, un pantalón y
bajé del auto. Entré al baño y me cambié rápidamente; de mi casa había traído
una de las camisas, un chaleco y la corbata. Solo tuve tiempo de echar un
vistazo rápido en el espejo y me ajusté la corbata, salí lo más pronto que pude.
Con la mochila me cubrí la parte del frente porque traía una erección de
caballo que no podía con ella. De la gente que estaba afuera, nadie me prestó
atención, aunque yo juraba que todas las miradas estaban sobre mí.
Enfilé rumbo a las afueras de la
ciudad hasta que llegué a un descampado, bajé del coche y volteé a todos lados, cuando estuve seguro de que no había nadie que pudiera verme me
subí al asiento trasero, me acomodé y me abrí la bragueta.
Mi pene salió como
un latigazo de lo duro que lo traía, morado y palpitante como si tuviera vida propia.
No ahondaré en muchos detalles, pero disfruté enormemente esos 20 minutos que
me estuve masturbando, tocándome la ropa, sintiendo la dureza del cuello de la
camisa, la suavidad de la corbata, el olor del blazer y el chaleco. Cuando ya
no resistí más, tomé un pañuelo que llevaba y me envolví el pene con él, no
quería ensuciar ya no digan la ropa, el coche!.
Fue un orgasmo como pocas veces
los he sentido, pasaron casi 5 minutos y yo seguía temblando con el pene en la
mano. El ruido de un tráiler en la carretera me sacó de mi ensoñación,
rápidamente bajé del coche, me volví a poner mi ropa y salí a toda velocidad de
ahí.
El trato con mi papá había sido
pasar por él a la salida del trabajo, por suerte aún no salía, así que tuve
tiempo de darle un último vistazo a todo por última vez, ya ven que en estas
cuestiones nunca se sabe.
Mi papá no me preguntó pero le
inventé que en la tienda no tenían listas las cosas y que por eso me había
tardado, aunque él no tenía manera de saber eso puesto que aún no salía del
trabajo... supongo que los nervios me traicionaron. Creo que de alguna forma mi papá
sabía que pasaba conmigo, pero nunca me dijo nada, cuiero creer que en su modo de
ver las cosas, no tenía nada de malo que a un chico le gustara masturbarse
vestido con ropa formal; malo que me hubiera gustado vestirme de mujer supongo.